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Rita Cetina Gutiérrez, Cristabela (22 de mayo de 1846 - 11 octubre de 1908), ha sido reconocida como una de las pioneras del magisterio en Yucatán. Auténtica feminista, desde su cargo de directora del Instituto Literario de Niñas, en Mérida, impulsó la enseñanza de las letras, la música y las artes plásticas y, a decir de Eduardo Urzáiz Rodríguez en los apuntes introductorios a su Historia de la Educación Pública desde 1911, “su verdadero mérito, el más firme pedestal de su gloria, es haber sido la primera modeladora de ese hermoso tipo femenino, alma presta a todas las abnegaciones, inteligencia abierta a todas las corrientes del progreso, que se llama maestra yucateca”. José Esquivel Pren reconoce tres ejes temáticos en la producción poética de Rita Cetina: lo patriótico, lo descriptivo y lo hogareño.
El 12 de agosto de 1867, con motivo de la restauración de la República, La Razón del Pueblo, periódico oficial del estado de Yucatán, publicó por primera vez su poema A Méjico, el mismo que ella declamaría la noche del 15 de septiembre de ese mismo año en el Palacio Municipal de Mérida durante la celebración del aniversario de la Independencia nacional. Destaca en este poema la belleza con que Rita Cetina festeja la retirada de las tropas invasoras y el tono esperanzado con que celebra la victoria sobre el imperio francés. Llama la atención que en este poema Rita no ensalza a un individuo excepcional, a quien haya que atribuir la proeza de expulsar al ejército extranjero; el suyo es un héroe colectivo, es el pueblo quien se ha coronado con la victoria: “pues siempre puede más un pueblo unido / que cien tronos o imperios a la vez”.
Por la perfección formal de sus octavas reales y la sincera emoción que transmite, A Méjico tiene un sitio destacado entre la poesía heroica y nacionalista, propia de los discípulos de Víctor Hugo, y que floreciera en estas tierras en la segunda mitad del Siglo XIX.
A MÉJICO
Eres libre por fin, patria querida
cesó el yugo fatal que te oprimía,
para siempre cayó la tiranía,
que tanto tiempo tu recinto holló.
Levántate otra vez y con orgullo
a tus hijos contempla en la victoria…
ciñe sus frentes el laurel de gloria,
conquistado en el campo del honor.
¡Libre eres ya! Después de tanto tiempo
de una constante, ensangrentada lucha,
por todas partes con placer se escucha
de “Libertad” el grito repetir;
ya la bandera nacional triunfante
tremola en todas partes orgullosa…
Mas cubre con su sombra generosa
aun a aquellos que osaron delinquir.
Que si algunos ilusos descarriados,
ambiciosos de glorias y de honores
olvidaron tu enseña y tus colores
por la intrusa bandera del francés
al ver por la traición tu suelo hollado
levantóse entusiasta el pueblo entero,
y el pabellón de Napoleón tercero
cayó roto en pedazos a sus pies.
Así al héroe valiente de Magenta
contempla de tu pueblo ya vencido,
pues siempre puede más un pueblo unido,
que cien tronos o imperios a la vez,
y si ese pueblo con denuedo lucha
por recobrar su libertad perdida,
nada le importa, no, perder la vida,
si su patria después libre ha de ser.
Así los hijos del heroico Anáhuac,
peleando con valor, con arrogancia,
han demostrado a la soberbia Francia
que intentaba su patria esclavizar,
que nada son en Méjico sus leyes,
sus invencibles fuerzas, sus pendones,
pues cubiertos de oprobio, hechos girones
se han marchado muy lejos a ocultar.
Ya no más a las playas mejicanas
guardadas por tan nobles defensores
volverán otra vez los invasores
a quitarles el suelo o la heredad.
¡Méjico es libre! Y su preclaro nombre
de sus hijos la gloria inmortaliza.
El pueblo es grande al fin, y su divisa:
¡Independencia, Patria y Libertad!
(Mérida, julio 15 de 1867).
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Escrito por Tania Zapata Ortega
Correctora de estilo y editora.