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Una carta de amor
A los jóvenes les falta un modelo de ser humano diferente, noble y rebelde, que les sirva de ejemplo para la construcción de una patria justa.
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En su Teoría sobre la motivación humana (1943), donde utiliza la figura de una pirámide, Abraham Maslow trata de explicar cuáles son los factores que más influyen en la conducta humana. En orden de importancia, las necesidades fisiológicas operan en el nivel de la base; después se hallan las de seguridad, el empleo y la provisión de otros satisfactores familiares, etc; en el tercer nivel se ubican las necesidades de afiliación, amistad, intimidad sexual y afecto en general. Hay otros dos niveles que por el momento no mencionaré. Maslow coincide con Carlos Marx, el gigante de Tréveris, en que lo más importante para el ser humano es la satisfacción de sus necesidades primarias. Pero los mercachifles actuales, haciendo uso de los medios masivos, han penetrado en la mente de los consumidores para persuadirlos de que compren todas sus mercancías, sean necesarias o no.  Es decir, han creado un consumismo exacerbado mediante la invención de necesidades ficticias y la creencia de que, con el consumo de la mayor cantidad de mercancías y ciertas marcas prestigiadas, un individuo es mejor o más feliz. 

Con estas ideas llegamos al 14 de febrero, fecha que las empresas promueven como Día del amor y la amistad; aunque, en realidad, han convertido a todo febrero en el mes insignia de sus ofertas comerciales ¡Válgame Dios! Está tan arraigada esta promoción, que las parejas, sobre todo las más jóvenes, la esperan con vehemencia y pobre de aquel que no tenga con quién festejarla porque entonces se sentirá poco menos que el ser más desafortunado del universo. Pero no se preocupe, amigo lector, porque el mundo no se acabará por esa razón, al día siguiente amanecerá con las mismas prioridades vitales de siempre y en el momento menos pensado encontrará a su Dulcinea.

Sin embargo, es preocupante que la mayoría de los jóvenes se entretengan con estas cosas triviales; que sus charlas versen sobre temas de promiscuidad, cantantes de moda, futbol y francachelas. No critican, no exigen y menos entienden la penosa realidad nacional, porque se conforman con creer lo que han aprendido de una mala educación y de lo que les trasmiten las redes sociales y la televisión. No les preocupa que la economía se estanque; que esto sea la causa de la falta de empleos; que no alcance el dinero en sus hogares y que por esta razón muchos de ellos tengan que dejar la escuela. Están convencidos de que este es un mundo de oportunidades; por ello odian la política, la consideran cosas de viejos y, como ahora están en edad de disfrutar, será hasta después   cuando deban pensar en los problemas de sus comunidades.

El amor es lo mismo que las relaciones sexuales y la mayor cantidad de éstas su expresión más meritoria y libertaria, razón por la que nadie tiene derecho a decirles nada. A los jóvenes les falta un modelo de ser humano diferente, noble y rebelde, que les sirva de ejemplo para la construcción de una patria justa. Les falta conocer el verdadero amor, profundo y limpio, como el que describe Ethel Lilliam Voynich, en una carta incluida en la novela El Tábano, escrita en 1930:

“Querida Jim. Me van a fusilar mañana al salir el Sol. Por lo tanto, si he de cumplir mi promesa de contártelo todo, tiene que ser ahora. Mas, después de todo, no hay mucha necesidad de explicaciones entre tú y yo.  (…) En cuanto a mí, saldré al patio con un corazón tan alegre como cualquier niño que sale de vacaciones. He cumplido mi participación en la obra y esta sentencia de muerte es la prueba de que la he cumplido bien. Me matan porque me temen y ¿qué más puede desear el corazón de cualquier hombre? (…) ¿Recuerdas aquel día en que te besé la mano y me pediste lastimosamente: ‘Nunca hagas esto otra vez’? Fue una picardía, lo sé, pero debes perdonarla; y ahora beso este papel donde he escrito tu nombre. De esta suerte te he besado dos veces y ambas sin tu consentimiento”.

Imagine, querido lector, la reacción del ser querido al que va dirigida la carta. Si usted se estremece y, a la vez, se llena de gozo, seguramente forma parte de los miles de hombres que participan en la construcción de una sociedad nueva, formada por hombres nuevos. Estos hombres son los que, sin importar los riesgos y los sacrificios, luchan por formar el partido de los pobres en nuestra atribulada patria. Seguramente estos Tábanos tienen la misma disposición con la que termina la carta:

“Porque yo siempre muy feliz vuelo, tanto si vivo como si muero”.


Escrito por Capitán Nemo

COLUMNISTA


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