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Este libro es la denuncia novelada de los extremos abusos laborales, agrarios y mercantiles que la empresa estadounidense United Fruit Company (UFCO) cometió en plantaciones de plátano de Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Panamá y otras naciones de Centroamérica durante casi medio siglo hasta que sus trabajadores, organizados por dirigentes de izquierda –la mayoría militantes comunistas– lograron acotarlos y mejorar un poco su situación socioeconómica junto con la de los pequeños y medianos agricultores. Entre esos líderes estuvo Carlos Luis Fallas Sibaja, quien fue liniero y cortador de bananos en su natal Costa Rica –específicamente en la región sur, la cual colinda con Nicaragua y Panamá– y quien en Mamita Yunai (pseudónimo popular y burlón que los ticos aplicaban a la compañía del imperialismo yanqui) acopió sus experiencias vitales como cortador de plátano.
Fallas, nacido en Alajuela en 1909 y fallecido en San José en 1966, cursó hasta el segundo año de secundaria; primero fue ferrocarrilero, luego zapatero, liniero, dirigente sindical bananero y militante del Partido Comunista de Costa Rica. (PCCR). Posteriormente se convirtió en exitoso autor de seis novelas, entre las que resaltó Mamita Yunai (1940) de importante contenido social denunciatorio y gran valor literario. Carlos Luis fue dirigente de las federaciones de Trabajadores Bananeros del Atlántico (FTBA) y del Pacífico (FTBP) y lideró la gran huelga bananera de 1934 en Puerto González Víquez, a partir de la cual los trabajadores emprendieron su lucha para acotar la explotación laboral de la UFCO, que había sido fundada en 1909 y después de declararse en quiebra en 1970 adoptó el nombre de Chiquita Brands International (CBI).
Entre las prácticas abusivas denunciadas por José Francisco Sibaja –el personaje central de Mamita Yunai y sin duda seudónimo del propio Fallas– resaltan el bajísimo pago de salarios por desmontar bosques de grandes árboles a fin de sembrar plantas de banano, preparar tierras, cortar plátanos en racimo y transportarlos en carros tirados por mulas, oficios aludidos con los nombres cortadores, concheros, muleros y carreros. En las tierras cultivadas por la UFCO las jornadas eran de 12 horas; los trabajadores dormían amontonados en pocilgas de madera con pisos de tierra que estaban cubiertas con hojas de palma, zinc o banano, carecían de servicios médicos y solo estaban dotadas con botiquines provistos con alcohol, vaporrub, mentolate y pastillas de quinina.
En estos campamentos era infaltable otro negocio de la Mamita Yunai: tiendas donde los bananeros debían comprar alimentos, ropa y aguardiente (ron) a precios cinco veces mayores que en las aldeas vecinas. Pero la United no solo explotaba a sus trabajadores, sino también a los pequeños y medianos productores locales de plátano, a quienes compraba este producto a precios bajos, con frecuencia rechazaba sus racimos y los obligaba a destruir sus plantaciones para propiciar la escasez de banano en territorio gringo y otros países, a fin de aumentar sus ganancias.
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Escrito por Ángel Trejo Raygadas
Periodista cultural