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Las cintas de Luis Estrada se han convertido en filmes icónicos, dado que –según no pocos críticos de cine, periodistas, líderes políticos y todo tipo de opinadores, profesionales o no– las repercusiones políticas de las películas de Luis Estrada son tales que, según varios de estos opinadores y críticos, hay cierta convicción que éstas han ejercido alguna influencia que se ha traducido en inclinar a muchos votantes en las elecciones presidenciales. Así, por ejemplo, La Ley de Herodes (1999) influyó en la caída del Partido Revolucionario Institucional (PRI), después de más de siete décadas de control hegemónico del país. Un mundo maravilloso (2006) tuvo menos suerte en empujar hacia un cambio de régimen.
En 2010, en cambio, El Infierno jugó un papel de mayor peso para que el poder volviera al PRI, dado que la estrategia del Partido Acción Nacional había fracasado en el combate al crimen organizado. En 2014, señalan esos mismos opinadores y críticos, la cinta La Dictadura perfecta contribuyó notablemente a la caída del PRI (pues esta cinta parodia al régimen carcomido por la corrupción, lo que ayudó al actual Presidente y a su movimiento político a acceder al poder) y puso su grano de arena para la asunción al poder de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y el partido Morena.
En 2023 se estrenó la última cinta de Luis Estrada; ¡Que Viva México!, una producción que supuestamente, siguiendo esa costumbre del realizador mexicano, “critica” al actual gobierno encabezado por AMLO. Creo que sí existe una crítica hacia el llamado régimen de la “Cuarta Transformación”, sobre todo en lo referente a que en varias secuencias se hace notar que las viejas mañas, los viejos ardides y corruptelas del pasado, siguen presentes en el actual gobierno obradorista.
La cinta nos cuenta las vivencias de Pancho Reyes (Alfonso Herrera), un directivo de una empresa textil que es “aspiracionista” y quiere ascender en la escala socioeconómica empujado por su esposa, Mari (Ana de la Reguera). Un día recibe una llamada de Rosendo Reyes (Damián Alcazar), quien le pide a Pancho que vuelva al pueblo donde nació, dado que su abuelo falleció y en su testamento ordenó que su nieto estuviese presente en la lectura del mismo (el abuelo de Pancho, Francisco Reyes era minero y tenía un tesoro bien guardado).
En un principio, Pancho se niega a ir a su pueblo, pero su ambiciosa esposa lo convence de que vaya a ver qué le dejó el abuelo. Pancho solicita permiso al patrón y, ya en el pueblo, va descubriendo que todos los que integran su parentela son ambiciosos, convenencieros e hipócritas. En el testamento, Pancho aparece como único heredero de las propiedades y la caja fuerte de su abuelo. Cuando Pancho abre esa caja, encuentra lingotes y monedas de oro (un verdadero tesoro).
La ambición de la parentela no tiene límites, por lo que Pancho entierra el tesoro. Al final de la historia, Pancho pierde su fortuna, pues se la entrega a un familiar que es cacique en la región, y éste pierde esa misma riqueza y una enorme veta de oro a manos de una compañía extranjera. La idea de Luis Estrada es parecida a la de la cinta coreana Parásitos (2019), que plantea que en las clases bajas es en donde existe el parasitismo.
Como si Luis Estrada quisiera desmentir a AMLO en torno a que el pueblo “es bueno y sabio”; pero la idea del cineasta es falaz, pues el pueblo mexicano, el pueblo trabajador –que es la inmensa mayoría– no puede ser catalogado como “parásito”. Luis Estrada copió, por decirlo de alguna manera, la trama y los personajes de la cinta italiana hecha por Ettore Scola: Sucios malos y feos (1976). Pero a diferencia del mexicano, Escola no denigra al pueblo trabajador italiano, Scola muestra la purulencia social que producen las sociedades capitalistas.
Escrito por Cousteau
COLUMNISTA