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La gran crisis del gas podría congelar a Europa
La región importa casi el 90% y su vulnerabilidad energética refleja una cultura de alto consumo, la privatización del sector y falta de previsión. Algunos países proponen una solución comunitaria y otros culpan a Rusia de chantaje.
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La “tormenta perfectaˮ se cierne sobre la Unión Europea (UE) por una crisis energética sin precedentes a semanas del invierno: los precios del gas natural se han quintuplicado y con ello las tarifas eléctricas. La región importa casi el 90 por ciento y su vulnerabilidad energética refleja una cultura de alto consumo, la privatización del sector y falta de previsión. Algunos países proponen una solución comunitaria y otros culpan a Rusia de chantaje, mientras Estados Unidos (EE. UU.) acecha para vender su gas de esquisto a precios más altos.

La geopolítica y la meteorología auspiciaron esta crisis. Tras el confinamiento por el Covid-19 y la reapertura de fábricas, oficinas y restaurantes, entre otros espacios, hoy el mundo consume igual energía que antes de la pandemia. A este problema se sumaron una baja de hasta el 60 por ciento en las reservas de gas desde marzo y un verano muy cálido que elevó el consumo habitual de energía.

Desde el ángulo geopolítico, este encarecimiento, que hoy vacía los bolsillos de las familias, ensombrece las perspectivas de crecimiento de la actual Europa inestable por el Brexit –la salida de Inglaterra de la UE– y alejada políticamente de EE. UU. por su polémica venta de armas a Australia en perjuicio de Francia.

Paralelamente, se registra una baja en la oferta mundial de gas debido a la fuerte competencia entre consumidores asiáticos, que incrementó la demanda de gas natural, de China en particular, pues está en proceso de descarbonizar su sector industrial.

Esto sucede a pesar de que los países productores y exportadores de petróleo y gas mantienen activo el mercado de energía, en virtud de que no han incrementado sus precios y mantienen el suministro constante hacia sus clientes conforme a los contratos pactados.

No obstante, las facturas se multiplicaron por cinco y van al alza en la UE. A principios de enero, la tarifa era de 16 euros (18.6 dólares) y en septiembre saltó a 75 euros (87.3 dólares): el 360 por ciento en nueve meses, refiere el servicio holandés de transferencia, la referencia regional en precio del gas natural.

Esta escalada se trasladó al precio del mercado eléctrico, pues más de una quinta parte de la electricidad europea se genera con gas. De ahí que los expertos en prospectiva adviertan que en el invierno –que iniciaría el 19 de diciembre, aunque sus efectos se presentan semanas antes– cada hogar, empresa, oficina y comercio europeo requerirá más energía para calefacción y transporte, pero con la desventaja de que su costo se tornará inalcanzable.

Es decir, cocinar alimentos, bañarse con agua caliente, encender máquinas de fábricas, iluminar centros comerciales, cargar gasolina para el automóvil y encender las luces de la oficina se convertirán en delicados procesos técnicos, logísticos y financieros por esta crisis, explica el experto en geoeconomía Álvaro Conde.

Otro efecto es la inflación galopante en los 19 países de la eurozona, advierte Eurostat. De ahí que sorprenda al mundo ver a la próspera Europa en alerta máxima y que España, Italia y Polonia paguen las tarifas eléctricas más altas con la preocupante perspectiva de que, en enero, la factura habrá subido 40 por ciento más.

 

Grave dependencia

Ese contexto geopolítico revela una realidad: los 27 miembros de la UE consumen una quinta parte de la energía mundial por ser los mayores importadores. La crisis energética alienta la incertidumbre entre los más de 450 millones de habitantes de esa región.

De ahí que, pese al optimismo de algunos en torno a que la situación remitirá a finales del invierno (entre abril y mayo de 2022), los expertos advierten que no se esperan cambios en las próximas ocho semanas, justo cuando la calefacción y la luz son indispensables.

Hoy, los gobernantes europeos reconocen que nunca antes enfrentaron tal escenario de desabasto, ni de tarifas tan altas. Esta realidad subraya su dependencia de la importación de gas, pues en 2019 importaron el 90 por ciento de gas natural y entre 2020 y 2021 aumentó la demanda.

