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En Michoacán, cuatro de cada 10 jóvenes han dejado de buscar empleo ante la ausencia de ofertas de trabajo y porque las pocas que hay son de mala calidad, revela un estudio del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO).
Hoy en día, la población de entre 15 a 29 años tiene un nivel educativo superior al de aquellos que tienen mayor edad. Mientras que seis de cada 10 jóvenes han concluido el bachillerato, solo cuatro de cada 10 personas de entre 40 y 49 años tienen este mismo nivel de estudios. Por cada joven con primaria como máximo grado de escolaridad, hay tres adultos de entre 40 y 49 años con ese mismo nivel educativo”, precisa el documento, que además destaca que el porcentaje de jóvenes con acceso a la educación superior ha aumentado considerablemente.
En 2005, apenas el 11 por ciento –alrededor de 2.2 millones de personas en este grupo– concluyó una licenciatura; y en 2022 aumentó 18 por ciento, porcentaje equivalente a 4.1 millones de jóvenes. Sin embargo, cuando ingresan al mercado laboral, enfrentan condiciones deprimentes que no corresponden a su nivel de preparación ni a sus aspiraciones, pues los salarios son muy bajos y las prestaciones sociales son ínfimas o nulas.
En esta situación se halla Sofía Melgar, quien, en entrevista con buzos, aclaró que a pesar de que tiene una licenciatura debe trabajar en una empresa privada que brinda servicios de cable e Internet, en la que percibe un mejor salario y tiene prestaciones sociales que no hallaría en la práctica de sus estudios universitarios.
“Estudié la licenciatura en lengua y literatura hispánica hace seis años en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Al terminar, comencé a buscar trabajo. En mi carrera no hay mucho, pero se puede ser docente de materias como español, literatura, sintaxis y ortografía, lectura y redacción, por mencionar algunas. Entré a una preparatoria privada vespertina; ahí me pagaban por hora 35 pesos, y trabajaba dos horas diarias por cinco días; eran 350 pesos semanales sin goce de prestaciones, solo vacaciones y sin paga. Al año entré también a una secundaria en la mañana, donde me daban 45 pesos por hora y trabajaba a la semana cerca de nueve horas; sumando esos 405 pesos con los 350 semanales de la prepa ya juntaba más de 700 pesos; pero no me alcanzaba y tampoco tenía prestaciones”, explicó Melgar.
Sofía recuerda el cariño de sus alumnos, pero también que el trabajo era mucho y los recursos que recibía eran insuficientes para cubrir los gastos en sus hogar.
“Era pesado, se me juntaba el trabajo de las dos escuelas, y aparte tenía que revisar las tareas y preparar las clases de secundaria y de la preparatoria. Después llegó el virus del Covid-19, lo que me obligaba a pagar sin falta el Internet con lo poco que ganaba para dar las clases en línea. El virus también me llevó a considerar que no tenía un seguro social o de gastos médicos por si me enfermaba y me ponía grave. Seguí con la ayuda de mis papás como maestra, pero a inicios del año pasado renuncié y me metí a trabajar al call center donde ahora laboro. Estoy en atención a clientes y me pagan mejor, tengo prestaciones y seguridad social”, y añadió:
“Extraño mucho enseñar lo que con tanto amor y pasión estudié. Extraño a mis alumnos y dar clases de literatura y de redacción, pero definitivamente hay poco trabajo bien remunerado. De mi generación, si no me equivoco, únicamente dos personas laboran de lo que estudiamos y uno de ellos ni siquiera trabaja en Michoacán. Se fue a Guanajuato y creo que da clases de literatura en una universidad. Los demás nos dedicamos a cosas distintas, unos venden cosas, otros son emprendedores, otros estamos en empresas que nada tienen que ver con lo que estudiamos; pero igual le buscamos para salir adelante, aunque sea de algo que no estudiamos”, concluyó.
Las estadísticas del IMCO revelan que seis de cada 10 jóvenes no participan en el mercado laboral. Un 83 por ciento no está disponible para trabajar, lo cual se entiende porque, debido a sus edades, están concentrados en su educación; pues más del 70 por ciento de los jóvenes que no trabajan son estudiantes.
La informalidad atrapa a los jóvenes
A pesar de que el gobierno estatal de Alfredo Ramírez Bedolla presumió que, en 2022, Michoacán ocupaba “el tercer lugar con mayor nivel de ocupación laboral”, el portal datamexico.org informó que, en realidad, la tasa de informalidad laboral en el estado es del 67.9 por ciento.
