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Cuando pensamos en los literatos españoles, pocas veces nos viene a las mientes Benito Pérez Galdós. Si bien no es un escritor olvidado, su obra se va llenando de una fina capa de polvo que bien haríamos en sacudir. Marianela es la última de las novelas de tesis, o novelas ideológicas, de Pérez Galdós; en ellas se debatían los conflictos políticos o religiosos que envolvían la nueva época, caracterizada por el arribo de la burguesía industrial al poder.
Producto del movimiento realista en España, Marianela no busca edulcorar las atrocidades de la sociedad moderna, sino ilustrarlas, hacerlas visibles, emprender “la meritoria empresa de remover y conmover la conciencia nacional”, despertando en el pueblo español “los dormidos gérmenes del pensamiento reflexivo de un sueño de siglos” (Leopoldo Alas).
En esta novela encontramos a Marianela, joven huérfana de 16 años que, no obstante, aparenta la edad de 12; falta de alimento, desnutrida, su escuálido cuerpo ni creció ni se desarrolló y su rostro es ajado y cadavérico. Acogida por la familia Centeno, es tratada peor que un animal, pero descubre el cariño en los brazos de Pablo, un joven de alcurnia que tuvo la desgracia de ser ciego. Pablo conoce el mundo a través de los ojos y la bondad de Marianela; Marianela se siente valiosa a través del sincero cariño de Pablo.
La ceguera de él y la marginación de ella les permiten vivir su amor en una burbuja estatizada, alejada de la sociedad. Pero todo cambia cuando llega el doctor Teodoro Golfín, quien busca curar la ceguera de Pablo. Asimismo, se ofrece ante Pablo la posibilidad de casarse con su prima Florentina, opción que rechaza porque dice estar entregado a Marianela, a quien considera lo más bello de todo lo que existe en el mundo.
La Nela, como le dicen en el pueblo, es hermana de clase de los mineros explotados de Aldeacorba; mineros que, entonces como ahora, sufren no solo la más cruel discriminación, sino la más dura explotación, con horas de trabajo extenuantes, sin sueldos decentes, sin condiciones de trabajo seguras; en fin, carne de cañón para las oscuras cuevas que los devoran sin piedad. Pablo, por el contrario, es un muchacho fuerte, educado y curioso, que ha vivido siempre sin problemas porque su familia le ha proporcionado todo, gracias, en principio, a que son ellos los dueños de las minas y se quedan con las grandes ganancias producto de la explotación obrera.
A pesar de los temores de Marianela, la cirugía de Pablo es un éxito. Cae el velo de la ceguera, que le abre el panorama a mundos desconocidos, pero sobre él recae entonces, como la más pesada loza, el velo de la superficialidad y las conexiones vanas, características de la sociedad moderna. Su amor tan infinito se esfuma tan presto sus ojos se encuentran con la belleza de su prima Florentina, a quien le proclama amor eterno; y Marianela, que yace casi como cadáver en una cama, no le merece más que un suspiro.
Marianela es la fealdad de Los comedores de patatas de Van Gogh, que bien se han descrito como “son lo que comen”; si solo se alimentan de patatas, sus rostros deformados y sucios, ajados y grisáceos, mostrarán su mala alimentación. Una lectura superficial podría hacernos pensar que Pablo rechaza a la joven “por ser fea”, una trágica historia de amor envuelta en la superficialidad de la belleza. Sin embargo, Benito Pérez Galdós fue un crítico de su sociedad y en sus novelas no faltó nunca la polémica social. En Marianela nos encontramos a Nela como producto de su historia, de su malnutrición, de su abandono, de su explotación; por otro lado, tenemos a Pablo y a Florentina, jóvenes educados y de alcurnia, que son también el reflejo de sus condiciones sociales y económicas favorables, que son posibles gracias a la explotación del resto de la sociedad.
Una vez que ha caído el velo que marginaba a Pablo del resto de su clase, hay una realidad innegable y evidente que separará para siempre a los dos enamorados: la clase social a la que pertenecen. La profunda conexión espiritual desaparece en el momento en que Pablo, reconociéndose como potentado, no ve en Marianela a su igual, sino a un ser inferior y sí, por el contrario, se reconoce en Florentina. He ahí la gran lección que nos quiere dejar Benito Pérez Galdós, y he ahí la importancia de leerlo y recomendarlo.
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Escrito por Libia Carvajal
Colaboradora