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El título más adecuado para esta serie rusa de 16 capítulos sería Mejores que los humanos, pues la idea central es que los robots pueden ser mejores que los humanos; y no se refiere al hecho de que los robots –y en general las máquinas– pueden ser más precisos, rápidos y resistentes que los hombres en la realización de trabajos que requieren gran esfuerzo o fortaleza física, tareas médicas, científicas, etc.; Marx, por ejemplo, en una parte de su obra más importante, El Capital, describe cómo, ya a mediados del Siglo XIX, en los países donde la industria había alcanzado gran desarrollo, había máquinas que podían dar golpes equivalentes a varios miles de kilos para moldear, aplanar, troquelar, etc., metales duros como el acero. Pero estas mismas máquinas también podían tocar el objeto de producción con la suavidad de una pluma de ave. Sin embargo, en la serie Mejores que nosotros, las cualidades de los androides a que se refiere son aspectos de la existencia humana que hasta el momento son exclusivas de los seres racionales que poblamos el planeta Tierra. Pero, ante el avance de la ciencia y tecnología, surge la cuestión de si al producir androides éstos pueden tener sentimientos y si se pueden aplicar desde su programación para mejorar su desempeño.
En el cine, la lista de robots humanoides es larga. La primera vez que en el cine se utilizó un personaje androide fue en Metrópolis (1927) de Fritz Lang, en la que el realizador presentó la figura de una mujer mecánica creada por un científico loco; esta mujer se infiltra en la clase obrera adoptando la figura de María, la líder de los obreros que se habían rebelado violentamente contra el orden social. desde aquella primera aparición de los androides, se pudo observar que este tipo de personajes, por su semejanza con los humanos, crean cierta fascinación en los cineespectadores.
Esa misma atracción han tenido los personajes de ciencia ficción del realizador británico Ridley Scott, como los androides de Blade Runner (1982), conocidos como “replicantes”, que en una sociedad futurista y distópica se convierten en peligrosos enemigos de la humanidad (es el caso de los “replicantes” modelo Nexus 6). Uno de los más peligrosos especímenes del Nexus 6 es Roy Batty (Rutger Hauer), quien tiene contados sus días de existencia, pues los Nexus 6 han sido fabricados para realizar las tareas más difíciles en planetas inhóspitos, pero solo tienen cuatro años de vida útil. En secuencias memorables, Roy busca a quien lo inventó y le pide que prolongue su existencia; al negarse el inventor a satisfacer su demanda, lo asesina. Antes morir, Roy se va deteriorando muy rápidamente y, en medio de una pertinaz lluvia, se sienta y relata con elocuencia los grandes momentos de su vida y concluye: “todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir”.
Esa misma idea de presentarnos robots no solo con aspecto humano, sino con manifestaciones conductuales que los hacen semejantes a los seres humanos, se repite en Mejores que nosotros (inició su rodaje en 2018) del realizador ruso Andrey Junkovsky. Sin embargo, en esta serie, las características humanoides tienen un soporte más argumentado. Por ejemplo, en la sociedad futura que ahí se describe, los robots son fabricados con características humanas, pero son fácilmente distinguibles de los humanos por su aspecto, por la forma de sus movimientos, por su mirada, etc.; además, no son robots Made in USA, sino fabricados en Rusia; y los más avanzados se fabrican en China.
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Escrito por Cousteau
COLUMNISTA