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“La poesía no es un fin en sí.
La poesía es un instrumento,
entre otros, para transformar
el mundo”: Gabriel Celaya.
Soy de los que están convencidos de que esta crisis sanitaria sólo está mostrando más crudamente el verdadero rostro de desigualdad económica-social que genera un sistema en putrefacción: el capitalismo. Las crisis sacan lo mejor y lo peor de cada quien. La actitud de muchas personas, por un lado, se enmarca en una solidaridad que podríamos llamar oportunista (ya que difunden su “apoyo” en aras de una marca o de una imagen) y, por el otro, abiertamente egoísta y salvaje. Sin embargo, hay casos ejemplares de una genuina empatía y solidaridad con nuestros semejantes, lo que permite pensar que todavía existen personas que entienden el significado amplio de humanidad.
Es por esas actitudes que leer poesía se hace extremadamente indispensable, ya que la poesía es la palabra artísticamente combinada para generar en el ser humano los sentimientos más bellos, las emociones más hondas, los pensamientos más profundos. Por eso, aprovechando el aniversario luctuoso del poeta español Gabriel Celaya quiero recomendarles su poesía, pues él, desde un compromiso histórico-social y artístico, empleó a la poesía como un "arma cargada de futuro". Celaya fue uno de los poetas más representativos de la poesía social; su obra se reconoce como “una gran síntesis de casi todas las preocupaciones y estilos de la poesía española del siglo XX”. Durante su fructífera vida, escribió más de 80 libros de poesía y 12 textos teatrales.
Pero Celaya no fue un poeta para los exquisitos. No. Su compromiso fue con los más desprotegidos, y eso se sentía en su poesía, no sólo en el mensaje, sino también en la claridad de sus versos, de tal manera que, a través de ellos, lograba que el pueblo se sintiera identificado. Celaya tenía claro que la poesía social no es sólo poesía de protesta y que “Al pueblo hay que darle lo mejor, pero hay que ayudarlo a que lo absorba y se sienta cautivado por ello”. Celaya se consideraba el portavoz de las inquietudes e inconformidades del pueblo, lo fundamental en su poesía era la identificación de ésta con el lector, y así lo describía: “la poesía eres tú (el lector), con el que el poeta establece un diálogo, pero, sobre todo, lo fundamental es su vibración interior, eso que hace que ésta contagie definitivamente al lector, que hace así suyo el poema. Eso es la poesía social”.
La conciencia que él tenía de su misión de portavoz del pueblo se refleja en su obra “Lo demás es silencio”, poemario que publicó en 1952. En esta obra, Celaya trata de analizar su propia experiencia, debatiéndose entre el existencialismo y el marxismo. Contiene un debate dialogado entre tres personajes que encarnan tres fases de la metamorfosis del autor: un protagonista existencialista, un mensajero marxista y el coro, que encarna al pueblo pobre. No sé si en vida o después de muerto, ni quién, publicó fragmentos de “Lo demás es silencio” como si fuera un poema aparte, con el título de “Mensajes, diálogos del mensajero”. Y aunque éste termina con las últimas palabras del Mensajero, el poema completo termina con el Protagonista porque es su aceptación final:
“Y en el silencio brillan las estrellas tranquilas
Y hay alguien que contempla desde lejos mi vida.”
La poesía de Gabriel Celaya, pues, es una poesía profunda, totalizadora. El propio Celaya se ve obligado a definir: "Mi poesía tiene sus etapas muy bien definidas, surrealismo, existencialismo, poesía social y poesía personal”. Considero entonces que tenemos que recordar a Gabriel Celaya, leyendo a un hombre que vivió las vicisitudes de la vida, al que nada humano le era ajeno, un poeta comprometido con su tiempo, que construía versos con el filo de una lanza y le daba voz a los olvidados de la Tierra que en tiempos de pandemia también se olvidan. Quizá así despierte en nosotros una genuina solidaridad con nuestros semejantes en esta difícil situación, sobre todo con quienes no pueden mantenerse en casa, que son la mayoría.
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Escrito por Editorial Esténtor
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