En general, el suministro de gas proviene de países más allá de las fronteras europeas: el 40 por ciento de Rusia y el resto de Argelia y Noruega. Otras fuentes alternas de gas son Libia, Azerbaiyán –a través de Grecia y Turquía– que no son ni abundantes ni seguras.

Noruega, que ha sido proveedor seguro y constante de gas, enfrentará el agotamiento de sus reservas gaseras en la próxima década.

En el horizonte se asoma la oferta de Australia, que aspira a un papel relevante en el mercado del gas natural licuado. Sin embargo, la independencia entre las regiones implica gran dualidad en la regulación y operación de sus potenciales clientes europeos.

Sin propuestas viables ante la actual coyuntura, los miembros de la UE postergaron toda decisión hasta la cumbre del Consejo Europeo a mediados de diciembre. Entretanto delegaron en sus respectivos ministros de energía la negociación de tarifas comunes y pactos diplomáticos para no evidenciar la división interna.

Fue así como los 27 Estados pospusieron la iniciativa española –que apoyaban Francia, Italia y Grecia– de comprar gas conjuntamente para obtener tarifas más ventajosas. Tal incapacidad para influir en el precio de gas, anticipa que, en los próximos 60 días, el costo de esta crisis energética recaerá sobre los ciudadanos.

A futuro, la dependencia no mejorará, advierten estudios del Observatoir Méditerrané en l’Energie, los cuales revelan que, en 2030, la UE necesitará 100 mil millones de metros cúbicos de gas adicionales.

Consciente de su vulnerabilidad energética –y para reducir la relación de subordinación hacia las fuentes proveedoras de combustible, permeadas por constantes conflictos geopolíticos– Europa busca consolidar la transición de combustibles fósiles a energías renovables (eólica, solar, hidroeléctrica y termoeléctrica).

 

Geopolítica y meteorología: claves para el futuro energético

EE. UU. se convirtió en gran exportador neto de gas natural, pues en mayo sumó 19 mil millones de pies cúbicos estándar por día, refiere Global Data. Este otoño estranguló el suministro de gas a Europa; hasta julio, el gas natural licuado, desde las plantas estadounidenses, se redujo en 47.7 por ciento (de 41 mil 480 GWh en 2020 a 21.701GWh de septiembre), refirió la Corporación de Reservas Estratégicas. Por esta reducción, EE. UU. pasó de representar el 14 por ciento del suministro a solo el nueve por ciento y Argelia subió su cuota al 56 por ciento.

La explicación de ese recorte estadounidense radica en la ola de calor que asoló a la superpotencia y a Canadá, que provocó mayor consumo de energía y dificultó la reposición de sus reservas de gas, explica Rubén Esteller en el diario español El Economista.

Sin embargo, cifras de Santander Trade revelan que las principales exportaciones de la superpotencia son gas y petróleo natural o shale, seguido de aceites refinados. Sus principales clientes son Polonia y Lituania que buscan otras alternativas por sus diferencias políticas con Rusia. En cambio, los otros miembros de la UE deciden sus compras con base en los precios de Rusia.

El Instituto Oxford de Estudios Energéticos prevé que se mantendrá la competencia entre el gas licuado estadounidense y el gas natural ruso. Y ahí entra la alternativa del gasoducto ruso Nord Stream 2, cuya construcción concluyó en septiembre pasado y llevará más gas ruso al corazón de Europa a lo largo de mil 224 km.

Desde un ángulo geopolítico, este ducto es un desafío para EE. UU. y su hegemonía en el viejo continente. Su antecedente es el Nord Stream 1, que tuvo el apoyo del partido Demócrata Cristiano de la canciller alemana Angela Merkel.

Por ello, en 2019, el aún presidente de EE. UU., Donald J. Trump sancionó a las empresas que participaron en la obra submarina, tras considerarla como un riesgo para la “seguridad de Europa”. No obstante, esas penalizaciones incomodaron a varios países europeos, urgidos de energía rusa. Para el experto del Instituto Londinense de Gobernabilidad, Alan Riley, esa obra se convirtió en objeto de campañas de desinformación multidimensional y multinacionales.

