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Gaspara Stampa murió en 1554, dejando profusas indicaciones a su hermana Cassandra para la publicación de Rime, su obra póstuma; este cancionero contiene 310 composiciones (sonetos, madrigales, sextinas, canciones y epístolas). La pasión amorosa, la osadía, la intensidad de los sentimientos que expresa este espíritu renacentista llegan hasta nosotros, atravesando los siglos, con la misma intensidad de entonces.
Yo te lo juro, Amor, por tus saetas
y por tu antorcha poderosa y santa:
aunque arda el corazón y se deshaga,
y me hieran las flechas, no me importa.
Busca por el pasado y el futuro,
y elige la mujer que tú prefieras,
no hubo ni habrá amante que sintiera
llamas tan vivas, dardos tan agudos;
porque nace una fuerza de esta pena,
que supera al dolor y que lo engaña,
al punto que no duele, o no se siente.
Lo que me mortifica en cuerpo y alma,
el miedo que me empuja hacia la muerte
es que mi fuego sea llamarada.
Las leyendas pseudobiográficas dicen que murió por su propia mano (o la de su amante); pero los datos ciertos fechan este acontecimiento varios años después del abandono de Collaltino di Collalti y consignan como posible causa el “mal de matriz”; y también que después de aquel rompimiento mantuvo una relativamente prolongada unión con Bartolomeo Zen, otro caballero veneciano, de quien se dice la inspiró también apasionados poemas; y así lo podría confirmar, sucumbiendo a la nociva práctica de pretender ver en la obra la vida del autor, la siguiente versión literaria de “un clavo saca a otro clavo”. La traducción es de Eleanora González Capria, fue publicada en el número 24 de la revista argentina Hablar de poesía, y bien se explicaría con el siguiente diálogo imaginario:
–A mí este desengaño no me va a impedir volver a amar, yo soy como una salamandra o un Ave Fénix y el fuego no me destruirá. Además, este hombre es mejor que ese cretino que se fue.
– Pero Gaspara, no podemos poner eso.
– Bueno, entonces escribe:
El Amor me ha hecho tal que en fuego vivo,
cual nueva salamandra al mundo, y como
aquel otro animal no menos raro,
que en un mismo lugar nace y espira.
Mis delicias son todas y mi gozo
vivir ardiendo y no sentir los males,
sin preocuparme de si quien me empuja
tenga de mí piedad mucha ni poca.
Era extinto el primer ardor apenas
y otro encendió el Amor, que es aún más vivo
y más grande que cuantos he probado.
No me arrepiento de mi arder amando,
si quien de nuevo el corazón me roba
de mi ardor pleno y satisfecho queda.
Cósmico es el adjetivo que mejor se adapta al siguiente soneto en el que Stampa convoca al mar, a los vientos del sur y del norte (y a la deidad grecolatina que los encarna) para que la ayuden a expresar los sentimientos inefables de una ruptura amorosa.
Olas que con frecuencia el mar turbáis
cual me turban a mí también los celos,
venid a hacerme un rato compañía,
pues tan caras me sois y tan cercanas.
Así el fiero Aquilón y el Austro fiero
os sean menos crudos e importunos,
así os conceda Eolo alguna tregua,
ya que el amor a mí no me lo otorga.
Y tanto y tanto he de llorar, ay triste,
que el humor que derramo por los ojos
si fuese como el mar, es poco o nada;
vosotras me daréis de vuestro humor
lo que precise a desfogar el llanto
que a tan alto dolor se corresponde.
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Escrito por Tania Zapata Ortega
Correctora de estilo y editora.