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La verdad sobre el destino final de Prometeo
En esta breve compilación de Franz Kafka hay otras muestras de su gran habilidad para dar “carnalidad” o “realidad” a sus parábolas y paradojas mediante el uso de mitos y figuras mitológicas. Es este el caso, por ejemplo, del fragmento dedicado a Prometeo, personaje relevante de la antigua mitología griega:
“Cuatro leyendas informan acerca de Prometeo.
“De acuerdo con la primera, fue encadenado a una roca en el Cáucaso por haber traicionado los secretos de los dioses ante los hombres, y los dioses mandaron águilas a que le devoraran el hígado, que era perpetuamente renovado.
“De acuerdo con la segunda, Prometeo, apremiado por el tormento que le infligían los hirientes picos, se estrechó tanto contra la roca que la penetró y se unificó a ella.
“De acuerdo con la tercera, la traición de Prometeo fue olvidada en el curso de los milenios: la olvidaron los dioses, la olvidaron las águilas, el mismo Prometeo la olvidó.
“De acuerdo con la cuarta, todos terminaron por aburrirse de este asunto insignificante. Habiendo surgido de un sustrato de verdad, su destino era volver a terminar en lo inexplicable”.
En La verdad sobre Sancho Panza, otro de los segmentos incluidos en la antología, Kafka cuenta:
“Sin hacer ningún alarde, Sancho Panza consiguió, con el correr de los años, devorando un enorme número de novelas de caballería y aventuras en las horas del atardecer y de la noche, liberarse absolutamente de su demonio, al que posteriormente llamó Don Quijote, que a partir de ese momento se empeñó en las más demenciales aventuras, la cuales, sin embargo, a falta de un fin premeditado, que tendría que haber sido el mismo Sancho Panza, no afectaron a nadie. Sancho Panza, hombre libre, filosóficamente siguió a Don Quijote en sus cruzadas, quizás impulsado por su sentido de responsabilidad, y al hacer esto, obtuvo un enorme e instructivo entretenimiento hasta el fin de su vida”.
De Robinson Crusoe, el escritor checo da una versión distinta a la de Walter Scott: “Si Robinson Crusoe –llevado por la comodidad, o la timidez, o el miedo, o la ignorancia, o el capricho– jamás se hubiera alejado del punto más elevado o, para decirlo mejor, del punto más visible de su isla, pronto habría perecido; pero sin prestar ninguna atención al paso de los navíos ni de sus débiles catalejos, se dedicó a explorar la isla entera, y en ello encontró placer, y se arregló para mantenerse vivo; y por último, después de todo, fue hallado, gracias a una concatenación de hechos que era, naturalmente, lógicamente, inevitable”.
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Escrito por Ángel Trejo Raygadas
Periodista cultural