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Todos los días
Todos los días
llama a mi puerta el desconsuelo…
Estoy vacía y su eco resuena
por todos los rincones de mi vida.
Se estremece mi sangre
que es un hilo de hielo
al faltarme el calor de tu presencia.
No comprendo el idioma del paisaje;
qué quiere decir “Sol”,
“cielo azul”
“aire”.
No comprendo mi ritmo,
ni mi esencia,
ni por qué sigo andando,
respirando,
contemplando a la gente,
a los perros que pasan,
a los pájaros
que mi balcón visitan diariamente.
Ni por qué la mirada,
mis ojos,
abarcan el entorno que me envuelve.
Ya no comprendo nada.
El mundo se me ha vuelto
un compañero extraño
que camina a mi lado
y no conozco.
¿Qué quiere decir “vida”?
Ya no encuentro
aquel sabor que un tiempo me dejara.
Las palmas de mis manos
se cierran sin calor,
desconsoladas.
Que eran tuyos tu casa y tu paisaje;
que está en ellos la huella de tus pasos,
el hueco de tu cuerpo…
Y está la casa llena
de tu recuerdo…
Quisiera
Quisiera tener sujeta
la naranja de la tarde
así entre las manos, fresca,
sin la piel rubia y brillante,
tirabuzón de la luna
peinado por mi cuchillo.
Qué sabor a fruta nueva
ha de tener en los bordes
el mar, la arena y el aire.
¡Qué deseo de partir
en dos mitades la tarde!
Cuando la noche se asome
a su ventanal de cobre
se tragará la naranja.
¡Ay, niña desconsolada!
Llevabas
Llevabas
en los pies arena blanca
de una playa desconocida.
Por eso
cuando a mí llegaste
no sentí tus pisadas.
Llevabas
en la voz desnuda
un compás de espera.
Por eso
cuando me hablaste
no pude medir tu voz.
Llevabas
en las manos abiertas
espuma blanca de aquel mar.
Por eso
de tu bienvenida
no pude conservar la huella.
Todo tú
venías en mi busca
y no pude reconocerte.
¡Arena blanca, compás de espera, espuma blanca!
¡Inquieto sueño de la verde orilla,
rizado de preguntas...!
III
Déjame que te lo diga
si el día ha de ser tan corto
y este vaivén de mi anhelo
se apagará en la mañana.
Déjame que te lo diga
muchas veces desiguales
lentas y desenhebradas
o ligeras de sorpresas.
Te lo voy a decir todo,
aunque después se desprenda
aquel amor presumido
y se me duerma en los ojos.
Te lo voy a decir todo.
Ni las olas, ni los barcos,
ni la estrellita perdida,
ni el aire que riza el viento.
Mi palabra nada más.
VI
Ahora que me sorprendes
de cerca, conocido,
cuando te vea múltiple
complicado y distinto,
con cada gesto único
desordenado y rítmico,
¡qué sensaciones nuevas
de sorpresas y olvidos
surgirán en el recto
espacio del instinto!
Ahora que te conozco
mil veces repetido,
inmóvil, inconsciente
en el seguro círculo,
cuando te vea múltiple
de tu compás preciso,
¡ay el aire, mis ojos,
mi corazón perdido.
relojito de plata,
tictac de lo imprevisto!
XIII
Así, las manos dobladas
sobre el delantal bordado,
los ojos sin horizontes
y el corazón desatado,
me iré quedando dormida
en la noche de verano.
Ni el más ligero desvelo
doblará el encaje blanco.
Solo el corazón perdido
por el camino más largo.
En el silencio, la sombra
aviva el lirio exaltado.
Solo el corazón perdido
su voz de plata cantando.
Toda la noche en la falda
quietas, dobladas, las manos.
Sin horizontes, los ojos
el sueño los fue cerrando.
Pero el corazón, inútil,
como un reloj, desvelado.
Mira
Mira: me gustas porque sabes
decir mentiras.
Si dijeras verdades
no me gustarías.
¡Qué dulce que sabe
la mentira!
Es buena,
noble,
decisiva.
Y la verdad
¡qué tonta y desabrida!
Siempre igual,
esperada, conocida.
¡En cambio, la mentira
qué dulce,
amarga compañera mía!
Te quiero,
porque sabes decir mentiras.
Josefina de la Torre
Josefina de la Torre Millares nació en Las Palmas de Gran Canaria, en 1907. Figura menor de la Generación del 27, fue poetisa, cantante y actriz. Su poesía tiene el estilo de su generación: sencillez formal y cercanía al lenguaje popular: Versos y estampas (1927), su primer libro, evocaba una infancia isleña en versos de arte menor; Poemas de la isla (1930) continuaba en la misma línea de poesía ligera, al estilo de las vanguardias. Comenzó su carrera en el cine doblando películas al castellano durante su estancia en París. En los años cuarenta participó como actriz secundaria en Tú eres él. Luego cambió el cine por el teatro. Participó en distintas compañías teatrales y llegó a fundar la Compañía de Comedias Josefina de la Torre. Trabajó en la radio y colaboró en series de televisión.
En los libros de posguerra, la evocación del paraíso infantil y del paisaje atlántico ha sido sustituida por una elegíaca constatación del paso del tiempo y del empobrecimiento vital que trae consigo. Murió el 12 de julio de 2002. La Academia Española de las Artes y las Ciencias Cinematográficas le rindieron homenaje en la gala de los Premios Goya, en reconocimiento a su labor como actriz y, en 2007, se celebró el centenario de su nacimiento en su isla natal.
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Escrito por Redacción