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En la famosa alegoría de la caverna de Platón se narra, a manera de mito, la necesidad educativa de la filosofía; es decir, la obligación de que quien conoce la “verdad” de las cosas, no debe conformarse con este conocimiento, sino que está forzosamente obligado a despertar de su error a los que se hallan encadenados y aun ven puras sombras en el fondo de la caverna.
Para Platón, una persona encadenada en el fondo de una cueva conoce únicamente sombras proyectadas en la pared; y para ella éstas, por eso mismo, son la verdad o la realidad. Por ello, el filósofo es precisamente la persona indicada para revelarle que las sombras son lo aparente y que la realidad, que es la verdad, se halla afuera de la caverna.
El filósofo, la persona de ciencia, no debe conformarse con su “descubrimiento”, porque su actividad carece de sentido si no lo pone al servicio de la educación de los demás. El que conoce cómo funciona la realidad tiene que volver a la cueva a tratar de convencer a los demás de que lo que están viendo son puras apariencias, que éstas no son verdaderas, que las cosas son de otra manera y que es necesario que se rebelen contra su ignorancia para vivir una vida lejos de las cadenas que los mantienen atados a esa situación.
Podría decirse que el mito de Platón resume, de manera general, gran parte de la tarea de búsqueda de la filosofía, desde sus inicios hasta ahora. La realidad no se revela tal como es debido a un problema de percepción: los sentidos del hombre no la captan completamente. Alrededor de este asunto hay varias posturas. Unos pensadores creen que no es posible conocer la realidad más allá de lo que perciben los sentidos humanos; pero hay otros que no piensan lo mismo.
Pese a estas posiciones diferentes, la investigación tiene un punto de vista claro: la realidad es más compleja de lo que a primera vista parece; aun las cosas más sencillas necesitan una mirada crítica, sin la cual se corre el riesgo de errar o, de plano, tomar como verdaderas cosas que no lo son. El ejemplo más a la mano de esto se halla en el movimiento de la Tierra, que permanece oculto a la simple investigación de los sentidos humanos.
Por ello sorprende la postura del actual Presidente de México con respecto a los mexicanos que no apoyaron su proyecto de gobierno en las elecciones del pasado seis de junio, porque pertenecen a la clase media y tienen niveles de estudio que desgraciadamente no comparten muchos otros ciudadanos del país. Frente a esta posición habría que preguntarle, entonces, si para él es necesario mantener al pueblo desinformado y con poco ejercicio de razonamiento crítico para que no salgan de la caverna de su ignorancia, gracias a la cual sus conciencias son más fáciles de manipular.
Escrito por Alan Luna
Maestro en Filosofía por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).