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Los conflictos generacionales siempre han existido porque las personas reemplazadas afirman que “el pasado fue mejor”; y para participar en lo que es sólo un debate innecesario, optan por lo que un trasnochado periodista gringo de ciencias sociales recurrió al definir y caracterizar a cada generación estadounidense tras la Segunda Guerra Mundial.
Seguramente el informado lector ha escuchado, en voz de comunicadores, sociólogos y filósofos, los nombres que entonces se inventaron para aludir a las personas nacidas en distintas épocas recientes: milennials, a quienes nacieron entre el fin del Siglo XX y el comienzo del XXI; y centennials a los jóvenes emergentes ya en esta centuria. También habrá oído que “los centennials exponen su privacidad sin límites”, a diferencia de los milennials, que son “caprichosos, no soportan compromisos”, “no son románticos” y “prefieren estar solos en sus tiempos libres” o con “una mascota o una colección de likes en Facebook”; y que hay “expertos” conocedores de los Silents, Baby Boomers, Generación X, Millennials, Centennials, Alfas y otros personajes con nombres novedosos. Pero en realidad toda esta palabrería, hoy objeto de estudios “científicos” que supuestamente entienden cómo se comporta cada generación, únicamente busca conocer las preferencias de las personas para beneficio de los mercados de bienes y servicios, para que sus dueños obtengan mayores rendimientos. Toda esta nomenclatura no representa más que un simple engaño, un entretenimiento de lo más burdo, porque si hay algún joven extraviado que no sabe a qué generación pertenece, no le pasa nada, salvo que no ve ni analiza correctamente cómo es la sociedad.
El análisis y el debate sobre qué periodo de la civilización fue mejor que otro debe ser serio y centrarse en el deterioro gradual de las condiciones de vida que, desde el inicio del capitalismo hasta nuestros días, se han profundizado, especialmente en individuos pertenecientes a la clase trabajadora. ¿Qué ventaja hay en saber si los milennials prefieren estar solos?, Mucho más importante es saber por qué hoy los jóvenes no se conciben explotados en el mercado laboral igual que antes hasta dejarlos viejos, enfermos y desechables. ¿Por qué no se explica que, en este mundo de “oportunidades”, no todos somos iguales; y que, mientras muchos ven la vida pasar a través de la rendija de una casucha o desde las goteras en su techo, ¿otros pocos la miran desde un palacio? El engaño consiste en ocultar o en negar que, desde hace muchas generaciones, los trabajadores están divididos entre explotados y explotadores; que éstos cada vez idean más y mejores mecanismos para controlar y manipular a los segundos, especialmente a los jóvenes; que ambos grupos se integran en clases sociales opuestas; porque desde hace más de medio milenio, entre ellas hay una lucha permanente que mueve la historia; y que todo lo demás son pamplinas.
El sistema económico actual está agotado; y las mayores evidencias se advierten en la degradación del medio ambiente y en los seres humanos, entre quienes se intensifican la pobreza extrema, la hambruna y los entretenimientos imbéciles… en detrimento de la educación y el conocimiento científico. Pero hoy en día, el engaño les resulta cada vez más difícil porque la oscuridad y la confusión no duran para siempre; porque ningún proceso de cambio puede ser detenido eternamente; y porque la lucha del pueblo, más temprano que tarde, se impondrá a lo viejo. Al tiempo.
El concepto soberanía o autosuficiencia alimentaria es usado, desde hace muchos años, por funcionarios y políticos que pretenden exhibirse como nacionalistas y hombres preocupados por la salud del pueblo de México.
Los conflictos generacionales siempre han existido porque las personas reemplazadas afirman que “el pasado fue mejor”.
En una época confusa como la actual, cuando la lucha de las mujeres se ofrece como la simple defensa de sus derechos de género, muchas de ellas han ido más allá.
Para millones de jóvenes no hay oportunidades laborales ni académicas porque viven en un país donde el modelo de desarrollo ha impuesto una estructura socioeconómica injusta.
Los gobiernos neoliberales se han multiplicado, haciendo crecer la injusticia, aumentando la corrupción y, con la reforma judicial del gobierno de “los pobres”, se vislumbra más pobreza.
En la jocosidad tradicional, los mexicanos siempre terminamos estallando de risa después de imponernos con ingenio y astucia ante los extranjeros; pero lamentablemente, sólo ocurre en los chistes, no en la realidad.
La cifra de pobres registrada en ese diagnóstico es similar o incluso mayor a la actual; por lo que el lema “primero los pobres” es solamente una de las muchas mentiras del morenismo rampante.
Gobernar bien no es cuestión de género.
Existe algo terrible que ningún gobernante puede ocultar: el deterioro económico.
Las promesas de los políticos son como rayas en el mar: desaparecen o poco queda de ellas.
En 1990 se impulsó la educación tecnológica en el país con la creación de decenas de centros educativos especializados.
Con esta reforma, el todavía presidente López Obrador y su partido Morena, pretenden apoderarse del Poder Judicial.
Para algunos el trabajo significa castigo, para otros representa algo serio, aunque sea momentáneamente; y para los que sólo poseen su fuerza de trabajo, una opción forzada.
El mercado laboral ha empeorado no sólo porque ahora es más problemático conseguir un trabajo digno con un salario decoroso
En las últimas seis o siete décadas ha habido una enorme afluencia de la población rural hacia los entornos urbanos.
Toma protesta nuevo director de la DICEA en Chapingo
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Escrito por Capitán Nemo
COLUMNISTA