Cargando, por favor espere...
Para ningún mexicano orgulloso de su historia y de las luchas por la independencia, la libertad y el progreso nacionales, debe pasar desapercibida la iniciativa de ley presentada recientemente ante el Senado por una legisladora emanada de las filas del partido gobernante; iniciativa que pretende ampliar los derechos y atribuciones de las asociaciones religiosas para permitir su participación en la vida política de México, intervención legalmente acotada, y en algunos aspectos fundamentales prohibida por razones históricas que ningún compatriota debería olvidar. Nuestro reporte especial expone esta semana los peligros de tal iniciativa de ley que, de ser aprobada, iría en menoscabo del carácter laico del Estado mexicano.
La historia de México, bien estudiada, lejos de la influencia de la derecha y sus partidos políticos, contiene destacados capítulos de lucha contra el dominio y la terrible explotación a cuyo servicio estuvo siempre la religión. Separar a la Iglesia y el Estado, o mejor dicho, retirar las manos del clero del gobierno del país, fue un acontecimiento histórico de la mayor importancia por tratarse de una condición indispensable para el desarrollo nacional en todos los terrenos: económico, político, científico, educativo y cultural.
En México, la servidumbre y la esclavitud implantadas con la conquista europea utilizaron como principal instrumento a la Iglesia Católica; una vez impuesta con violencia su religión, la Corona española puso en manos del clero católico el ejercicio del poder político y éste dominó durante siglos en casi toda Latinoamérica.
La Independencia estuvo ligada desde un principio a la necesidad de suprimir el gobierno del clero, dejar de ser colonia española y convertirnos en república independiente. En el México Independiente se tuvo que luchar contra los privilegios del clero, suprimir sus fueros, desamortizar sus bienes, poner coto a su influencia política y limitar sus ritos al interior de los templos. Durante la Revolución Mexicana y el periodo posterior continuó la lucha contra el clero, empecinado en conservar sus privilegios y recuperar los que había perdido; en el fondo de la rebelión cristera, estaba el deseo de la lglesia de restaurar el poder económico y político de los terratenientes, satanizar al gobierno revolucionario y recuperar su derecho de intervenir en la vida política y en el gobierno.
Durante las tres grandes etapas históricas de México (Independencia, Reforma y Revolución) el pueblo tuvo que enfrentar las presiones religiosas del clero católico, que se aprovechó siempre de que la mayoría de la población mexicana profesa esta religión. Pero las leyes actuales no solo consideran la separación del Estado y la Iglesia Católica, sino de cualquier iglesia o religión, entre ellas las múltiples corrientes evangélicas, menos antiguas, pero más útiles al servicio del capital en su fase imperialista, que intentan asegurar el control ideológico adquirido en las últimas décadas y avanzar en renglones estratégicos como enseñar religión en las escuelas básicas, participar electoralmente y acceder a los medios de comunicación para, desde ahí sacar los ritos del templo y practicarlos públicamente.
En cada “transformación” el pueblo mexicano tuvo que enfrentar las posiciones retrógradas del clero; y hoy, en el periodo de la llamada “Cuarta Transformación”, suenan voces que pretenden desaparecer el Estado laico. Gobernantes y legisladores proponen la intromisión de las iglesias en la actividad política. Esta promoción legislativa, claramente reaccionaria, intenta restaurar un poder que costó tanto eliminar y ocurre durante un periodo que prometió superar todas las etapas anteriores de la historia nacional. El pueblo mexicano debe estar alerta e impedir que esta iniciativa prospere y haga retroceder históricas conquistas contenidas en nuestra Carta Magna.
Escrito por Redacción