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Este libro del lingüista estadounidense se integra con una selección de análisis críticos previamente formulados en libros, conferencias, entrevistas de prensa y discursos cuyo contenido esencial es la denuncia de las prácticas político-económicas abusivas y criminales de la oligarquía imperial de Estados Unidos (EE. UU.) en otros países. Las denuncias de Noam Chomsky (Filadelfia 1928) incluyen lo mismo el apoyo de los gobiernos de su país a dictadores militares de Europa, América Latina, África y Asia, que el intervencionismo de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para promover golpes de Estado contra gobiernos democráticos; el financiamiento socioeconómico a otras naciones que en realidad ocultan proyectos de explotación de recursos naturales y laborales para favorecer el enriquecimiento de sus grandes empresas trasnacionales. En este caso específico, Chomsky cita la Alianza para el Progreso que impulsó el expresidente John F. Kennedy al inicio de los años 60.
En la lista de denuncias de Chomsky –sustentadas con información de los archivos oficiales del gobierno y la prensa estadounidenses– resaltan también la presencia de exagentes alemanes nazis y fascistas gringos en la (CIA); asesinatos políticos contra jefes de Estado de otros países; el uso de tortura física y psicológica; el control masivo de su misma población con base en la permisividad en el consumo de drogas; la creación de instituciones oficiales represivas como las Guardias Nacionales, grupos “terroristas”, “escuadrones de la muerte” (herencia del nazi alemán Heinrich Himmler), bandas delictivas comunes como la “Mara Salvatrucha” y organizaciones gerenciales dedicadas al narcotráfico, cuyas tareas de compra-venta y sicariato tienen como objetivo final propiciar el lavado de dinero sucio por cuenta de algunos de los grandes negocios industriales y comerciales de la oligarquía estadounidense. Varias de estas compañías que hoy gozan de prestigio internacional realizaron sus primeras inversiones con dinero que provino de las “guerras del opio” que el gobierno de Inglaterra promovió en China en el Siglo XIX.
El analista afirma que desde el término de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), cuando el Tío Sam se asumió como “el matón a sueldo del mundo”, los presidentes de EE. UU. pueden ser catalogados como “criminales de guerra” porque brindaron apoyo incondicional a las dictaduras militares de su “área segura” (Latinoamérica, Europa mediterránea, Asia Menor, Medio Oriente, África y Sudeste Asiático), toda vez que éstas cometieron genocidios que implicaron la muerte de varios millones de civiles. En el recuento de Chomsky resaltan algunos gorilitas caribeños y centroamericanos que durante varios años defendieron con eficacia los intereses gringos: Rafael Leónidas Trujillo, de la República Dominicana; los tres integrantes de la dinastía de Anastasio Somoza en Nicaragua; Efraín Ríos Montt en Guatemala, Francois Duvalier (Papa Doc) en Haití y Manuel Antonio Noriega, quien en Panamá cumplió con una doble tarea: comerciar con drogas y gobernar su país “democráticamente”.
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Escrito por Ángel Trejo Raygadas
Periodista cultural