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Para conmemorar el 40 Aniversario del triunfo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), en 1985, el realizador nacido en Stalingrado (hoy Volgogrado), Elem Klímov (Elem es un acrónimo de Engels, Lenin y Marx) se filmó Ven y mira, un importante filme soviético. Todavía no caía el Muro de Berlín ni se firmaba el acuerdo que daba por terminada la existencia de la URSS (1991), aunque ya se acercaba la disolución del más grande conglomerado de repúblicas que había existido durante más de 70 años –el más grande y trascendente en la historia– modelo comunista de sociedad. Ven y mira es un relato fílmico que logra captar con profunda nitidez y elocuencia lo que sufrió el pueblo soviético durante la Segunda Guerra Mundial. A diferencia de los documentales que narran la hazaña del pueblo de la URSS y reflejan, también con elocuencia y fuerza descriptiva, lo ocurrido, en este filme se agregan sus valores artísticos, dadas las interpretaciones de los actores –que son excelentes y convincentes–, dadas también la gran calidad de su fotografía, su ambientación, el realismo profundo y la belleza de todo el conjunto de esta obra de arte soviética.
Ven y mira nunca ganó los premios y reconocimientos del cine de Occidente (los Oscar del cine norteamericano, la Palma de Oro del Festival de Cannes, el Oso de oro del Festival de Berlín, etc.). Solo ganó el premio principal del 14º Festival de Moscú. Sin embargo, son muchos los conocedores de cine que consideran esta cinta como una de las mejores películas de la historia.
La historia de Ven y mira se desarrolla durante 1943 en una región de Bielorrusia, contemplada por el adolescente Flyora Gaishun (Alexei Krávchenko) quien, en su interés por integrarse al grupo de partisanos que van a combatir al ejército nazi, busca hacerse de un fusil, para lo cual desentierra cadáveres de soldados en un campo cerca de su aldea. Cuando logra desenterrar un fusil, un avión de reconocimiento alemán sobrevuela el lugar. Cuando el piloto del avión detecta al joven portando un arma, el ejército nazi se presenta en la región y comienza una feroz campaña de exterminio (el realizador nos indica al final de la cinta que fueron 628 aldeas las que fueron sometidas a la “limpieza étnica”, al exterminio total; los métodos más infames, más aterradores de aniquilación, que consistían en encerrar en los templos a todos los habitantes de la aldea, incluidos los niños, para lanzar granadas al interior y finalmente prender fuego al templo, y así quemar vivos a los sobrevivientes.
Flyora conoce a Glasha una joven con quien hace amistad. Glasha terminará siendo violada tumultuariamente por la soldadesca nazi.
Los partisanos, sin embargo, logran vencer al batallón nazi y capturan vivos al comandante y a varios oficiales nazis. El comandante, que es un carnicero feroz, cuando está ya cautivo y a punto de ser ejecutado por los partisanos bielorrusos, suplica que se le perdone la vida; su argumento es que él no es más que “un viejo achacoso que necesita descansar y que él no ordenó las matanzas”. Pero a contrapelo de la cobardía y la envilecida postura del criminal, otro oficial –quien pidió que salieran del templo que iba a ser incendiado a “las personas que quisieran, pero que dejaran a sus hijos dentro”, de forma clara y sin ningún asomo de arrepentimiento– dice a los partisanos: “Las razas inferiores –como los rusos, los judíos– deben desaparecer del mundo; la raza aria debe dominar al planeta y exterminar a las razas inferiores” (hoy Ucrania es un nido de este tipo de supremacistas raciales).
Ven y mira es un ejemplo de cine de gran contenido artístico; pero, a su vez, es una obra que denuncia a los peores enemigos del género humano. Al final, después de ser ejecutados los jefes nazis, Flyora queda rezagado del batallón de partisanos y al final dispara a un cuadro de Hitler que se encuentra tirado en un charco. Cuando dispara al principal responsable de las desgracias del mundo en esos días, el adolescente siente que el mundo se reconstruye. Cinta de gran belleza y de gran contenido sociohistórico.
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COLUMNISTA