Según el IMCO, los jóvenes que ingresan al mercado laboral con un empleo informal tienen mayores probabilidades de permanecer en la informalidad. En el primer trimestre de 2022, la tasa de ésta fue de 67.4 por ciento en los jóvenes, la segunda más alta después de los adultos mayores (75.8 por ciento), y mayor a la tasa de informalidad promedio del país, que era de 55.2 por ciento.
“La formalidad en el empleo brinda mayor estabilidad a las y los trabajadores. Un trabajo formal se caracteriza por brindar seguridad social y mejores prestaciones, como el acceso a servicios médicos, fondos de ahorro para el retiro, créditos hipotecarios, primas vacacionales y compensaciones por incapacidad”, destacó el mismo estudio.
En Morelia, el cinco por ciento de los jóvenes entre 14 y 29 años no estudia ni trabaja, porcentaje poblacional equivalente a 35 mil jóvenes de los 246 mil que aproximadamente viven en la ciudad, informó por su parte Denisse Chanthal Paulín Nateras, extitular del Instituto de la Juventud Moreliana (Injum).
La especialista advirtió que muchos de los denominados “ninis” invierten su tiempo en redes sociales, en las que buscan cómo emprender o ayudar en las labores domésticas y a cuidar a sus hermanos menores. Durante la contingencia sanitaria, el desempleo en el sector juvenil aumentó 23 por ciento en la capital de Michoacán.
Paulín Nateras consideró que la recuperación actual se debe a que los jóvenes son quienes dominan la tecnología de la comunicación; un ejemplo de ello lo ofrece el caso de Verónica Luna, licenciada en ciencias de la comunicación por la Universidad Vasco de Quiroga (UVAQ) de Morelia.
Debido a la falta de empleo y a los salarios bajos que predominan en el área profesional para la que estudió, Verónica se dedica hoy al comercio en bazares y se ha abierto paso trabajando para pequeñas y medianas empresas (PyMes) con el diseño de imágenes plásticas y campañas de publicidad en redes sociales y páginas web.
“Hago playeras personalizadas. Todos los fines de semana me encuentran en diferentes bazares del estado; es donde ingresa la mayor parte de mi recurso. Busqué trabajo cuando egresé de la escuela y logré ser reportera en un canal de noticias locales; pero lo que me pagaban, lo gastaba en transporte para el traslado, aparte el gasto de desayunos y comidas. Cuando podía hacerlo, incrementaba el costo, pero ganaba muy poquito. Un día me sentí muy presionada a ganar más dinero y a una amiga se le ocurrió lo de las playeras personalizadas. Junté dinero y comencé a ponerme en los bazares; aunque no es un empleo formal me da para comer y para los gastos de la casa. También ‘me puse pilas’ y comencé a ofrecer servicios a PyMes; les hago campañas publicitarias en Internet y llevo sus redes sociales. Y aunque no me lo enseñaron en la escuela, yo sola he aprendido cómo llevarlo con pequeños cursos”, aseguró a buzos.
En lo que concierne al problema de la migración, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) informó que, entre 2015 y 2020, de Michoacán de Ocampo salieron 110 mil 781 personas para radicar en otras entidades. De cada 100 personas, 16 se fueron a vivir a Jalisco; 12 a Baja California; 11 a la Ciudad de México (CDMX); nueve a Guanajuato y nueve a Querétaro. 42.2 por ciento de estas personas migró debido a problemas familiares y el 14.3 por ciento para buscar trabajo.
Para Verónica Luna, sin embargo, la causa principal por la que muy pocos jóvenes ejercen su carrera profesional se debe a la falta de oportunidades de empleo en Michoacán; por eso la mitad de ellos prefiere salir del estado:
“Por lo que alcanzo a percibir, son pocos los michoacanos que ejercen su carrera. De los jóvenes que conozco de mi generación, creo que entre 30 o 40 por ciento tiene un trabajo de lo que estudiaron; y de ese porcentaje la mitad salió de Michoacán. Unos a otros estados y otros a países como Estados Unidos, todos afirmando lo mismo, que no hay trabajo, o que aquí pagan muy poco, sin duda. Amigas, amigos y conocidos míos han salido del estado por lo mismo: buscar mejores oportunidades de crecimiento profesional”.
Programa de ayuda “para un ratito”
Jóvenes Construyendo el Futuro, uno de los programas sociales emblemáticos del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), carece de metodología operativa y de personal especializado para determinar si sus beneficiarios están efectivamente capacitados para el trabajo.
