Cargando, por favor espere...

Carlos Augusto León, poeta del pueblo venezolano
Poeta, ensayista, pedagogo y revolucionario venezolano; es uno de los poetas más representativos de la poesía comprometida en su país, siempre a favor de las causas populares y en defensa de los grupos desfavorecidos.
Cargando...

Poeta, ensayista, pedagogo y revolucionario venezolano, Carlos Augusto León Arocha (Caracas, 20 de octubre de 1914 -13 de mayo de 1997) es uno de los poetas más representativos de la poesía comprometida en su país, siempre a favor de las causas populares y en defensa de los grupos desfavorecidos. Perseguido por el gobierno de Eleazar López Contreras, esta inclinación lo llevó al exilio en México, donde formó parte de la Unión de Revolucionarios Latinoamericanos (URLA), relacionándose con intelectuales como Juan Marinello, Diego Rivera, Silvestre Revueltas, David Alfaro Siqueiros, Gustavo Machado y Aníbal Ponce.

A su regreso asumió la militancia en el Partido Comunista de Venezuela y fundó, en 1942, el semanario Aquí está, junto a Miguel Otero Silva y Ernesto Silva Tellerías, publicación que sustituyó a El Martillo como órgano de prensa del Partido. Su labor política lo llevó nuevamente a prisión durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y posteriormente a un nuevo exilio. En la Unión Soviética fue premiado con la Medalla de Oro del Consejo Mundial de la Paz. Al volver a su patria fue elegido miembro del Consejo Municipal de Caracas y posteriormente senador del Congreso Nacional.

Su primer libro, Los pasos vivientes, vio la luz en 1940; a éste seguiría una amplia producción, impresa casi toda en su natal Caracas, entre la que destacan: Canto de mi país en esta guerra (1944); Homenaje a Jorge Manrique (1947); Los nombres de la vida (1947); La niña de la calavera y otros poemas (1948); A solas con la vida (1948); Moscú: ciudad del hombre (1949); Canto a Corea (1949); Canto de paz (1950); La muerte en Hollywood (1950); Tres poemas (1951); Poesías (1954); Versos ante el mural de La Gloriosa Victoria (1955); El Hombre y la estrella; prosa y poesía (1965); Tu pequeña vida (1966); Interior Hombre (1968); Tratado del recuerdo y del olvido: poemas (1969); Siempre amor (1970); Los ojos abiertos (1971); Solamente el alba (1973); Una gota de agua (1974); Vivencia de la danza (1974); Niño es más que hombre (1974); El consejero de la juventud: o, Consejos increíbles de David Amador (1974); El río fértil: poesía hasta 1980 (1980); Los círculos concéntricos (1980); Coplas de amanecer para Lupe (1983); Los dísticos profundos (1984); y Juegos del yo (1989).

En 1943 le fue otorgado el Premio Municipal de Literatura; en 1948, el Premio Nacional de Poesía por A solas con la vida; y en 1946, el Premio Municipal de Prosa por Las piedras mágicas, ensayo dedicado al poeta José Antonio Ramos Sucre, importantísima influencia literaria en toda su obra.

 

Grandes y pequeños

Encontré tan pequeños a los “grandes”,

en cambio vi que eran

tan verdaderamente grandes los “pequeños”.

El “ilustre escritor”, solo un pobre hombre,

el “notable poeta”, limitado,

mirándose embebidos largamente

a un espejo de aumento.

¡Y qué decir del rico miserable,

de su pobre universo,

de su mundo

de flores sin aromas,

de pájaros sin canto, de mujeres

sin verdadero amor, en donde todo

apesta a metálicas monedas;

de su espíritu, en fin, amonedado!

Vi al “político” plantarse ante los otros,

diciéndose expresarlos y mostrándose

como acabado ejemplo, tan vacío,

apenas con sus tres o cuatro ideas

sin cesar repetidas en engaño.

¡Qué pequeños los grandes!

Pero en cambio

he encontrado de pronto un carpintero

anónimo, perdido entre sus gubias,

sus formones y escoplos, sus cepillos;

he conocido más de un obrero

petrolero, textil, o aquí en la imprenta,

en cuya vida dura, sustantiva,

a quien nadie endilgó sus adjetivos

raudos, altisonantes,

en cuya vida escasa de monedas

brillaba limpio el Hombre,

en cuyo mundo

aún era flor la flor,

aún los pájaros

inauguraban brillantes su alborada

y la mujer amaba tiernamente

y era amigo el amigo,

el camarada. Y dije: es cierto,

son verdaderamente grandes

los pequeños.


Escrito por Tania Zapata Ortega

Correctora de estilo y editora.


Notas relacionadas