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Indio Naborí
Desarrolló una pasión hacia la poesía y sus técnicas lingüísticas y la crítica lo reconoció prontamente por su fusión de “lo culto” y lo cultural. La temática de su poesía es campesina, de denuncia social y autobiográfica.
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Seudónimo de Jesús Orta Ortiz, nació el 30 de septiembre de 1922 en La Habana, Cuba. Hijo de una familia campesina de origen español, la mezcla de ambas culturas lo influyó en su obra poética caracterizada por el uso de la décima (estrofa de diez versos octosílabos, difundida por Lope de Vega, principalmente) unida a los cantos de los labradores cubanos.

A temprana edad desarrolló una pasión hacia la poesía y sus técnicas lingüísticas y la crítica lo reconoció prontamente por su fusión de “lo culto” y lo cultural. La temática de su poesía es campesina, de denuncia social y autobiográfica.

Fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura por su vasta obra que abarca reportajes, prosa y más de 30 obras de poesías, Fue un fiel defensor de la Revolución Cubana de 1953 y amigo íntimo del Ché Guevara, Fidel y Neruda. Además participó activamente en el gobierno revolucionario como difusor de la cultura y el estudio. Falleció el 29 de diciembre de 2005, a los 83 años. 

 

La fuga del ángel

¿Adónde fuiste, ángel mío,

en la última travesura?

Tal vez quiso tu ternura

mudarse para el rocío.

Te fuiste como en el río

un pétalo de alelí;

y has dejado tras de tí

una estela de cariño,

recuerdo que, como un niño

sin cuerpo, va junto a mí.

 

Eres, pues, un niño abstracto

y vienes cuando te invoco,

vida intocable que toco

en una ilusión del tacto.

Te veo vivo y exacto

andando a mi alrededor,

y escucho tu voz –rumor

como de ala que se aleja–:

¡qué zumbido sin abeja!

¡qué trino sin ruiseñor!

 

Es que estás, aunque no estás,

cual vuelo de mariposa

sin mariposa, cual rosa

de perfume nada más.

Te fuiste y conmigo vas,

aunque el mundo no te ve,

ni sabe como yo sé

que, diluido en la brisa,

aún vives, como sonrisa

sin boca, y paso sin pie.

Es todo lo que me queda

de tí: verdad sin verdad;

una como suavidad

de seda, pero sin seda;

aroma de rosaleda

sin más presencia que aroma;

donaire de la paloma,

pero no más que donaire;

niño pintado en el aire

hablándome sin idioma.

Una piedad de la muerte

hay en esto de mirarte

sin mirarte, y de palparte

sin palparte, ni tenerte;

pues evocarte, traerte

por la ruta de un clamor,

es endulzar el dolor

de la ausencia más glacial,

con un sabor de panal

que solo fuera sabor.

Martí

Martí –antecesor de Mella,

Martí de pluma y machete,

improvisado jinete

sobre crinada centella–.

Por convertir en estrella

las cenizas de Bayamo,

le injertó patas de gamo

al vientre del caracol

y cayó de cara al sol

sin Patria pero sin amo,

 

Amo la primera libreta

donde en versos de ilusión

amarré en un corazón

mis extremos de poeta.

¡Ay! Pero el tiempo es saeta

voladora que no para,

y los versos que soñara

al pie de azules castillos

se están poniendo amarillos

de tiempo, como mi cara.

 

Amo la mano que funda

y la mano que destruye

amo la sombra que huye

y la luz que la circunda.

Amo la tierra fecunda

que el campesino trabaja,

porque la tierra que cuaja

nuestro sudor en fortuna,

nos da el cedro de la cuna

y el pino de la mortaja.

 

Magia

Estoy viendo, como quien

sueña en una noche triste,

paisaje que ya no existe

con ojos que ya no ven.

 

Magia de supremo bien

hay en el recuerdo mío,

cuyo visual poderío

desde un mirador profundo,

está repoblando el mundo

que se me quedó vacío.

Desalojo íntimo

Compay, ¡qué triste está el río!

¡Cómo solloza la palma!

Para siempre murió el alma

del guateque en el bohío.

Aquella que en el bajío

endulzó mi amarga suerte,

un día se quedó inerte,

¡y yo no sé en qué carreta

se me fue por la secreta

guardarraya de la muerte!

 

Décima

Viajera peninsular

cómo te has aplatanado,

qué sinsonte enamorado

te dio cita en el palmar.

Dejaste viña y pomar

soñando caña y café,

y tu alma española fue

canción de arado y guataca

cuando al vaivén de una hamaca

te diste al Cucalambé.


Escrito por Redacción


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