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Sin duda, la historia de la literatura ha sido injusta con las mujeres. Lo más común es que cuando se habla de “grandes escritores”, los primeros nombres que se mencionan son de varones y rara vez se escuchan los de las mujeres que han aportado al desarrollo de la literatura universal. No se trata de quitar mérito a los hombres, pues muchos son, en verdad, titanes de la pluma, sino de sacar a la luz, difundir, las obras de las escritoras olvidadas o poco conocidas.
Maria Edgeworth nació en Oxfordshire, Inglaterra el 1° de enero de 1768. Su padre, Richard Lovell Edgeworth, provenía de una familia de terratenientes irlandeses, cuyo legado lo obligó a mudarse con su familia a Irlanda cuando Maria tenía cinco años; sin embargo, poco tiempo después fue enviada a un internado para señoritas en Londres. La muerte de la tercera esposa de Lovell Edgeworth, propició el retorno de Maria a la finca para cuidar a sus hermanos más pequeños. Este regreso fue crucial para el posterior desarrollo de Maria, pues la educación en el hogar incluía la enseñanza de economía irlandesa, leyes, literatura y política; y fue su padre quien fungió como su profesor.
Estos saberes, y el reconocimiento que su padre hizo a sus habilidades, permitieron a Maria convertirse en la administradora de la finca y hacerse responsable del trato con los trabajadores. El conocimiento de las condiciones de los trabajadores irlandeses; la nutrida correspondencia que sostuvo con el economista David Ricardo (con quien discutía sobre economía irlandesa, las necesidades de los trabajadores, métodos para incrementar la productividad en la finca, entre otros temas) y con el escritor Walter Scott (Ivanhoe, 1819), con quien forjó una profunda amistad, generaron en ella un desarrollo intelectual muy grande.
Los primeros títulos de Maria Edgworth son catalogados como melodramáticos, pero posteriormente su obra vertió en el realismo. Los temas que trató en sus textos son variados: en el ensayo Educación práctica hace una combinación de las ideas de John Locke y Juan Jacobo Rousseau; y llega a la conclusión de que la meta de la educación consiste en crear mentes críticas antes que acumuladoras de datos; en la novela Castle Rackrent hace una crítica a los propietarios irlandeses y les exige que mejoren sus condiciones de vida y trabajo, además, desmiente a los estereotipos que la sociedad inglesa tenía de los irlandeses, al demostrar que poseían un dinamismo similar al de los ingleses; Belinda y Helen son novelas con pasajes autobiográficos en los que se habla de las aspiraciones y los problemas de las mujeres de su tiempo y que pueden asumirse como feministas, aunque Belinda se caracteriza por reflexionar sobre el matrimonio y las implicaciones que esta institución tenía en la vida de las mujeres.
Las obras de Maria Edgeworth hacen referencia a un pasado nostálgico de Irlanda, debido en parte a su intento por revalorar la cultura de su pueblo frente a los ojos ingleses, aunque también lo hizo con la intención de mostrar que otras formas de vida para los irlandeses eran posibles. La obra de Edgeworth es fructífera no solo en géneros sino también en temas, como es el caso del retrato que hace de las condiciones de los trabajadores irlandeses del Siglo XVIII, un asunto del mayor interés para quienes están interesados en la relación entre economía y literatura.
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Escrito por Jenny Acosta
Maestra en Filosofía por la Universidad Autónoma Metropolitana.