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Daigaku Horiguchi
Gracias a la poesía de Horiguchi, el tema de la sexualidad dejó de ser lúgubre y clandestino como se había manejado hasta entonces en la literatura japonesa.
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Nació el ocho de enero de 1892 en Hongo, ciudad de Tokio. Hijo del diplomático y reconocido ensayista Kumaichi Horiguchi. A los seis años ingresó en la escuela primaria y empezó el aprendizaje del inglés. Perdió a su madre cuando tenía tres años, y su padre se ausentaba frecuentemente del país para desempeñar cargos diplomáticos en el extranjero, a los 12 años empezó sus poemas tanka. En 1909 se hizo miembro de Shin-shi-sha (grupo de la Poesía Nueva) dirigido por el poeta Tekkan Yosano y la poetisa Akiko Yosano. En 1910 ingresó al departamento de letras francesas de la Universidad Keio, al mismo tiempo inició su carrera de poeta, colaborando en las revistas Mita Bungaku y Subaru; sin embargo, al año siguiente abandonó la escuela para irse a la Ciudad de México, donde su padre era Ministro de la Legación Japonesa. Había empezado a aprender francés en Keio y en México mejoró este idioma al tomar clases con una maestra mexicana. Desde el extranjero siguió colaborando en revistas japonesas con poemas, tankas y ensayos. En 1913 se trasladó a Bruselas, en agosto del mismo año, con el estallido de la Primera Guerra Mundial, se mudó a España, donde conoció a la poetisa y pintora francesa Marie Laurencin.

En 1918 se mudó a Río de Janeiro y este periodo marcó el inicio de una vasta producción como traductor de la literatura francesa. Su antología de la poesía francesa Un rebaño bajo la Luna (1918) incluyó 340 poemas de 66 poetas franceses, como Baudelaire, Verlaine, Mallarmé, Rimbaud, Paul Fargue, Rémy de Gourmont, Apollinaire, Salmón, Jean Cocteau, Valéry y Max Jacob, entre otros, y tuvo un enorme impacto en el mundo poético del Japón. Regresó a Europa en 1924, donde profundizó su amistad con varios artistas de renombre: Fujita, pintor japonés, Paul Fargue, Paul Morand, André Salmón y Marie Laurencin.

Como poeta, Horiguchi fue uno de los primeros en introducir en sus poemas la nueva técnica y retórica de la poesía francesa. Una de las características de su poesía es un refinado erotismo, expresado de forma sumamente concisa, como la del tanka o haiku; gracias a la poesía de Horiguchi, el tema de la sexualidad dejó de ser lúgubre y clandestino como se había manejado hasta entonces en la literatura japonesa. En 1979, el gobierno japonés lo condecoró con la Orden de la Cultura. Pasó sus últimos años en Hyama, cerca de Tokio. Murió el 15 de marzo de 1981.

 

Arabesco

Iluminados por la Luna

Pierrot, Pierrete

danzaban. Pierrot, Pierrette.

Iluminados por la Luna

Pierrot, Pierrette

cantaban. Pierrot, Pierrette

danzaban, cantaban

Pierrot, Pierrette.

 

Noche argentada

En la calle bañado por la Luna

taciturno, Pierrot se erguía.

 

La imagen pálida de Pierrot

¡humedecida por los rayos de la Luna!

 

A su alrededor echó en vano la mirada fija

buscando la sombra de Colombina.

 

Y con desconsuelo infinito

¡se le saltaron las lágrimas!

 

Pierrot Autumnal

Con tono plañidero, mi Pierrot

canta: “¡Es otoño!”, “¡Es otoño!”.

 

Abriendo la boca en forma de “O”

canta; “¡Es otoño!”, “¡Es otoño!”.

 

La faz enharinada como la Luna

se le llena de lágrimas.

 

Su menester de payaso obliga a mi Pierrot

a esta pobre arlequinada.

 

Mas el otoño melancólico lo hiere de verdad

y le arranca lágrimas sinceras.

 

Pierrot

¡Palidez de Pierrot! ¡Pena terrenal!

Pese a su brillante blancura

la faz de Pierrot era triste

Como rayo de Luna.

Pese a su brillante blancura

¡El rayo de Luna era triste!

 

Lamento de Pierrot

¿No es tu vida una aflicción, Pierrot?

¡Bastardo de la Luna viuda!

Ella, en el alto cielo

y tú, acá en la tierra

¡En esta faena tragicómica!

 

¡Cuánto extraño el verano de México!

¡Cuánto extraño el verano de México!

Las flores de los magueyes

brillan bajo el sol abrasador.

 

Río de Janeiro

Ebrio, ebrio, ebrio

está el paisaje nocturno de Río.

En medio del negro cielo

la Vía Láctea desnuda es una diosa recostada.

 

Voy a Kioto y me pierdo en el mercado

Me gusta leer libros: soy de ésos,

cien autores me esperan todo el tiempo.

 

Corté mis otros lazos con el siglo

pero éste no puedo interrumpirlo.

 

Siempre con la esperanza de un hallazgo

voy a Kioto y me pierdo en el mercado.

 

Igual que aquel ladrón ante el tejido,

ya no advierto ni el polvo ni el gentío.

 

Por las nueve avenidas que palpitan

mi espíritu se aclara, agua tranquila,

 

y vislumbro tesoros donde miro

–no todo es la joya en el vestido–.

 

Un paisaje marino

En la pizarra del cielo

una gaviota escribe a, b, c.

 

El mar es un pasto gris;

las olas blancas son un rebaño de ovejas.

 

El barco da un paseo

fumando en pipa.

 

El barco da un paseo

silbando una melodía.

 

Hojas marchitas

Cual las hojas amarillas

impulsadas por el viento

mi pobre alma llorosa

vaga sin consuelo triste.

 

Tanka I

Al ver de nuestros pasos

las huellas en la arena

¿qué va la gente a pensar?

 

Tanka II

Sacudidas por el viento

caen volando las hojas

y forzadas por la pena

bajan rodando mis lágrimas.

 

Tanka III

El polvo de los paseos,

el ojo de vidrio

de un perro que pasa.

Todo me encanta:

no estoy en Japón.


Escrito por Redacción


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