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La sociedad burguesa es aquella en la que predomina la forma de producción capitalista o el modo de producción capitalista. Una característica distintiva de esta sociedad es el grado de especialización y división del trabajo que ha alcanzado. Este rasgo ha jugado un papel positivo y negativo simultáneamente para los trabajadores en el capitalismo.
Varios economistas han abordado el análisis de este aspecto social, pero desde un punto de vista limitado y ahistórico. Adam Smith, por ejemplo, defendía los beneficios de la especialización y división del trabajo concentrado en su famoso apartado sobre la fábrica de alfileres, aunque su posición es más bien contradictoria, pues también señala la degeneración moral y mental que produce en los trabajadores.
Pero incluso pensadores no tan unilaterales como Hegel defendían el aspecto positivo de la especialización y el papel que jugaba en el desarrollo comunitario. En su visión, cuando un individuo se dedicaba a un área específica del saber, esto contribuía positivamente a la colectividad en su conjunto. Sin embargo, Hegel ignora aquí los antagonismos sociales dentro de la sociedad. Carlos Marx ha sido el que ha pensado más profundamente este problema en el capitalismo y reconoce que la especialización ha sido benéfica para la sociedad burguesa, pero a costa de la miseria material y espiritual de la mayoría de los trabajadores.
Marx hacía referencia sobre todo a la superespecialización extrema a que ha llegado el capitalismo en la fábrica con la profunda fragmentación del proceso de producción de una mercancía. Bajo esta forma de producción, el hombre pierde incluso la motivación para su trabajo. No encuentra en su actividad cotidiana satisfacción ni se realiza plenamente como humano, máxime cuando le añadimos el hecho de que el producto de su trabajo se enajena y no recibe ni siquiera los beneficios de su esfuerzo monótono.
Para Marx, esta especialización llevada al extremo no es un rasgo fortuito del capitalismo, sino más bien una característica inmanente del modo de producción capitalista. Nace precisamente del deseo de la máxima ganancia que buscan los patrones y del control de éstos sobre los medios de producción. El trabajador en realidad no tiene poder para determinar cambios en la producción.
Sin embargo, aunque la especialización no alcance este nivel grotesco, tampoco es del todo benéfico que un trabajador se limite a un área muy específica de la producción o del saber. Por los beneficios que trae consigo un conocimiento profundo de un área no se deberá abolir la especialización, pero se tendrán que dar condiciones para que los trabajadores puedan desarrollar habilidades más allá de su actividad primaria.
Marx era consciente de que la especialización creaba seres humanos limitados que no alcanzaban el grado de desarrollo multilateral que podrían lograr de no operar bajo la opresión y explotación estrecha dentro del capitalismo.
Al mismo tiempo reconocía que la especialización y la división del trabajo eran elementos que habían permitido al capitalismo alcanzar grados de productividad incomparablemente mayores que en cualquier otro modo de producción en la historia.
Schiller, el gran poeta alemán, tenía una preocupación similar a Marx sobre cómo superar dialécticamente los aspectos negativos de la especialización sin renunciar a sus cualidades positivas. Su propuesta, sin embargo, se limitaba a proponer un programa de educación estética que evidentemente dejaba intacta la base económica y material del capitalismo.
Marx propone una resolución que supera está contradicción en una forma de organización social superior. Una condición indispensable para la superación de los efectos negativos de la especialización es reducir la jornada laboral de los trabajadores. En el capitalismo ya existen las condiciones materiales y de productividad para incrementar el de ocio de los obreros; sin embargo, la falta de organización y de presión organizada de los proletarios ha evitado que los capitalistas tomen medidas en esta dirección. Con cambios en las condiciones laborales en beneficio de las mayorías, éstos podrían dedicarse al cultivo de la educación estética que promovía Schiller.
Hay que decir que, aunque la fuerza productiva en el capitalismo no tiene parangón histórico, este incremento extraordinario de la riqueza es a costa del empobrecimiento y embrutecimiento de los trabajadores. La crítica de Marx, entonces, es que el florecimiento colectivo debe ser simultáneo al desarrollo de cada ser humano. Esto significa que no debe haber sacrificios de ningún tipo de unos por otros. Aunque se afirma regularmente que los comunistas buscan sacrificar a los individuos por el colectivo, esto no es correcto. Al contrario, es el capitalismo el que sacrifica todos los días a millones de individuos en el altar de la máxima ganancia a pesar de toda la propaganda a favor de las sacrosantas libertades individuales de los ideólogos más libertarios.
