Cargando, por favor espere...
Nació en Vitoria, España, el 10 de julio de 1905, fue una poetisa de la Generación del 27, inscrita en el grupo de mujeres artistas denominado Las Sinsombrero. Discípula de Juan Ramón Jiménez, en toda su obra se nota gran influencia de este autor, sobre todo en el uso de las metáforas y recursos poéticos que él exploró de una manera inigualable.
La Biblioteca Cervantes establece tres etapas básicas en su obra. La primera etapa abarca los cuatro libros publicados antes de la Guerra Civil: En silencio (1926), Ahora (1928), La voz en el viento (1931) y Cántico inútil (1936), la autora evoluciona de unos orígenes tardorrománticos y modernistas a una poesía pura muy cercana a la de Juan Ramón Jiménez.
La segunda etapa se desarrolló en su exilio mexicano; con Presencia a oscuras (1952) inició un nuevo tiempo en su poesía, del amor humano pasó al amor divino y la inquietud religiosa, temas que protagonizaron los libros El nombre que me diste…(1960), Cárcel de los sentidos (1964), Haikais espirituales (1967), Cartas cerradas (1968) y Poemas del ser y del estar (1972). Cuando este último libro se publicó, ella residía en España, adonde regresó definitivamente en 1972. El reencuentro con los lugares de su juventud da origen a la última etapa de su poesía, caracterizada por la evocación de tiempos y lugares. Sus libros finales, a partir de Huyeron todas las islas (1988), son una recapitulación y un epílogo de su vida. Falleció el 27 de marzo de 1999 en Madrid.
Solo queda un silencio
de oscuras mariposas
Solo queda un silencio de oscuras mariposas
que afelpan las pisadas crueles del olvido,
un clamor soterrado de júbilos ya muertos,
una dicha que huye de su propio fantasma.
Se ha roto la alegría; ¿no veis su talle claro
que oscila en el dintel de lo que nunca vuelve?
¡No la dejéis vivir! Salvadla del martirio
que tortura, implacable, las sienes de lo eterno.
¡Destrozad la alegría! ¿Qué haréis ya de ese nombre,
hueco cristal caído en las ciénagas sin mando?
Pulverizadlo todo, disgregad para siempre
su risueño temblor de esbelta luminaria.
¡Que la noche absoluta invada los caminos!
¡Que el mundo sea sombra, quietud, renuncia austera!
Si ya fue lo esperado, apagad sin rencor
los últimos luceros.
Contened bien la sangre que fluye en vuestras venas
alzando en borbotones su estéril energía,
oprimid vuestro pecho que jadea sin causa,
inundad vuestros pulsos de una paz sin latidos.
Distancia entre las cosas. Ruptura de senderos.
¿Por dónde ir… adónde? La espera se ha cerrado.
Ya no hay rumbos que acucien las plantas indecisas
ni clamores de pájaro que engañen las zozobras.
Indiferencia, hastío. Nadie vive de veras.
Ni el junco de la orilla ve su parte de cielo.
La tensión de un instante destruyó bruscamente
esa espuela de luz que hería los letargos.
Haremos una tierra inmóvil, desprendida
del ímpetu salvaje que enciende los estíos.
Un pálido universo desnudo de fragancias
que ignore la dulzura de todos los fervores.
Si derribas el muro...
¡Si derribas el muro
qué gozo en todas partes!
¡Qué lazo de palabras
se sentirá en la tierra!
Y todo será nuevo,
como recién nacido...
Si derribas el muro
de todas las mentiras
¡Qué júbilo de amor
abierto sobre el mundo!
¡Qué horizonte sin nubes
en la curva del cielo!
EN SILENCIO…
Sans le silence, l’amour, n’aurait
ni goût, ni parfum étérnel.
Maeterlink
Era un bello silencio, un silencio divino,
vibrante de pensares, tremante de emoción,
un silencio muy grave, de sentir peregrino,
un silencio muy quedo, con dejos de oración.
Cállate no respires, ni turbes el silencio
con el ritmo armonioso de un poema de amor;
cállate, que es muy tímido y frágil el silencio,
no rompas de este instante el filtro seductor.
