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Por otro lado, la CDMX está dividida en 16 delegaciones, la más grande de ellas está ubicada al sur de la ciudad y es conocida por tener prominentes cordilleras montañosas, extensas zonas de reserva ecológica, captación pluvial y amplios senderos boscosos donde se reduce la mala calidad del aire emanado por la gran urbe. Esta demarcación es Tlalpan. Con más del 50 por ciento de su territorio total considerado como suelo de conservación, Tlalpan cuenta actualmente con dos parques nacionales (Cumbres del Ajusco y Fuentes Brotantes), una zona arqueológica (La pirámide de Cuicuilco), un parque urbano (El Bosque de Tlalpan) dos reservas naturales protegida (El Parque ecológico de la Ciudad de México y Ecoguardas), cuatro reservas naturales comunitarias (El Tepozán, el Parque Ejidal San Nicolás Totoloapan y las reservas ubicadas en San Andrés Totoltepec y en San Miguel Topilejo) entre otras zonas fronterizas que comparte con las delegaciones de Xochimilco y Magdalena Contreras. Estas zonas junto a la abundante vegetación en Tlalpan, se deben a las características de su suelo, al formar parte de la sierra Ajusco-Chichinautzin.
Los bosques del corredor biológico Chichinautzin-Ajusco se consideran un pulmón para la Ciudad de México, Morelos y el Estado de México. A tan sólo unos minutos, al sur de la ciudad, 920 hectáreas están llenas de pinos y encinos. Son un seno que provee de vida, oxígeno, agua y alimento, y son el hogar de miles de especies de fauna y flora. Algunas especies que podemos encontrar son la rana de árbol plegada, mamíferos como el murciélago mula mexicano, el coyote y el lince. Además, otros reptiles como el lagarto alicante, la culebra parda mexicana y la culebra de agua, entre muchas otras especies que se ven gravemente amenazadas por la tala clandestina y demás problemáticas ambientales que parecen pasar desapercibidas para las autoridades.
Aunque a veces se brindan apoyos como enviar a la Guardia Nacional a supervisar las labores de reforestación y cuidar a los voluntarios de los talamontes, no es suficiente. La tala y demás amenazas continúan a pesar de los esfuerzos de reforestación y protección de los pobladores de estos bosques.
La extinción de la naturaleza en los bosques del Chichinautzin-Ajusco, que tanta biodiversidad albergan, significa también una condena de muerte para quienes habitamos el Valle de México; y no podemos ni debemos permitir que eso suceda. Exigir protocolos que protejan los valiosos pulmones de la CDMX y tomar acciones que disminuyan la contaminación del aire y el deterioro de los bosques que forman parte de la ciudad es fundamental, no sólo para la conservación de los ecosistemas y el medio ambiente, sino también para la salud de todos los que la habitamos.
Escrito por Blanca Mendoza Mejía
colaboradora