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Un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) estimó, en 2020, que solo el 13 por ciento de los museos en el mundo sobreviviría al golpe económico provocado por el confinamiento sanitario. La institución lamentó este hecho porque, desde 2012, el número de museos había crecido 60 por ciento y contribuido a la difusión de conocimientos multidisciplinarios, por lo que invitó a los gobiernos a crear planes de apoyo para evitar su desaparición.
El gobierno mexicano ignoró completamente esta recomendación. El ciudadano común es informado por la Secretaría de Salud en torno al nivel de los contagios por Covid-19 mediante los semáforos de alerta (rojo, naranja, amarillo y verde); con el primer color se entera que solo se permiten trabajos esenciales (elaboración y venta de alimentos, medicinas) y que con el naranja se amplía el número de las labores permitidas. Pese ello, muchos sectores se han visto económicamente afectados y algunos, como fue el caso de los restauranteros de la Ciudad de México (CDMX), recurrieron a las protestas públicas para exigir que se flexibilizaran las medidas sanitarias, obtener ingresos y no cerrar de manera definitiva.
Sin embargo, hay otros sectores que no están respaldados por la fuerza de la organización gremial, ni por los grandes consorcios comerciales y que, por lo mismo, no se nota su situación ni se puede sortear el costo de la crisis económica, como es el caso de los museos. De marzo a septiembre-octubre de 2020, muchas de estas instituciones cerraron; a algunos se les permitió abrir dos o tres semanas, máximo un mes, pero el incremento de contagios los obligó a cerrar nuevamente. Según Forbes México, este cierre significó la caída del 70 por ciento en los ingresos en varios museos de la CDMX y su situación se ha vuelto muy crítica, especialmente la de los privados, que funcionan con el dinero que recaudan en entradas y donaciones.
Es cierto que museos como el Jumex o el Soumaya tienen el respaldo de grandes capitales y que otros son financiados por el Estado, pero muchos se mantienen con recursos propios. Estos últimos son los que se encuentran en peligro particular, pues no tienen ninguna entrada económica segura. Sin embargo, los museos públicos tampoco se hallan mejor, porque sus ingresos “seguros” son cada vez más recortados y no disponen de entradas propias porque sus ventanillas están cerradas. Algunos museos, como el Elvis Presley o el Metropolitano de Nueva York, ambos en Estados Unidos, han sorteado la crisis ofreciendo recorridos virtuales con costo; pero los mexicanos están al borde de la desaparición y no pueden siquiera financiar la digitalización de su catálogo, menos aún crear mecanismos para invitar al ciudadano promedio a gastar en recorridos de ese tipo, ya que esta demanda se ve limitada por la ausencia de conexión a Internet en buena parte del territorio nacional y la crisis económica.
Y mientras esta oferta de cultura en general sortea las consecuencias económicas de la pandemia, el Gobierno Federal ha preferido financiar “proyectos culturales” para “taparle el ojo al macho”, como el de la unificación de las cuatro secciones de Chapultepec bajo la dirección del “artista” Gabriel Orozco. La cultura tendrá que seguirse rascando con sus propias uñas, como lo ha hecho durante los últimos dos años.
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Escrito por Jenny Acosta
Maestra en Filosofía por la Universidad Autónoma Metropolitana.