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Los intelectuales orgánicos del fascismo
Uno de los rasgos económicos más característicos del fascismo fue el que surgió en países altamente industrializados y que, a principios del Siglo XX, no habían participado en el reparto de colonias del llamado “tercer mundo”, como fue el caso de Alemania, Italia y Japón. A este hecho hay que agregar otros no menos relevante: la práctica del principio de autoridad o jefatura: “el partido domina al Estado, los jefes dominan al partido, el secretariado domina a los jefes y el líder supremo domina al secretariado y al sistema”; la eliminación en todas sus formas de oposición política e ideológica; la centralización del poder político y económico y la desmovilización de las clases bajas (media-media, obrera y agraria).
Y también, por supuesto, la glorificación de la violencia guerrera como supuesta expresión de “espiritualidad” y “creatividad poética”, fórmula propagandística, con la cual atrajo tanto a muchos hombres comunes con vocación militar como a varios intelectuales románticos. Tal estética fascista fue elaborada con prédicas muy simples como la de Mussolini, quien afirmaba que era “mejor vivir un día como león, que 100 años como oveja”; o la de Hitler que, después de prohibir corrientes artísticas como el futurismo, impresionismo, expresionismo y el surrealismo, exigió a los intelectuales nazis “claridad y sencillez” en sus creaciones.
Pero la adhesión de la mayoría de los filósofos, académicos y artistas fascistas no fue espontánea. En 1931, Mussolini obligó a mil 250 académicos universitarios de Italia a someterse al fascismo para no perder sus cátedras; solo 12 rechazaron esa imposición, entre ellos Benedetto Croce –quien inicialmente había sido adicto– Giuseppe Ungaretti, Salvatore Quasimodo, Alberto Moravia y Piero Martinetti, quienes contaron con el respaldo de Giuseppe Tomassi Lampedusa, autor de la novela Gatopardo. En contraste con ellos, Gabriel D’Anunncio, Giovanni Gentile –que fue colaborador directo de Mussolini– y Luigi Pirandello siguieron hasta el final de su infausta aventura política.
En Francia fueron fascistas Louis Ferdinand Celine; autor de la novela Viaje al fin de la noche (1932), Charles Maurrás, organizador de la Acción Francesa y Drieu la Rochelle; en Alemania fueron nazis los escritores Gotfried Benn, Alfred Balimer (quien llegó a afirmar que “Hitler transformó la idea de Hegel en realidad”), Lucien Benda, Oswald Splenger y Ernest Jünger. En Inglaterra, destacaron T. S. Elliot y D. H. Laurence; y en Estados Unidos (aunque residente en Italia) el poeta Ezra Pound, quien escribió unos de sus famosos cantos en loor del fascismo; y una vez derrotado fue llevado preso a su país y groseramente exhibido en un jaula, cuando visiblemente ya había enloquecido.
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Escrito por Ángel Trejo Raygadas
Periodista cultural