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Una epidemia se define, según el Centro de Control de Enfermedades (CCE), como “un aumento, a menudo rápido, en el número de casos de una enfermedad, superior a lo normalmente esperado para una población en un área determinada”.
Desde el inicio de la civilización, los seres humanos fueron conscientes de la importancia de prevenir dichos sucesos, a fin de evitar las cuantiosas pérdidas humanas y económicas. Algunas epidemias influyeron de manera decisiva en la historia del hombre, como la gran peste de Atenas durante la Guerra del Peloponeso, o la de viruela que atacó a los mexicas poco después de la llegada de los españoles, epidemia que arrasó con la población y causó la caída de México-Tenochtitlan.
Con la creación del microscopio, en 1590, por Zacharias Janssen y el surgimiento de la microbiología como ciencia, se abrió una nueva era de investigación de los microorganismos que causan diversas enfermedades. Uno de los descubrimientos más sobresalientes fue el de Edward Jenner, el primero en desarrollar un método de inmunización contra la viruela, enfermedad que se había convertido en una terrible epidemia en varios continentes.
Desde entonces se han desarrollado vacunas para prevenir enfermedades mortales; algunas de las cuales solo eran conocidas por su nombre en los libros de medicina –entre ellas la tosferina, el sarampión, la viruela, etc.– porque desde hacía muchos años fueron erradicadas gracias a que la Organización Mundial de la Salud (OMS) había establecido un programa especial de vacunación en todo el mundo, que en algunos países incluyó multas o cárcel en caso de que la gente se negara.
Sin embargo, en el pasado reciente se han presentado brotes importantes de estas epidemias en las regiones de Norteamérica (integrada por Canadá, Estados Unidos y México) y Europa Occidental, en las que se sitúan los países del llamado “primer mundo”, que se caracterizan por su enorme producción de riqueza y una esperanza de vida por encima de la media de sus habitantes.
¿Por qué ha pasado esto? ¿Será que los microorganismos desarrollaron inmunidad al punto de que las vacunas han sido incapaces de prevenir estas enfermedades?
La respuesta es no. El renacimiento de estas enfermedades se debe a que movimientos sociales están en contra de la vacunación a través de la difusión de teorías “naturistas” con las que promueven el rechazo al consumo de productos sintéticos, exponiendo así a las personas al ataque de virus y bacterias, pese a los riesgos de enfermedad grave, secuelas incapacitantes e incluso la muerte.
El nacimiento de estas corrientes viene de la mano de la aparición de modas que han empujado a la población a adoptar conductas que atentan contra la salud, con lo que sus promotores no solo se han privado en lo individual de la protección más elemental, sino que además han desprotegido a sus propios hijos y propiciado el resurgimiento colectivo de las epidemias, ante las cuales los sistemas de salud más modernos no estaban preparados, porque creían haber resuelto estos problemas.
Frente a estas creencias, la primera medida que debe tomarse es promover una educación crítica y científica, ya que el arraigo de estos pensamientos retrógradas son resultado de la ignorancia y la desinformación de gran parte de la población, que basa sus opiniones en “estudios” que tienen poco de científico y mucho de especulativo. De no cambiar esta situación, se expone a las comunidades nacionales a sufrir un retroceso muy grande, no solo en el ámbito de las vacunas, sino en el combate a las causas de las enfermedades, que producen la muerte de millones de seres humanos.
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Escrito por Alitzel Donají Gallardo Ramírez
COLUMNISTA