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¿Quién sabe si el Sol es ciego?
El artista puede tomar inspiración sobre cualquier fenómeno que considere pertinente y tratarlo del mejor modo posible, según su capacidad.
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Los miserables es una obra maestra de la literatura universal. Víctor Hugo hizo acopio de su experiencia y calidad literaria para ilustrar la vida del pueblo parisino y sus intentos por superar su forma de vida llena de miseria. Si bien la trama principal basta para recomendar la novela a cada lector, en ciernes o experimentado, Víctor Hugo no se contenta con esto, y aprovecha cada oportunidad para lanzar reflexiones filosóficas, sociales, literarias, estéticas, políticas, que hacen que la obra se vuelva aún más valiosa.

En uno de los momentos de mayor tensión emocional, Víctor Hugo se detiene y reflexiona sobre la admiración que suelen causar en la gente algunas nimiedades: un jardín, un lago, el sol, una hoja caída, la risa de un infante, los dulces, etcétera. Pero admite que la admiración aumenta cuando se trata de un literato que escribe textos exquisitos a partir de esos escenarios: Horacio, Goethe y La Fontaine son sus referentes, aunque bien podría ampliarse la lista. A pesar de que para Víctor Hugo, estos nombres se encuentran en la cúspide de la literatura, en su producción halla un defecto que no les quita ningún mérito pero que, al igual que el sol, “que puede ser ciego”, limita su campo de visión: que no observaran el sufrimiento de los desamparados, de los niños hambrientos, del adulto explotado, de la mujer reprimida o del preso inocente.

Sus palabras son poderosas y la reflexión a la que invitan debe ser aceptada. Un escritor puede contar con todas las comodidades que le permitan realizar su tarea sin problemas y con tranquilidad; pero las carencias sociales de las personas que lo rodean son más grandes que las propias y es un contrasentido que las aluda o describa con generalizaciones y sin la profundidad del abismo en que se hallan. La admiración que los personajes de la novela provocan en el lector, es propiciada por la compasión y la clarividencia con que Víctor Hugo decidió hablar sobre los muchos problemas del ser humano y tocarlos de un modo sublime para denunciar sus múltiples carencias y las acciones injustas que los agobiaban.

Esta reflexión de Los miserables no ha perdido vigencia. El artista puede tomar inspiración sobre cualquier fenómeno que considere pertinente y tratarlo del mejor modo posible, según su capacidad. Empero, debe ser lo suficientemente hábil para no encerrarse en sí mismo y ampliar sus inspiraciones más allá de su persona, recordando que en la tierra hay otros humanos que no gozan de su tranquilidad y cuyos problemas son más grandes que los propios.

En el contexto actual de la ciencia y el arte mexicanos, sus actores centrales podrían considerar esa reflexión. Los artistas y los intelectuales han hecho una labor loable en defensa de sus intereses, criticando los errores que el gobierno ha cometido contra cada uno de estos gremios; pero obvian que hay otros sectores sociales, más amplios que el suyo, que también se han visto afectados, incluso con mayor profundidad por la política de “tijeretazos” de la “Cuarta Transformación” (4T). Escribir en defensa de estos sectores rompería con su ensimismamiento y dotaría a los desprotegidos con mejores armas para defenderse de ese enemigo común.


Escrito por Jenny Acosta

Maestra en Filosofía por la Universidad Autónoma Metropolitana.


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