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Nada ha sido igual en el mundo desde el 24 de febrero de 2022. El inicio de la Operación Especial Militar (OEM) rusa en el Donbás, pasará a la historia como el instante en que el Kremlin dio un dramático e inesperado giro a la Guerra Proxy que Estados Unidos (EE. UU.) decidió librar en Ucrania desde 2013. Al responder a esa provocación de Occidente, Rusia cambió la perspectiva de un conflicto que impacta el presente y el futuro global.
Históricamente, Ucrania (Ukraina: tierra o región fronteriza) ha retratado en su nombre su importante posición geoestratégica como Estado bisagra. Por siglos, distintos actores han proyectado ahí sus intereses estratégicos escenificando conflictos; sea por el control del Mar Negro, su riqueza agrícola, pericia de los rusos étnicos del Donbás, así como el tránsito del gas, petróleo y otros bienes desde Rusia.
Para evitar el reposicionamiento mundial de Rusia, Occidente se propuso atraer a Ucrania. Hipotecó la seguridad y soberanía de la exrepública soviética al alentar el auge nazi que en 2013 consumó el golpe y enfiló contra los rusos del Donbás. Esa ofensiva duró ocho años y dejó miles de víctimas.
Mientras Ucrania formaba su ejército bajo la doctrina de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), los servicios de inteligencia estadounidenses solapaban la hecatombe neofascista. De ahí el anuncio de Vladimir Putin de su Operación Especial Militar (OEM) el 24 de febrero y de que medios de comunicación corporativos histerizaran al mundo con la falacia de la “inminente invasión” rusa a Ucrania.
Mirada rusa
A un año de ese conflicto, los geopolitólogos afirman que Rusia ha rediseñado el mundo. Si en el campo de batalla han quedado cientos de víctimas mortales y penosamente sobreviven miles de heridos, el jefe del Kremlin sostiene que había medido cada paso que daría Occidente.
El avezado estratega ha enviado mensajes categóricos al mundo y a sus compatriotas. En el Foro Económico Internacional de San Petersburgo (junio), Putin anunció el fin del mundo unipolar: “EE. UU. dice que no tiene obligaciones, sino intereses que son sagrados. Es como si no se percatara que en las últimas décadas se han formado nuevos y poderosos centros de poder en el planeta”.
Pronosticó que nada será igual: “Creen que la hegemonía mundial y económica de Occidente es eterna, pero no; nada lo es. Los colegas de Occidente tratan de contrarrestar el rumbo de la historia. Es un error esperar que baje la marea y todo vuelva a la normalidad”.
Putin reprochó a Occidente su mal análisis del momento actual: “parece que las élites gobernantes en algunos países occidentales viven en ese mundo ilusorio”. Y les mostró el fondo de la cuestión: “hablamos de procesos objetivos, de cambios verdaderamente revolucionarios, tectónicos en la geopolítica, la economía global, la esfera tecnológica, en todo el sistema de relaciones internacionales”.
Putin anticipó el triunfo en el Foro Económico Oriental de Vladivostok (septiembre). “Rusia no perdió ni perderá nada por el conflicto. En cuanto a los logros, el principal es el fortalecimiento de nuestra soberanía, como resultado inevitable de lo que ahora sucede”.
Reclamó las sanciones y sabotajes y anticipó que sufrirán efectos: “nosotros no obstaculizamos nada. Nosotros no minamos los puertos ucranianos en el Mar Negro. La UE podría perder más de 400 mil millones de dólares debido a sus estúpidas sanciones, que equivalen a una guerra económica relámpago y repercutirán en mayor medida en quienes las impusieron”.
En ese evento, el presidente de Gazprom, Alex Miller, proclamó en inglés: “The game is over” (El juego terminó). Tras reprochar a sus exclientes la guerra sucia contra Rusia, citó la frase de un emperador chino: “Si tu rival está cometiendo un error, no le impidas que lo cometa”.
Mentiras y verdades a la luz
El conflicto reveló que los gobiernos europeos accedieron a los Acuerdos de Minsk (2014-2015) para que Ucrania tuviera tiempo de fortalecerse y servir de ariete de la OTAN contra Rusia.
“Sabíamos que era un conflicto congelado, no resuelto, pero le dio a Ucrania un tiempo precioso”, reconocieron en su momento la canciller de Alemania, Angela Merkel y el presidente de Francia, François Holande. Así, Occidente jugó a la guerra disfrazado de coincidir con la paz, señala el analista Sergio Ramírez Golfenstein.
Todo indica que la fase actual del conflicto prepararía el nuevo escenario para que la OTAN, con inteligencia y operaciones especiales, amplíe su teatro de operaciones en Ucrania. ¿Hasta dónde van a sostener la estrategia de defensa de Ucrania?, pregunta Nuno Rodríguez. Todo indica que Occidente ha dejado en Volodímir Zelenski el rol de coordinar su campaña contra Rusia.
Por 12 meses, Occidente ha violado el derecho internacional y el jus in bello (derecho de guerra). No ha respetado normas y ataca a la población civil con mercenarios, minas antipersonales, campañas mediáticas de terror psicológico y escala la militarización.
