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El Roman de Renart, famosa colección de narraciones de aventuras sucedidas a animales que viven, actúan y razonan como humanos, tiene como antecedente el Ysengrimus, en el que Reinard, el zorro, aparece por primera vez en la literatura europea medieval. Martín de Riquer, en su Historia de la literatura Universal dice de él: “es un poema en dísticos latinos escrito en 1152 por el clérigo Nivard de Gante que narra los azares de una peregrinación de animales en la que se manifiesta la pugna entre el lobo y el zorro. Los animales dejan de ser designados genéricamente, como ocurre en la fábula clásica, para adquirir denominaciones individuales de origen germánico: Rearidus, el ciervo; Gerardus, el gamo; Bruno, el oso; Bertiliana, la cabra; y principalmente Isengrim («yelmo de hierro»), el lobo, y su enemigo Reinhart («duro consejo»), el zorro. Parte de esta onomástica, considerablemente acrecentada por nuevas invenciones, perdurará en el Roman, cuyo éxito hará que en francés la zorra sea llamada renard, desplazando su nombre genérico goupil (derivado del latín vulpes)”.
Este extenso poema de carácter moralizante, carece de la salacidad y los escabrosos y cómicos detalles del Roman de Renart; ha sido poco estudiado, a pesar de constituir un testimonio de la epopeya satírica medieval. Heredero de las Fábulas de Fedro, ya anticipa una nueva forma de fabular que nada tiene que ver con la tradición clásica.
El Roman de Renart es un extenso poema, resultado de la compilación de 26 branches (ramas), atribuidas a varios autores anónimos, entre los que apenas se ha podido identificar a Pierre de Saint Cloud, Richard de Lison y un clérigo de Croix-en Brie; la más antigua de las branches data de 1174.
Las divertidas peripecias de los animales humanizados del Roman tienen un claro espíritu de sátira social, que retrata las pasiones humanas, los vicios y los errores de la corte; pero, lejos de la intención moralizante de su antecedente, el Ysengrimus, el objetivo es simplemente divertir al público.
En la primera Branche, titulada El juicio de Renart, el celoso lobo Isengrino acude ante Noble, el león, monarca de todos los animales, a quejarse por el ultraje que le ha inferido el zorro al acostarse con Hersenda, la loba:
Esto dice la historia en sus primeros versos. El invierno había pasado, la rosa se abría, el espino y la Ascensión se acercaba. Mi señor Noble, el león, hizo venir a todos sus animales a su palacio para convocar a cortes. Todos llegaron rápidamente, sin excusa ni pretexto, salvo Renart, el bellaco, el pillo, a quien todos acusan. Lo desprecian a su antojo ante el rey, por su soberbia y sus desórdenes. Isengrino, que no lo quiere, se queja de él ante los otros y dice al rey:
–Dulce y bello señor, tengo derecho a pedir que hagas justicia por la violencia con que Renart trató a mi esposa, doña Hersenda, cuando la encerró en su fortaleza de Malpaso, cuando la quiso forzar y orinó a mis lobeznos. Eso es lo que más me duele. Renart dijo que vendría a jurar que no era cierto; per, cuando trajeron las santas reliquias (no sé quién lo aconsejó) huyó a toda carrera y fue a agazaparse en su guarida.
El rey le dice en presencia de todos:
–Isengrino, renuncia a tu acusación: no tienes nada qué ganar recordando tu vergüenza. Cornudos son hasta los reyes y los condes en estos tiempos. También los que tienen grandes cortes padecen por lo mismo. Nunca por tan poca cosa nadie expresó tanta rabia y tanto duelo. Cuentan más los hechos que las palabras.
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Escrito por Tania Zapata Ortega
Correctora de estilo y editora.