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Ese monopolio que ha causado mucha molestia en millones de personas que se vieron afectadas por el “apagón digital” del cuatro de octubre pasado, ven con buenos ojos que La Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos haya presentado una demanda “antimonopolio” contra la empresa de Mark Zuckerberg, a la que acusó de ser un monopolio que controla las comunicaciones de miles de millones de usuarios. La Unión Europea, por su parte, está buscando reducir la presencia de Facebook en el viejo continente. En este contexto se ha dado la denuncia de una exempleada (Frances Haugen) de la empresa, quien sin ningún temor señaló que la empresa para la que trabajó “permite los contenidos que incitan al odio porque eso le deja muchas ganancias a la empresa”. Además, Haugen compartió documentos internos de Facebook en los que se evidencia que Instagram “ha estado promoviendo el empeoramiento de la imagen corporal de los adolescentes”. ¿Qué libertad tienen los usuarios para hacer de estas redes sociales espacios de comunicación sin sesgos manipuladores?
Una de las más recientes acusaciones que la prensa y algunos gobiernos la han hecho a Facebook consiste en señalar que esta plataforma digital y sus aplicaciones han servido para “fortalecer a gobiernos dictatoriales” (ponen de ejemplo a Birmania, Etiopía, Honduras Y Filipinas), pues estos gobiernos han utilizado estas redes sociales para fortalecer su control despótico sobre la población de sus respectivos países. Por su parte, el diario norteamericano The Wall Street Journal, ha dedicado varios artículos a criticar a Facebook, dado que –según el diario– ha sido el vehículo para que los cárteles de la delincuencia organizada en varios países recluten a sus sicarios y miembros. Este diario también señala en dichos artículos que, a través de sus aplicaciones, Facebook ha permitido la promoción de la violencia étnica (que se traduce en persecuciones de grupos étnicos, en muertes y en desplazamientos de territorio, poniendo ejemplos como Filipinas, Sri Lanka y Honduras). Facebook se ha defendido de estas acusaciones aduciendo que ha formado una vasta infraestructura que permite detectar y eliminar las publicaciones “tóxicas” (es decir, las que promueven la violencia, la pornografía, las malas conductas, etc.). Facebook ha contratado a empresas especializadas en esa supuesta contención de la violencia y las actividades degradantes, invirtiendo más de 500 mil millones de dólares.
Sin embargo, a los simples ciudadanos de a pie, nos debe quedar claro que al gobierno norteamericano y en general a los gobiernos de los países en donde priva el gran capital, realmente no les preocupan la violencia en pequeñas naciones tercermundistas, los gobiernos dictatoriales, la promoción de conductas “degradantes”, etc. Lo que realmente les preocupa a esos gobiernos es que las redes sociales sean un mecanismo de concientización de los pueblos. Si las ventajas de Facebook, Instagram, YouTube, Messenger, etc., se aprovecharan de forma eficaz por los pueblos de todo el orbe para difundir las ideas de la auténtica liberación de la opresión del orden social, los gobiernos imperialistas legislarían de inmediato y harían todo lo posible para que esas redes sociales ejercieran una censura más fuerte y ominosa.
Por lo pronto, nadie debe creerse aquello de que las redes sociales “han permitido dar a voz a quien no la tiene”, pues se ha demostrado una y otra vez que la aparente “democratización” de la información se manifiesta en una ominosa y perjudicial manipulación, que se ha traducido en un aumento de la tasa de suicidios de adolescentes, en la frustración de miles de millones de personas que ven (como en el caso de Instagram, que lograr los cuerpos de “ensueño” que poseen las instagramers, miembros de las clases acomodadas, es algo imposible para la mayoría de las personas). La verdadera democratización de la comunicación la debemos buscar los millones de oprimidos con una cada vez más extensa comunicación entre nosotros, pero buscando la concientización y la elevación de nuestros niveles de participación social y política.
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Escrito por Cousteau
COLUMNISTA