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Nuevo mundo y conquista, de Francisco de Terrazas (I de II)
El criollismo ha comenzado a formar su identidad propia, sus ideólogos son miembros de las clases medianamente acomodadas.
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Solo a ti, triste México, ha faltado

lo que a nadie en el mundo le es negado.

Llorosa Nueva España, que deshecha

te vas en llanto y duelo consumiendo...

de tiempo en tiempo siempre en más tristeza,

en más miserias, hambres y pobreza.

F. de Terrazas

El poeta novohispano Francisco de Terrazas (¿1525? - fines del Siglo XVI), hijo del conquistador del mismo nombre, es el primer poeta criollo novohispano y se le considera pionero en el cultivo de la lírica italianizante en América. Su obra ha llegado hasta nosotros de manera fragmentaria y la mayor parte se ha perdido. Apenas se conocen de él nueve sonetos, diez décimas, un debate teológico en verso con el dramaturgo Fernán González de Eslava y los 21 fragmentos que a comienzos del Siglo XVII, Baltasar Dorantes de Carranza recopilara en la Sumaria Relación de las cosas de la Nueva España, del extenso poema épico Nuevo Mundo y Conquista.

Francisco de Terrazas se propuso retratar a la sociedad novohispana de su tiempo, dando a su obra forma poética. Manifiesto político en el que se recoge la voz de los descendientes de los primeros conquistadores, criollos que habían sido desplazados por advenedizos enviados por la metrópoli para hacerse cargo del gobierno y la economía colonial. Nuevo mundo y conquista exhibe en sí mismo una contradicción; pues el poeta escribe contra la Corona pero al itálico modo, siguiendo una estética vigente en la metrópoli; sus versos endecasílabos, de un impecable castellano, se ciñen a la preceptiva petrarquista. El criollismo ha comenzado a formar su identidad propia, sus ideólogos son miembros de las clases medianamente acomodadas –y también letradas– de la Nueva España, no son españoles, pero tampoco indígenas.

La primera parte de esta epopeya, compuesta en octavas reales, también llamadas octavas heroicas (estofas de ocho versos endecasílabos con rima A-B-A-B-A-B-C-C), inicia ensalzando las victorias de Hernán Cortés, que añadieran al viejo mundo riquezas y territorios nuevos; el poeta se detiene para hacer una exhaustiva relación de conocidos sucesos de aquel tiempo. Inevitable es identificar los rasgos ideológicos propios de la clase social a la que el autor pertenece.

No de Cortés los exhaustivos hechos,

no las victorias inauditas canto

de aquellos bravos e invencibles pechos

cuyo valor al mundo pone espanto,

ni aquellos pocos hombres ni pertrechos

que ensalzaron su fama y gloria tanto,

que de un polo al otro en todo el mundo

renombre han alcanzado sin segundo.

Tantos rendidos reyes, nuevo mundo

infinidad de cuento de naciones,

segunda hispania y hecho sin segundo,

ejércitos vencidos a millones,

dioses postrados falsos del profundo

a quien sacrificaban corazones

no lo puede escribir humana pluma,

que en la mente divina está la suma.

Valeroso Cortés por quien la fama

sube la clara trompa hasta el cielo,

cuyos hechos rarísimos derrama

con tus proezas adornando el suelo,

si tú valor que el ánimo me inflama

se perdiese de vista al bajo vuelo,

si no pueden los ojos alcanzalle

¿quien cantara alabanzas a tú talle?

No quiero yo manchar, ni Dios lo quiera,

del pecho sabio el ánimo invencible

cuyo blasón fijado allá en la esfera

contiene, todo es poco, lo posible,

ni aquella temeraria fuerza fiera

con que allanaste casi lo imposible,

que es agotar a mano un mar copioso:

solo diré de paso lo forzoso.


Escrito por Tania Zapata Ortega

Correctora de estilo y editora.


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