Europa depende de otros gasoductos submarinos: el Magreb-Europa, que une a Argelia con España y Portugal a través de Marruecos y el Estrecho de Gibraltar; y el Medgaz, que sale de Argelia hacia España por el Mediterráneo hasta la costa española de Almería.

En 2019 se produjo un hecho notable: la acción ciudadana en favor del Gasoducto Midcat, para duplicar la interconexión de gas entre España y Francia, que asumiría dos tercios del costo de los tres mil 300 mdd. Desafortunadamente, los órganos encargados no aceptaron el plan de inversión y quedó latente en el litoral occidental.

 

Existe el Plan Europa Próxima Generación, dotado con 873 mil millones de dólares (mdd) para que la región sea la primera climáticamente neutra del mundo en el año 2050. Sin embargo, en 2020, debido a la pandemia, las energías renovables solo representaron el 19.7 por ciento del consumo total europeo, 0.3 por ciento inferior a la meta para ese año.

Si bien producir electricidad con fuentes renovables equivale a la mitad del costo de los combustibles fósiles, el avance de la transición energética resulta lento por la disparidad tecnológica entre los países de la región. Tal es el caso de Francia, cuya fuente principal de energía es nuclear, que la sitúa en mejores condiciones de enfrentar la falta de gas.

De ahí que el presidente francés Emmanuel Macron propusiera “romper el vínculo” de precios entre gas y electricidad, al ofrecer energía nuclear a sus vecinos europeos. No obstante, la mayoría desconfía de la seguridad de esta fuente.

 

Energía y rivalidades

La geopolítica del gas convirtió a Rusia en el principal proveedor de gas, petróleo y carbón de la UE, de ahí que los estrategas hablen de una ruso-dependencia energética. Sin embargo, los desesperados funcionarios que ven llegar el invierno y sus tanques de gas vacíos acusan de “chantaje” a Rusia.

Afirman que Gazprom, Rosneft y las empresas rusas limitan los suministros con intención de que Alemania active el gasoducto Nord Stream 2. A pesar de que la aún canciller Ángela Merkel negó tal intención y reclamó a los países europeos que no hicieran contratos de gas a largo plazo, el polémico gasoducto permanece como herramienta de presión occidental contra Moscú.

Durante la Semana de la Energía en Rusia, del 14 al 20 de octubre, el presidente, Vladimir Putin, atribuyó a Europa la responsabilidad en estos términos. La actual crisis “se debe a su imprevisión a la hora de acumular reservas”, un error de los últimos 10 años en que se introdujeron “paso a paso fallos sistemáticos en el sistema energético europeoˮ.

El jefe del Kremlin aseguró que el déficit eléctrico fue provocado por la caída en la generación eólica y no al revés, ya que muchos países “no rellenaron oportunamente” sus depósitos de gas. Sostuvo que su país cumple de modo impecable sus obligaciones con los socios europeos al aumentar este año el 15 por ciento en suministro de gas y el 13 por ciento con gas licuado natural.

Putin ofreció además aumentar los envíos, si es necesario, para seguir surtiendo a Europa hasta el fin de sus contratos en 2024. “Estamos preparados para abordar cualquier paso adicional: incluye dejar de lado las tensiones con Ucrania”. El mandatario advirtió que el petróleo podría subir a 100 dólares y si la UE impone una tasa sobre el carbono, pues el precio sería mayor.

De ahí que sugirió negociar mecanismos globales que regulen el mercado energético: lanzar un diálogo sustancial entre productores y negociadores, libre de prejuicios políticos y clichés impuestos.

Reducir los fuertes impuestos a la energía y redistribuir los beneficios del aumento de precios entre la población más vulnerable es la vía ideal para resolver la crisis europea y una lección para el mundo. Las crisis energéticas seguirán, pues aumentan los fenómenos meteorológicos extremos por el cambio climático y las tensiones geopolíticas.


Escrito por Nydia Egremy .

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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