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Capítulo 1
En éste y en los próximos números de esta columna haré la reseña de un singular filme de Oliver Stone cuyo contenido documental lo convierte, sin exagerar, en un excelente libro cinematográfico donde cuenta el pasado reciente de Estados Unidos (EE. UU.), pero sin las típicas distorsiones que su clase dominante ─la burguesía más depredadora de la historia de la humanidad─ suele incorporar a toda versión artística para promover sus intereses económicos e ideología imperialistas. Por tanto, estimado lector, apelo a su comprensión si algunas de estas colaboraciones resultan más extensas de lo habitual, ya que la cinta de Stone precisa con puntualidad las formas como la clase empresarial estadounidense hace prevalecer sus mandatos sobre el gobierno de EE. UU., el cual está encabezado por los “halcones” guerreristas y los “tiburones” del capital imperialista más poderoso de la Tierra.
Oliver Stone es uno de los directores y guionistas de cine más críticos del orden sociopolítico de EE. UU. Sus filmes se han caracterizado por no brindar ninguna concesión a los grandes intereses financieros y políticos de la burguesía estadounidense. Ha ganado el premio Oscar en varias ocasiones, debido a la objetividad crítica con que visualiza lo que ocurre en su país y, asimismo, como el ciudadano común que fue antes de convertirse en creador de arte. Por ejemplo, su experiencia como soldado de infantería durante la Guerra de Vietnam –donde fue herido dos veces– le permitió reflejar la realidad vivida por sus protagonistas en ese terrible episodio reciente de la historia. En 1978 ganó el Oscar por el guion de Expreso de Medianoche (también fue autor de la historia de Cara cortada, uno de los mejores filmes de gánsteres); en 1986 volvió a ganarlo, pero entonces como director de Pelotón, cinta donde denuncia la dura realidad de los soldados gringos defensores de los intereses imperialistas de la oligarquía estadounidense, en una guerra que al final perdieron y que evidenció cómo algunos de los peores enemigos de EE. UU. están en Estado Unidos; en 1998 filmó nuevamente sobre Vietnam, con Nacido el 4 de julio, cinta donde cuenta la suerte terrible de los veteranos de guerra que resultaron lisiados física y moralmente en esa contienda bélica; en 1993 regresa al tema con El cielo y la tierra, en cuyo relato abunda en las peores heridas generadas por las guerras imperiales en los marines: las psicológicas.
Durante su carrera como realizador, Stone también ha hecho retratos de los jerarcas de la élite financiera estadounidense, entre los que resaltan Wall Street (1987) y su secuela Wall Street. El dinero nunca duerme (2010). Tampoco le han sido ajenos los presidentes de su país. En 1991, por ejemplo, filmó JFK, cinta donde trata el asesinato de John F. Kennedy y Nixon, realizada en 1995, en la que reseña la defenestración política del controvertido presidente yanqui con ese apellido. Oliver Stone ha sido uno de los pocos directores estadounidenses que ha intentado describir con honestidad y realismo el escenario de la vida económica, social y política de la poderosa nación norteamericana.
En La historia silenciada de Estados Unidos, documental hecho para la televisión, Stone narra la historia, pero no la cuenta las falsificaciones con que el imperialismo yanqui justifica sus infames objetivos económicos y con las que trata de engañar a los estudiantes de esa nación. Inicia su relato con el final de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), y termina con la crisis financiera del 2008 y sus secuelas, incluyendo por supuesto los capítulos correspondientes a la caída del bloque comunista, la globalización y los atentados del 11 de septiembre de 2001.
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Escrito por Cousteau
COLUMNISTA