En 2019, más de un millón de jóvenes fueron integrados a este programa, y el Gobierno Federal destinó un presupuesto de casi 24 mil millones de pesos (mdp) en becas, según un estudio del Consejo Nacional de Evaluación de Política de Desarrollo Social (Coneval) sobre el funcionamiento del programa Jóvenes Construyendo el Futuro, que figura entre los 17 programas sociales del Gobierno Federal.
En Michoacán es frecuente escuchar a jóvenes que fueron sus beneficiarios con el problema de que “es un programa de ayuda para un ratito”, debido a que cuando concluye la beca, han seguido sin encontrar un empleo con salario justo y formal, es decir, con servicios médicos y prestaciones sociales.
El informe del Coneval destaca que la única verificación de Jóvenes Construyendo el Futuro es realizada por los denominados Servidores de la Nación, que dependen de la Secretaría de Bienestar y quienes se limitan a constatar la presencia física de los becarios en los centros de trabajo.
Esto significa, plantea el Coneval, que la capacitación de los beneficiarios en los centros de trabajo no es evaluada, ni mucho menos se comprueba o demuestra que las empresas estén “transfiriendo los conocimientos establecidos en el plan”.
“Formé parte del programa en 2019; recibía cuatro mil 310 pesos mensuales. Estuve colaborando en el Palacio Clavijero, en Morelia, no me gustó estar ahí, tengo neuromielitis óptica y este trastorno me dificulta caminar. El Palacio Clavijero es de dos pisos; y a pesar de que los trabajadores sabían de mi condición y de que el programa es de integración al trabajo para personas con discapacidad, la pasé muy mal, pues a nadie le importaba que se me complicara hacer ciertas cosas como subir y bajar las escaleras. Además, al concluirlo, no encontré trabajo por más que busqué”, lamentó a este semanario Saida Ramírez, exbecaria del programa Jóvenes Construyendo el Futuro, licenciada en derecho y ciencias sociales, carrera que no ejerce y hoy trabaja en un negocio que sus padres tienen en uno de los mercados de Morelia.
“Ahora les ayudo a mis papás en el puesto que tienen en el mercado Independencia; por mi discapacidad, me es más complicado encontrar un trabajo con buen sueldo y con goce de prestaciones. Soy abogada titulada por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo; reflexioné muchas veces en poner un despacho, pero por la enfermedad de Devic (conocido también como trastorno) se me complican muchas cosas en cuanto a funciones, lo cual empeora todo”, explicó.
Sobre el trabajo de los Servidores de la Nación reveló: “es fundamental y muy necesario que esas personas vayan más allá, que no solo revisen si los becarios están asistiendo o no, sino que los conozcan y que brinden capacitación al personal para un buen acompañamiento de los jóvenes. Además, también se necesita que los chicos que asisten hagan actividades conforme a su carrera o profesión. Yo, siendo abogada, sacaba copias entre otras cosas que nada tienen que ver con el derecho y las leyes; al igual que otro chico que era mi compañero. Pero aparte de las copias, creo que estaba al pendiente de los grupos que asistían a las exposiciones; creo que él estudió historia o algo parecido y tampoco nada que ver lo que estudió con lo que hacía”.
El Injum señaló que ahora solo en el Ayuntamiento de Morelia, en el programa Jóvenes Construyendo el Futuro, trabajan 560 jóvenes.
“Desde mi parecer, este programa que puso en marcha AMLO para apoyar a los jóvenes que no trabajan, es solo una ayuda o apoyo temporal mientras se recibe el dinero. Sí, puede afirmarse que es para un ratito; ya que, concluido el programa, uno vuelve a la realidad y encontrar un buen empleo actualmente no es fácil. No basta con estar preparado, el programa muchas veces no te da la experiencia necesaria y además no hay buenos trabajos aquí en Michoacán”, denunció Saida.
También es importante señalar que la relación entre empresas y beneficiarios del programa está limitada a la capacitación; que los becarios son promovidos por la Secretaría de Trabajo y Previsión Social (STPyS) y que, durante el año de su capacitación, las actividades de las empresas no se comprometen a ofrecer plazas de trabajo formal a los becarios al término de la capacitación, por lo que el programa no tiene una visión de largo plazo.
Además, en el caso de Michoacán, este programa no ofrece solución a los centenares de jóvenes que poseen estudios de licenciatura, incluso de posgrado y que ahora se encuentran inactivos por falta de oportunidades laborales.
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Escrito por Laura Osornio
colaboradora