Los trabajadores, bajo el yugo del trabajo asalariado y enajenante en el capitalismo, contribuyen involuntariamente a recrear una sociedad enajenada. La especialización es la potencia de la sociedad burguesa, es lo que le ha imprimido su poderío y su máximo esplendor, pero al mismo tiempo es la perdición del trabajador porque produce unilateralidades que se somatizan en el cuerpo del individuo. Produce subjetividades limitadas, parciales, incompletas, abstractas, desconectadas de su entorno y de lo que ocurre en el mundo.
El capitalismo vive de la cientificidad y la hiperespecialización; vive de la segmentación y la parcialidad; de las disciplinas acotadas que hacen las veces de feudos,en donde nadie entra y nadie sale y donde se forma una sociedad estamental, de castas y de tributos que los condena a su propia vacuidad.
El capitalismo persiste en producir individuos incapaces de pensar, pues en las escuelas no se enseña a razonar. El método probado para generar espíritus acríticos es la memorización, pero esa estrategia es insuficiente, pues sólo lleva al estudiante a acumular cifras, fechas, nombres, datos inconexos y fútiles por sí mismos.
Se les condena, pues, a seguir instrucciones, a recibir órdenes, a no usar la cabeza. Y a pesar de esto, la paradoja es que el capitalismo prospera, avanza, se mantiene estable, aunque sea momentánea y superficialmente. Sigue su camino hacia su propio aniquilamiento; se empecina en cavar su propia tumba sin que nadie sea capaz de despertar, organizarse y conducir a la humanidad hacia un camino diferente. Incólume, devora a muchos de sus hijos, porque al cabo hay muchos más para consumir, hay millones en el ejército industrial de reserva como remplazo, esperando ser exprimidos y explotados para mantener el fuego del dios capital en marcha.
El mecanicismo, pues, mata. El pensamiento mecánico, lineal, unilateral es fatal para el trabajador y para la sociedad. La estrechez de miras nos condena a la obnubilación práctica y a la nulidad política. Hace falta lo contrario: la creatividad, la imaginación, el estudio intenso que lleve a plantear proyectos de emancipación concretos para los trabajadores. Debemos aprovechar las grietas dentro del propio capitalismo para ilustrarnos, estudiar, aprender, cuestionar, imaginar, rebelarnos contra el encasillamiento estrecho de nuestra vida cotidiana. En suma, luchar organizadamente contra el empobrecimiento material e intelectual en el capitalismo.
El éxito del sistema económico radica precisamente en la destrucción de sus dos fuentes de riqueza: la naturaleza y los seres humanos.
El sistema capitalista es la causa principal de la destrucción de países, naciones y pueblos enteros.
Lo que verdaderamente está en juego es precisamente la vigencia del neoliberalismo como política económica.
El control de la información mina directamente derechos por los que los pueblos han luchado y que les han costado sangre.
El capitalismo tiene por característica una doble cara.
buzos representa un ejemplo de lucha y perseverancia en la defensa de los intereses del proletariado mexicano.
Dejó escrito Cervantes: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.
El capitalismo pretende seguir arrancando tiempo de trabajo no pagado a las inmensas masas de trabajadores del mundo.
La soledad aniquila, los sujetos se van volviendo “islas”. Este problema, que para la sociedad en general es grave, para los adultos mayores puede llegar a ser mortal.
“Las ideas dominantes de una época son las ideas de la clase dominante”: Marx y Engels
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¿A qué conduce la asimilación del “Superhombre” como ideología? Al rechazo de toda acción colectiva, a la aniquilación de la organización social, única arma verdadera de transformación.
La ciencia económica ha establecido de manera, hasta hoy no refutada, que la ganancia de los empresarios procede del tiempo de trabajo no pagado al obrero.
A cien años de la Revolución mexicana, las condiciones han cambiado. Si en un momento el capitalismo fue una necesidad en nuestro país, hoy es un lastre aquí y en el mundo entero.
Para el capitalismo corporativo, la noticia debe elaborarse y difundirse con base en una perspectiva geopolítica.
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Escrito por Arnulfo Alberto
Maestro en Economía. Candidato a doctor por la Universidad de Massachusetts Amherst, EE.UU.