Los aliados de EE. UU. han sufrido el mayor impacto del conflicto. Al no disponer de los combustibles que les daba Rusia, hoy viven una crisis de energía sin precedente que deteriora sus expectativas de crecimiento. Al succionar energía de nuevas fuentes ya provocaron apagones en hogares, colegios y hospitales de países pobres como Bangladesh y Pakistán. A la par, han profundizado problemas entre Argelia y Marruecos.
En términos geoestratégicos, el conflicto marcó tres puntos clave: el distanciamiento de Alemania con Rusia en favor de EE. UU. Reino Unido rompe el veto al suministro de armas pesadas a Kiev, con sus tanques Challenger, cuando los británicos claman contra la inflación y en Francia repunta el descontento social.
Entretanto, tras años de estigmatización resurgen en el sur europeo los “países frugales” y su oferta de bienes. Y al endurecer su estrategia migratoria, el Consejo Europeo cede a la presión de las élites y anuncia que financiará muros para endurecer su estrategia migratoria.
La crisis mostró también a una África reacia a Occidente, que en una práctica inédita optó por su relación con Rusia y rechazó condenarla. De igual forma, Eurasia retornó al centro de la atención global. Entretanto, sondeos locales confirman que dos tercios de rusos respaldan la OEM, contra versiones de EE. UU. del supuesto “desánimo” social.
Un año de lecciones
La guerra proxy en Ucrania, de EE. UU. y la OTAN contra Rusia, es el primer conflicto de alta intensidad entre dos Estados en suelo europeo. No es una Blitzkrieg y puede prolongarse.
La Iglesia ortodoxa ucraniana jugó un rol de incitación anti-rusa.
Ya no hay política europea. “EE. UU. aprovechó la ocasión para asentar ahí su hegemonía”, explica Alexander Boroday, expremier de Donetsk.
Pese a que dirigentes europeos apoyan a Kiev, le han cerrado su acceso a la UE.
El conflicto puso a prueba décadas de teoría militar: combina conceptos antiguos (trincheras, fortificaciones, superioridad aérea) con los conceptos modernos no aplicados antes (guerra electrónica, guerra mediática, ciber-guerra, uso masivo de misiles balísticos y drones).
La tecnología es decisiva. Confirma que “el riesgo está en todas partes” y la inteligencia crea unidades para elaborar productos que desinformen y manipulen.
Se generaliza el sabotaje sin fronteras y se aceptan el fascismo y terrorismo como formas de combate “social”.
Aunque América Latina no se mostró unida para definir una posición ante las sanciones, el impacto geopolítico del conflicto la retornó al tablero global. Como proveedor de recursos estratégicos y el aumento de precios, fomentará más programas sociales para evitar nuevas olas de protestas como en 2019.
EE. UU. intenta contener la creciente relación ruso-latinoamericana; pero ante la nueva bonanza petrolera regional, Washington se acerca a Caracas. De ahí que el embajador ruso en Paraguay, Alexandr Písarev hablara de “sano pragmatismo” y de la decepción de la vicepresidenta del Parlamento Europeo, Dita Charanzova: “Claro que hubieramos preferido que AL nos hubiera seguido en las sanciones”.
Entre diciembre de 2022 e inicios de 2023 era evidente el acercamiento regional hacia Moscú, por lo que estadísticas maliciosamente alarmantes advertían que se agudizarían la inflación, la volatilidad y los costos financieros. No obstante, México tuvo una inédita paridad positiva peso-dólar, aunque la inflación se ubicó en 7.91 por ciento.
¿Qué esperar?
El curso del conflicto refrenda que la incertidumbre crítica no experimentará cambios significativos. Se ven seis tendencias:
Primera: Occidente mantendrá su ayuda militar a Ucrania y aumentará con el envío de aviones F-16.
Segunda: la OTAN ofrecerá más inventarios de armas y capacitación a Ucrania, pero no se prevé su ingreso directo al terreno esta primavera, aunque no se descarta que opere más sabotajes y desinformación.
Tercera: para mantener el equilibrio de fuerzas, Rusia seguirá su OEM. Sus aliados le proveerán con drones, misiles guiados, municiones de artillería (China con armamento tecnológico sofisticado crítico).
Cuarta: ya sea que en primavera Ucrania gane territorio o no recupere lo perdido; o que Rusia gane o pierda territorio, habría un estancamiento en el segundo semestre hasta el desgaste de cada actor.
Quinta: se confirma la continuidad de Putin en el poder y analistas ven una “radicalización de las élites rusas” que endurecería el conflicto. Pero sin ver una oposición política viable. A la vez, Zelenski se asentaría en el poder si no se estanca el frente, de lo contrario aumentarían presiones para un alto al fuego, habría protestas y surgiría una oposición que generaría disfunciones.
Sexta: Aunque EE. UU., la UE y la OTAN han cruzado varias líneas rojas (con uso de armamento sofisticado, ataque al puente de Kerch, Sebastopol y los Nord Stream), Moscú no ha dado respuesta contundente. Una nueva línea roja abrirá una escalada vertical, alertan los analistas Christian D. Villanueva y Beatriz Cózar.
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Escrito por Nydia Egremy
Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.