Cállate y no pienses; a través del espacio,
cruza fugaz la estrella de una hermosa ilusión;
cállate, ¿no sientes su fulgor de topacio
encenderse en mi pecho y herir tu corazón?
Cállate; ya sé yo que tus labios murmuran
ternuras infinitas, creadas para mí;
cállate; sin hablar mil voces las susurran;
cállate; el silencio me acerca más a ti.
Era un silencio triste, un silencio lloroso,
un silencio muy puro de candor virginal,
un silencio sereno, vagamente amoroso,
que la bruma envolvía en su tenue cendal.
LA CIUDAD MUERTA
¡Muerta! Así lo eres, por la gris armonía
de tu austera belleza,
por la suave tristeza
y el inefable encanto de tu melancolía;
por el glauco reflejo de tus fríos canales,
donde no riza el viento albores de cristal
y por el grave enigma de los cisnes glaciales
y por esa agonía de las cosas banales
al trasponer la piedra inerte de tu umbral.
En un final de tarde, como los tuyos quieto,
cuando besaba el sol tu esbelta catedral
y temblaba en los pliegues del oro vesperal
la mística liturgia y el sagrado respeto
que aroma tu pasado,
sentí el áspero hielo de una sombra ancestral,
fue tu alma envolviendo la mía en su cendal
de llantos agobiado.
Una nostalgia pálida, tejida de visiones,
oscilaba en la bruma del polvoriento ocaso,
y el inmenso reguero de todas las pasiones
adormeció a tu paso…
¡Nirvana que en tus brazos diluyes los dolores,
sinfonía de paz y horizonte orquestal!
Cementerio que cubres con tus lívidas flores
los huesos calcinados por la llama carnal
de todos los ardores…
Amo ese matiz, vagamente agrisado,
que escribe en nuestras alas inmóvil placidez
y quiero a tus beguinas, con su paso cansado
y el recuerdo del mundo para siempre borrado
por la unción misteriosa que das a tu vejez.
Sobre todo prefiero la plazuela escondida
donde exhala su incienso una larga oración,
la plaza somnolienta, blandamente ceñida
por el cerco de casas, en que m ignorado, anida
un vago afán de olvido y oculta inmolación…
La soledad quebranta el carrillón que suena
en un repique alado —¡misterio y poesía!—;
la beguina que borda entre su celosía
deja el lienzo un instante y, sin querer, se apena.
Yo quizás algún día, tras mi pobre ventana,
escuche melancólica la voz del campanario,
laborando un encaje convertido en sudario
de la ilusión que hoy nace y morirá mañana.
Barrio silencioso,
encharcado y triste
Barrio silencioso, encharcado y triste;
un vejete sucio
fuma la colilla de la tarde gris
con su pipa rota.
Niñas mariposas, vuelan en citroen al baile del Ritz.
Sumerge un fanal su marcha de aceite
en el turbio espejo de los aguazales.
Juegan dos parejas
a quererse siempre,
dibujando besos que se lleva el aire.
El vejete logra rellenar su pipa
con el vellón suave
que teje la niebla...
Los autos persiguen, borrachos de prisa,
un jazz que devora su propia estridencia.
Y se va marchitando
la caja de las rosas...
Y se va marchitando la caja de las rosas;
no tiene quien las saque y las lleve al camino.
Un airón de perfume se nos quiebra en las manos
mientras algo se muere y nace al mismo tiempo.
Se nos frustró la cita con aquella fragancia
de tan pura, invisible, ese ramo de brisa
que apenas huele a nada
y que agavilla en sí todo el amor del mundo.
Hay cosas que no son, pero que siguen siendo
gozo, nostalgia, fronda que nunca hemos plantado,
hermosura secreta que solo fue latido.
Buró de Crédito cambia de dueño: bancos venden participación a Trans Union
Mexicanos debemos estar alerta ante intentos imperialistas de Trump: Antorcha
Hermana de Martí Batres y Morena buscan legalizar despojos en CDMX
Fortalecen lazos México-China en el marco del Año Nuevo de la Serpiente
Un gobierno sin política agropecuaria
INBAL alerta por fraude con falsos puestos de trabajo
Escrito por Redacción