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EFRÉN REBOLLEDO
Nació en Actopan, Hidalgo, en 1877, y murió en Madrid, España, en 1929. En la Ciudad de México hizo estudios de derecho y se recibió de abogado, fue fundador de la Revista Moderna. Ingresó a la diplomacia y representó a México en Francia, Japón, Noruega y España. Fue traductor de Wilde y Kipling. Además de poeta fue narrador. Su obra lírica más importante es, sin duda, Caro Victrix (1916). Le habían antecedido Cuarzos (1902), Hilo de corales (1904), Joyeles (1907), Rimas japonesas (1915) y Libro de loco amor (1916). Sus Poemas escogidos, con prólogo de Xavier Villaurrutia, se publicaron en 1939, diez años después de su fallecimiento. En 1997 se reeditaron, en un solo volumen, Salamandra y Caro Victrix, con prólogo de Luis Mario Schneider. En 2004 vieron la luz sus Obras reunidas, a cargo de Benjamín Rocha.
LOS BESOS
Dame tus manos puras; una gema
pondrá en cada falange transparente
mi labio tembloroso, y en tu frente
cincelará una fúlgida diadema.
Tus ojos soñadores, donde trema
la ilusión, besaré amorosamente,
y con tu boca rimará mi ardiente
boca un anacreóntico poema.
Y en tu cuello escondido entre las gasas
encenderé un collar, que con sus brasas
queme tus hombros tibios y morenos,
y cuando al desvestirse lo desates
caiga como una lluvia de granates
calcinando los lirios de tus senos.
TRISTÁN E ISOLDA
Vivir encadenados es su suerte,
se aman con un anhelo que no mata
la posesión, y el lazo que los ata
desafía a la ausencia y a la muerte
Tristán es como el bronce, oscuro y fuerte,
busca el regazo de pulida plata,
Isolda chupa el cáliz escarlata
que en crespo matorral esencias vierte.
Porque se ven a hurto, el adulterio
le da un sutil y criminal resabio
a su pasión que crece en el misterio.
Y atormentados de ansia abrasadora,
beben y beben con goloso labio
sin aplacar la sed que los devora.
EL VAMPIRO
Ruedan tus rizos lóbregos y gruesos
por tus cándidas formas como un río,
y esparzo en su raudal crespo y sombrío
las rosas encendidas de mis besos.
En tanto que descojo los espesos
anillos, siento el roce leve y frío
de tu mano, y un largo calosfrío
me recorre y penetra hasta los huesos.
Tus pupilas caóticas y hurañas
destellan cuando escuchan el suspiro
que sale desgarrando mis entrañas,
y mientras yo agonizo, tú, sedienta,
finges un negro y pertinaz vampiro
que de mi ardiente sangre se sustenta.
LA TENTACIÓN DE SAN ANTONIO
Es en vano que more en el desierto
el demacrado y hosco cenobita,
porque no se ha calmado la infinita
ansia de amar ni el apetito ha muerto
Del obscuro capuz surge un incierto
perfil que tiene albor de margarita,
una boca encarnada y exquisita,
una crencha olorosa como un huerto.
Ante la aparición blanca y risueña,
se estremece su carne con ardores
febriles bajo el sayo de estameña,
y piensa con el alma dolorida,
que en lugar de un edén de aves y flores,
es un inmenso páramo la vida.
EN LAS TINIEBLAS
El crespón de la sombra más profunda
arrebuja mi lecho afortunado,
y ciñendo tus formas a mi lado
de pasión te estremeces moribunda.
Tu cabello balsámico circunda
los lirios de tu rostro delicado,
y al flotar por mis dedos destrenzado
de más capuz el tálamo se inunda.
Vibra el alma en mi mano palpitante
al palpar tu melena lujuriante,
surca sedosos piélagos de aromas,
busca ocultos jardines de delicias,
y cubriendo las flores y las pomas
nievan calladamente mis caricias.
SALOMÉ
Son cual dos mariposas sus ligeros
pies, y arrojando el velo que la escuda,
aparece magnífica y desnuda
al fulgor de los rojos reverberos.
Sobre su oscura tez lucen regueros
de extrañas gemas, se abre su menuda
boca, y prodigan su fragancia cruda
frescas flores y raros pebeteros.
Todavía anhelante y sudorosa
de la danza sensual, la abierta rosa
de su virginidad brinda al tetrarca,
y contemplando el lívido trofeo
de Yokanán, el núbil cuerpo enarca
sacudida de horror y de deseo.
INSOMNIO
Jidé, clamo, y tu forma idolatrada
no viene a poner fin a mi agonía;
Jidé, imploro, durante la sombría
Noche y cuando despunta la alborada.
Te desea mi carne torturada,
Jidé, Jidé, y recuerdo con porfía,
frescuras de tus brazos de ambrosía
y esencias de tu boca de granada.
Ven a aplacar las ansias de mi pecho,
Jidé, Jidé, sin ti como un maldito
me debato en la lumbre de mi lecho;
Jidé, sacia mi sed, amiga tierna,
Jidé, Jidé, Jidé, y el vano grito
rasga la noche lóbrega y eterna.
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Escrito por Redacción