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Un notable historiador alemán, especialista en los conflictos del pasado, el veterano de la guerra franco-prusiana, Hans Delbrück (1848-1929), afirmó que en la guerra solo pueden desplegarse dos tipos de estrategia: la de aniquilación y la de agotamiento. Aquella tiene como objetivo someter al enemigo a la voluntad del vencedor mediante un golpe único, contundente y fulminante, que se logra mediante la concentración del mayor número de recursos y efectivos para dar una sola batalla decisiva que deje fuera de combate al contrincante. La segunda es, en cambio, de una naturaleza más circunspecta. El objetivo es similar, pero se rechaza empeñar combates costosos en términos materiales y humanos; se utiliza la batalla, pero se prefiere emplear la maniobra política y militar; de manera que los recursos se adecuen progresivamente a las circunstancias cambiantes del conflicto.
Por lo general, quien planifica una aniquilación lo hace porque posee recursos innumerables para la guerra (tropas, armas, etc.). En la historia, las han desplegado, entre otros, Alejandro Magno, Napoleón, el Imperio Alemán en 1914, así como los nazis que crearon la Blitzkrieg; y el único Estado que ha empleado bombas atómicas para la destrucción física de civiles, Estados Unidos (EE. UU.), cuando bombardeó Japón. En cambio, la guerra para agotar al enemigo es recurso de los débiles: la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y los partisanos de la Yugoslavia del mariscal Tito, que lucharon por expulsar al nazismo de sus tierras; Vietnam, Corea y Cuba en sus guerras contra los yanquis. En todos los casos se procuró decidir prudentemente entre el choque y la disuasión estratégica.
Es cierto que la reciente evolución de la guerra —especialmente la generada por las armas nucleares— ha modificado las estrategias. Sin embargo, si observamos de manera global los movimientos de Rusia y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en el conflicto de Ucrania, resulta evidente que la primera tiene mucho menos recursos para la guerra que los miembros de la OTAN. Ésta cuenta con el apoyo de seis de las primeras 10 economías del mundo (EE. UU., Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá) y por lo menos con tres de los 10 ejércitos mejor clasificados en términos de inversión y capacidad armada (EE. UU., Reino Unido y Francia). Rusia tiene aliados importantes, como China (segunda economía y tercera fuerza militar del mundo); pero sus recursos son menores a los de la OTAN, porque los chinos no están comprometidos a sostener de manera directa el peso de la guerra.
Prácticamente restringida a sus propias riquezas para cubrir el objetivo delineado por su ejecutivo (ganar la guerra para hacer respetar su integridad nacional), Rusia solo puede recurrir a una estrategia de agotamiento, a un estiramiento de sus medios para extinguir paulatinamente los del enemigo. Sus líderes conjugan la disuasión política —por ejemplo, la advertencia del presidente Vladimir Putin de emplear sus reservas nucleares contra Occidente si sus tropas intervienen— con las operaciones en Ucrania para neutralizar a la amenaza directa que representa su actual Estado antirruso, promovido por la OTAN desde 2014.
A su vez, la alianza atlántica proyecta la aniquilación del enemigo en cuanto ésta sea posible. Esta intención se ve cada vez más nítidamente. Los aliados amalgaman, en este sentido, los recursos de sus miembros, de ahí el acuerdo unánime de proseguir la guerra de Ucrania durante la reciente cumbre de la OTAN en Madrid (29-30 de julio de 2022). En esta cumbre se confirmó, asimismo, la adhesión de Suecia y Finlandia a la organización y con esto se prolongará, desde Turquía hasta Finlandia, un cerco físico contra los rusos. Al parecer se completará el apostamiento de tropas y dispositivos de guerra en las fronteras orientales de los países miembros de la OTAN que comenzó en marzo. Solo resta provocar alguna imprudencia rusa con la profundización de las sanciones económicas y con el aumento de la capacidad de fuego ucraniana. Sin embargo, en la medida que Rusia se mantiene firme en su resistencia contra la adversidad, en este momento, el primer paso hacia la aniquilación está en el campo occidental. ¿Están dispuestos los aliados a desatar el infierno nuclear?
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Escrito por Anaximandro Pérez
Doctor en Historia y Civilizaciones por la École de Hautes Étus en Sciences Sociales (EHESS) de París, Francia.