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Imagine que su guitarrista favorito (de guitarra eléctrica) ejecuta su mejor solo. Usted lo ve y lo oye, pero aun así algo ha permanecido oculto a sus sentidos: ¿cómo es que esas estridentes notas llegan hasta su oído? La Ley de Inducción de Faraday nos da la respuesta.
Michael Faraday es, sin duda, uno de los físicos más grandes de la historia. En todo proceso de generación y transmisión de energía eléctrica subyacen los principios del electromagnetismo formulados por él. Su historia resulta curiosa e interesante. Nació en Londres, Inglaterra en 1791 y creció en una familia muy pobre. Estuvo muy poco tiempo en la escuela y desde muy joven trabajó en un taller de encuadernación de libros, mismos que leía. A los veinte años presenció una demostración de electricidad del químico Humphrey Davy y quedó maravillado. Se convirtió en su asistente y trabajó en su laboratorio. Ahí se gestaron la mayoría de sus trabajos y experimentos.
Uno de sus primeros hallazgos fue aplicar la Ley de Ampere (una corriente eléctrica puede generar un campo magnético y éste, a su vez, movimiento) para construir, en 1821, el primer motor eléctrico de la historia. Años más tarde, Faraday construyó el primer generador eléctrico siguiendo el camino contrario: se dio cuenta de que al mover un imán en el interior de un alambre enrollado (espira) un medidor detectaba corriente, es decir, que al variar el campo magnético en la espira podía generar una corriente eléctrica. Ésta es la base de la Ley de Faraday y es la que opera en las plantas generadoras de energía eléctrica: las turbinas son movidas por un fluido y ese movimiento se transmite al imán del generador.
La corriente eléctrica (I) nos dice cuánta carga pasa por segundo por un corte transversal de un conductor y se mide en Amperes. Estas cargas se mueven debido a que entre dos puntos de ese conductor hay una diferencia de potencial o voltaje (V) que se mide en Volts. Un imán ejerce fuerzas magnéticas sobre otros objetos y esto puede ser representado mediante líneas de campo magnético (B). El campo magnético se mide en Teslas. El flujo eléctrico (ΦB) nos indica cuántas líneas de campo magnético atraviesan una determinada área y se mide en Webers.
Si movemos continuamente un imán al interior de una espira estaremos cambiando el campo magnético y por consiguiente el flujo magnético. La ley de inducción de Faraday nos dice que entre más rápido hagamos variar el flujo magnético en el circuito, mayor va a ser la diferencia de potencial y por tanto la corriente inducida. ¿Y esto qué tiene que ver con las guitarras eléctricas?
Las guitarras eléctricas son similares a las acústicas, pero cuentan con una, dos o hasta tres pastillas en su parte frontal. Las pastillas son imanes que se encuentran exactamente debajo de cada cuerda. Estos imanes están enrollados por un alambre de cobre muy fino, es decir, por varias espiras (al conjunto de espiras se le conoce como bobina). ¡Éste es, en realidad, el mismo arreglo que el imán y la espira mencionados en la Ley de Faraday!, la diferencia es que aquí el imán no se mueve, lo que se mueve son las cuerdas. Las cuerdas vibran con determinada frecuencia (entre más grande sea, más aguda será la nota emitida) y al hacerlo modifican el campo magnético en la pastilla (bobina), es decir, ¡inducen una corriente eléctrica! Esta corriente inducida se transmite a través del circuito interno de la guitarra (con la misma frecuencia que la vibración) y viaja por el cable hasta el amplificador y luego a la bocina, que realiza la operación contraria: convierte la señal eléctrica recibida en vibraciones u ondas mecánicas, que llegan a nuestros oídos.
El sonido se supera cuando pasa por la fase electromagnética. En ese movimiento material, la magia de la música se funde con una de las leyes más apasionantes de la naturaleza.
Escrito por Daniel Lara Jáuregui
COLUMNISTA