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Noticias del Gran Mundo (II de II)
Durante toda su existencia, el cine comercial gringo ha presentado a los indígenas como unos salvajes que merecían ser aniquilados. Pero eso es mentira.
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Noticias del Gran Mundo es una narración cinematográfica que está muy lejos de esas viejas películas de Hollywood llamadas western (que ha sido en la historia del cine todo un género del cine gringo y de otras partes del mundo). Los western, tradicionalmente nos presentaban historias en las que había héroes y villanos, historias que exaltaban el individualismo y la falsa idea de que la justicia solo se pude abrir paso con las acciones de los héroes, inoculando la idea en la mente de los cine espectadores de que las masas trabajadoras son simples receptoras de los beneficios de esos hombres valientes y dedicados a hacer el bien a cambio de nada.

Pero muchos western también insuflaban ideas racistas que justificaban el genocidio que realizaron los colonizadores europeos sobre la población indígena (según cálculos de historiadores y demógrafos, la población total en el continente americano a la llegada de los europeos a principios del Siglo XVI, era cercana a los 100 millones de habitantes. Ciento cincuenta años después, no llegaba a los cuatro millones. Hubo un exterminio de los pobladores originarios: millones murieron por enfermedades como la viruela, que trajeron los europeos, a la que los habitantes originarios no podían sobrevivir, dado que carecían de defensas biológicas. Pero no solo fueron las enfermedades, fueron las masacres, la aniquilación con las armas, para despojar de sus tierras a los habitantes originarios, fue el sometimiento brutal a la explotación desmedida en las minas en los campos agrícolas, etc.).

Durante toda su existencia, el cine comercial gringo ha presentado a los indígenas como unos salvajes que merecían ser aniquilados. Por ejemplo, a algunas de las tribus indígenas norteamericanas se les atribuye la salvaje costumbre de cortar el cuero cabelludo a los muertos en los enfrentamientos con los hombres blancos; pero ésa es una gran mentira, pues fueron los conquistadores europeos los que pagaron a los mercenarios a su servicio por cada indio muerto; y la forma en que los asesinos demostraban sus logros en el exterminio era llevando, como prueba palpable del número de indígenas masacrados, las cabelleras de las víctimas.

Pero en la historia narrada por Paul Greengras, aunque se señala que los Kiowa asesinaron a la familia de Johanna, en la historia se hace patente que los indígenas norteamericanos solo se defendían del despojo de sus tierras en la guerra de exterminio de los “colonizadores” europeos.

En la colaboración anterior decíamos que Kidd es salvado por un mozalbete cuando el explotador y asesino de Thera lo va acribillar (Johanna, antes de que le dispare el asesino a Kidd, dispara con la escopeta de éste), después el mozalbete mata al secuaz de su jefe asesino. Kidd llega, después de recorrer más de 600 kilómetros, a Castroville y entrega a Johanna a sus tíos. Sin embargo, a estos parientes de Johanna no les agrada la idea de quedarse con la niña. Kidd, se va a la ciudad donde vivió antes de la Guerra Civil; llega a San Antonio. Un amigo de él le informa que su esposa murió por una epidemia de cólera. Kidd va a la iglesia en la que está enterrada María Luisa Betancourt. En ese lugar reflexiona sobre su vida y se da cuenta de que fue un error dejar a Johanna con unos parientes que no la quieren. Se dirige en su caballo a toda velocidad a Castroville. Al llegar al domicilio de los Leonberger, encuentra en el patio a Johanna amarrada de un pie a un poste. El tío se justifica diciendo que ella es una muchacha salvaje, que todo el tiempo quiere huir. Kidd le dice a Johanna que lo perdone, que se equivocó al dejarla ahí, que el lugar de ella es estar con él. Difícil dejar de ver la semejanza de este final –y en parte la de toda la historia– con la gran novela de Víctor Hugo Los Miserables, en la relación que tiene Jean Valjean con Cosette. Las actuaciones son sobresalientes, Tom Hanks con su maestría actoral, Helena Zengel muy auténtica y brillante en su papel de Johanna.


Escrito por Cousteau

COLUMNISTA


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