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Es muy desafortunado escuchar al titular del Poder Ejecutivo repetir, con sorna, que las clases presenciales en el sistema educativo iniciarán en agosto “llueva, truene o relampaguee”. No conforme con el descontrol de la pandemia y la economía, y sus reiteradas mentiras para ocultar errores, tenemos que pagar caro la escucha de ignorantes expresiones como en la que afirmó que gobernar no es una ciencia. En algún momento, si es que la calma llega a los mexicanos, tendrán que analizarse las malas decisiones del gobierno de la “Cuarta Transformación” (4T) para definir jurídicamente si sus repercusiones fueron asesinatos dolosos, ya que sus integrantes sabían perfectamente que estaban mintiendo y ocultando cifras de muertes causadas por la pandemia de Covid-19, con lo que propiciaron que la gente se confiara y no acatara las medidas sanitarias adecuadas.
Pero ya encarrerado, el jefe del Ejecutivo Federal no ha dudado en insistir que lo mejor que le ha pasado a México es la “transformación en marcha”, que la economía está mejor que nunca y que la pandemia está controlada pese a que se halla en plena tercer ola; tampoco ha dudado ni tantito en declarar que la letalidad está bajando, como si no le importaran los más de 300 muertos reportados diariamente en días pasados si es que, en el mejor de los casos, estas cifras son ciertas.
Y, para completar el fatal escenario, el semáforo solo sirve para burlas y memes, porque es utilizado para justificar que vuelvan a cerrar los negocios no esenciales, desobedeciendo las recomendaciones de científicos, organismos internacionales y el sentido común, que han advertido los factibles estragos de la tercera ola. Además, el regreso a clases en agosto es justificado con el argumento de que México es el último país en tomar esa medida –otra más de sus mentiras– y que el gobierno está preocupado por los daños psicológicos que el encierro de 16 meses ha provocado en los niños y adolescentes, “preocupación” no compatible con su olvido de los niños con cáncer y que denuncian la falta de medicinas, y con la orfandad de los 131 mil niños que han perdido a sus padres debido a la pandemia.
Las consecuencias de las acciones en el gobierno están documentadas por la prensa para bien o para mal, aunque no como sería lo deseable. Pero basta echar un ojo a los efectos del confinamiento sanitario en la economía para advertir que su intervención se ha reducido a decidir cuándo abrir o cerrar los negocios y a negarse a crear una estrategia de política económica para enfrentar la crisis que ha afectado a empresarios de todos los niveles y que, de acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), ha causado el cierre del 20 por ciento de las empresas.
A los problemas que enfrentaban los micros y pequeños negocios se sumaron los que generó el confinamiento, ya que muchos no pudieron pagar sus costos fijos, entre ellos los salarios de los trabajadores. Si bien muchos han reabierto, los bajos ingresos, el aumento de precios y el desempleo mantienen a la baja el consumo y, por lo mismo, sus ventas son iguales a las que tendrían estando cerrados. Pero ¿qué podían esperar si no recibieron ningún estímulo fiscal, ni subsidios para el pago de servicios y salarios?
Pero cometemos un error si pensamos que el Presidente ha preferido a la economía sobre la salud, porque eso tampoco es cierto. La economía sigue abandonada y sin rumbo; y lo único notable en este ámbito es el cambio de responsable en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), a cuyo extitular enrocó al Banco de México (Banxico), organismo autónomo en el que trata de sumar incondicionales que le cubran las espaldas. Por ello, debido a la falta de dirección y previsión en esta materia, México tardará al menos una década en la recuperación de su economía.
En relación con las clases presenciales, ni maestros ni alumnos han sido provistos de las medidas adecuadas para enfrentar las crisis sanitaria y económica. Los profesores, padres de familia, y alumnos han tenido que “rascarse con sus propias uñas”; y un millón de estudiantes han abandonado las aulas por falta de recursos para adaptarse a las clases virtuales. A estos problemas hay que agregar el deterioro de la infraestructura escolar, de los servicios básicos en los centros educativos y el hacinamiento que producirá en las aulas a partir de agosto. Entonces, el regreso a clases será el tiro de gracia a los hogares mexicanos y, aprovechando los dichos del Presidente, uno se pregunta: ¿hasta cuándo el pueblo permitirá que le siga lloviendo en su milpita?
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Escrito por Capitán Nemo
COLUMNISTA