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“Los libros sólo se escriben para, por encima del propio aliento, unir a los seres humanos, y así defendernos frente al inexorable reverso de toda existencia: la fugacidad y el olvido”: Zweig.
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Stefan Zweig escribió “Mendel el de los libros” en 1929, después de un viaje a Rusia donde participó en la celebración del nacimiento de León Tolstói. Es un breve relato que narra la trágica historia del inmigrante judío ruso Jakob Mendel, un experto librero que pasaba sus días leyendo obsesivamente sentado siempre a la misma mesa en uno de los muchos cafés de la ciudad de Viena y quien no sólo es tolerado, sino querido y admirado por el dueño del café, Gluck, y por la culta clientela que requiere sus servicios.
Mendel está dotado de una extraordinaria memoria, con una prodigiosa capacidad de concentración, capaz de enumerar sin mucho esfuerzo los libros disponibles sobre cualquier tema, el lugar y fecha de su publicación, el editor y su precio tanto de primera como de segunda mano, en fin, un “catálogo universal sobre dos piernas”. Pero, ensimismado en su mundo -y ése es, quizá, el mayor error de quienes se adentran tanto en la lectura sin relacionarla con la realidad-, no percibe los drásticos cambios efectuados a su alrededor ocasionados por la Primera Guerra Mundial.
Así, acusado erróneamente de colaborar con los países enemigos, Francia y Gran Bretaña, en 1915 es enviado a un campo de reclusión. Tras dos años encerrado, es puesto en libertad y regresa al Café como si nada hubiera ocurrido. Pero “Mendel ya no era Mendel, como el mundo ya no era el mundo”, su mirada había cambiado y su memoria evidentemente se había deteriorado, ahora “ya no era la honra del café Gluck, sino una vergüenza, una mancha de mugre maloliente, desagradable a la vista, un parásito incómodo, inútil”.
Lo que Zweig denuncia no es tanto el antisemitismo, sino el extremo nacionalismo, ya que a Mendel no lo detienen por judío, sino por sospechar que es un espía por la correspondencia antes mencionada, a lo que se suma que no contaba con la documentación como ciudadano del Imperio austrohúngaro. La obra representa, pues, una alerta sobre los riesgos de la concentración y el aislamiento: falta de relación con los demás e ignorancia de lo que sucede en el mundo. Nos muestra, además, el impactante golpe que significó para la vida y la cultura vienesa la primera gran guerra.
Zweig fue un escritor muy popular durante las décadas de 1920 y 1930, pero lo cierto es que, aún hoy, es poco estudiado. Quien quiera empezar a leer algo de su obra tiene en sus relatos y novelas cortas quizá la mejor puerta de entrada. En esta cuarentena, la lectura se vuelve imprescindible para abrir la puerta, viajar y vivir sin dar un sólo paso. El aislamiento al que estamos obligados debe permitir, a quienes tienen la posibilidad de tener libros al alcance, una mayor concentración en la lectura para aprender más y mejorar nuestra memoria, pero sin desentendernos de lo que está ocurriendo a nuestro alrededor, en México y en el mundo, si no queremos sufrir lo que el librero Mendel que vivió sin saber por dónde, de quiénes ni cuándo llegaron los golpes.
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Escrito por Editorial Esténtor
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