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Michel de Nostradamus (1503-1566) fue un personaje histórico francés cuyo arte profético fue el menos relevante de sus otros oficios: medicina y alquimia. Provenía de una familia judía conversa de clase media de Saint Remy de Provence, que pudo darle estudios en la Universidad de Montpellier y financiarle un viaje de investigación botánica en el resto de Francia, España e Italia. Fue cercano a Julio César Scalígero, célebre médico y filósofo italiano avecindado en Francia. En los años 40 intentó hallar una vacuna contra el cólera; en 1543 ayudó a la reina Catalina de Médicis a superar su esterilidad; en 1544 pronosticó la muerte del rey Enrique II (1559) y en 1546 empezó a publicar sus almanaques o pronósticos, que redactó en verso (cuartetas) con contenidos varios: recetas médicas y gastronómicas, consejos de belleza y previsiones meteorológicas e históricas. La primera edición fue en 1550 y la segunda en 1555. También publicó un tratado de confituras con fines sanitarios (1552). Su apellido fue impuesto a sus padres con alusión a la Virgen María (Notre Dame), pero otra versión dice que devino de la frase “lo nuestro damos”. Michel de Nostradamus se casó dos veces, 1536 y 1547, y en su segundo matrimonio procreó tres hijas y tres hijos. César, el mayor, fue poeta, pintor y biógrafo de su padre. En Saint Remy hay un Museo dedicado a su memoria histórica.
Las profecías de Nostradamus, colección integrada por el propio Michel, reúne 942 cuartetas distribuidas en diez centurias. Está fechada el 1º de marzo de 1555 y en su dedicación a César advierte que sus previsiones “contienen el devenir del mundo hasta el año 3747”; aclara que son de “categoría muy elemental” y que le fueron reveladas por el Todopoderoso a “susurros y en notas poéticas de rima perfecta”, tras la percepción de una “intensa luz” que “exaltó sus sentidos”. Reconoce asimismo que el contenido de sus profecías es simbólico y genérico (“oscuro”) –“cada obra de Dios debe ser valorada en su totalidad, aunque solo se vea una parte”- y que suele caer en yerros y fallas. La lectura detallada de éstos evidencia, en efecto, que fueron elaboradas con base en el mismo contenido ideológico y fantasioso de los mitos y las inspiraciones intuitivas o “automáticas” de la literatura teologal, romántica o surrealista, etc.). Es decir, en su diseño se usan figuras y alegorías populares o religiosas para atraer interpretaciones particularizadas sobre los sucesos más recurrentes en los hombres: guerras, catástrofes, hambrunas, epidemias, asesinatos, dolencias individuales (amor, trabajo, salud, dinero). Es decir, los profetas elaboran sus pronósticos conscientes de que lo casual siempre tiene una causa; que lo general se sustancia con hechos particulares y que la inversión del orden lógico en las oraciones propicia que los actos y predicados busquen a los sujetos “idóneos” (creyentes) para este tipo de proposiciones. Por ello, con excepción de la predicción de la muerte de Enrique II en 1559, a manos del conde de Montgomery, Nostradamus “erró” en las más de 900 profecías que hizo en el siglo XVI, como antes fallaron los “profetas del desastre” de la Biblia y después San Juan Evangelista en su Apocalipsis.
El león joven al viejo sobrepasará
En campo bélico en singular duelo,
en jaula de oro los ojos le romperá,
dos clases una, después morir muerte cruel.
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Escrito por Ángel Trejo Raygadas
Periodista cultural