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Los campesinos de Azinyahualco y Zoyatepec, pueblos pertenecientes a la región serrana del municipio de Chilpancingo, Guerrero, denunciaron que acaparadores de Acapulco, Ciudad de México (CMDX) y Michoacán, les ofrecen un peso por elote sin darles otra opción que malbaratar sus cosechas de maíz.
A un costado de los caminos arcillosos, miles de mazorcas se pudren con la aparición de hongos debido al exceso de lluvias y por la falta de un sistema de comercialización que les permita venderlas a tiempo sin exponerse a sufrir grandes pérdidas materiales, pese a que su entidad es históricamente una de las principales abastecedoras de maíz de la región central del país, con 370 mil hectáreas (ha) anuales de este cultivo.
A esta difícil situación, de la que forma parte el consumo de maíz como principal fuente de alimentación de sus familias, se suman otros, entre los que destaca la presencia de integrantes de la delincuencia organizada quienes, armados y con amenazas, les impiden vender directamente sus mazorcas en Acapulco, Tierra Colorada y Chilpancingo, entre otras regiones. Este hecho y la ausencia de apoyo de las autoridades, mantienen a los campesinos en el desánimo ante el cultivo de maíz, cuya labor es cada vez menos redituable.
Filiberto Torres, campesino de Azinyahualco, reveló a buzos que el primer problema que deben superar para sembrar maíz consiste en conseguir dinero para adquirir semilla mejorada; luego deben comprar herbicidas para evitar las plagas; después el fertilizante, porque el que les da el Gobierno Federal resulta insuficiente; cuidar las tierras durante casi tres meses y, cuando la cosecha ya está a punto, deben enfrentar una complicación mayor: la búsqueda de un mercado donde puedan vender su maíz.
Pero a estos problemas se han agregado otros más complicados, como el de la irregularidad de la temporada de lluvias, que primero se retrasó y ahora se ha prolongado, provocando el crecimiento de hongos y creando mayores dificultades para vender su cosecha. También enfrentan a la presencia de compradores intermediarios (acaparadores) en sus comunidades, que llegan en camiones Torton para ofrecerles un peso por elote, un precio de burla que han debido aceptar durante años porque no tienen otra alternativa; y si rechazan esa venta, sus mazorcas tiernas se pudrirían y perderían su inversión y el trabajo de tres meses.
En Azinyahualco, la situación fue mucho más grave debido a la pandemia del virus SARS-COV2, la falta de otros empleos en la región y a que la mayoría de las milpas ya se descompusieron por la abundancia de las lluvias, porque los elotes ya no llenaron y las mazorcas no sirven para grano, lo que provoca pérdidas totales. Los que pudieron vender sus elotes a peso la pieza, no perdieron todo, pero los demás cayeron en el desánimo porque los suyos se pudrieron; y ahora solo les queda conservar la esperanza de que en las temporadas de riego enero-febrero y junio-agosto podrán sembrar nuevamente e intentar vender su cosecha.
Un paraíso, pero sin mercado
Azinyahualco “lugar de mucha agua”, se encuentra en medio de una majestuosa cañada boscosa, rodeado de enormes cerros llenos de árboles, cascadas y ríos cristalinos. El paisaje es indescriptible y el calor combina a la perfección con el frío. Su gente respeta la flora y fauna. Abundan las aves exóticas, los animales salvajes en peligro de extinción. La región es considerada como de alto riesgo por las difíciles condiciones de comunicación y transporte. Por ello, tras el paso de los huracanes Ingrid y Manuel, que los dejó incomunicados durante seis meses –de los cuales tres se refugiaron en Ocotito– el gobierno construyó 94 casas en Zoyatepec, un pueblo ubicado a media hora de caminata.
El hermoso paisaje del pueblo contrasta con la situación socioeconómica de los campesinos, quienes disponen de tierras muy fértiles y agua suficiente para sembrar maíz, calabaza, aguacate, plátano, tomate, jitomate, mandarina y limón “tequilero”, pero carecen de medios para vender directamente estos productos en otras poblaciones y se hallan a merced de los acaparadores.
Para sembrar media hectárea necesitan 10 kilogramos de maíz; cada kilo tiene un costo de 150 pesos; los fertilizantes –el bulto de sulfato de amonio– cuestan 300 pesos y el bulto de 18.46 DAP (sulfato diamónico) 500 pesos, respectivamente. También deben comprar herbicidas, otros insumos, pagar tractor y peones. Esta vez sí recibieron apoyos del Programa Nacional de Fertilizante (PNF), pero las cuotas fueron insuficientes para abonar sus cosechas y debieron pedir que se vigilara el reparto, porque cuando éste inicia de forma escasa, curiosamente llega a las tiendas privadas.
Unas 100 familias viven en Azinyahualco. La mayoría se dedica a las labores del campo y en esta temporada perdieron sus cosechas. Los intermediarios compran el litro de elote (que equivale a 25 piezas) en 25 pesos. Esta oferta es terminante –“la toman o la dejan”– y los campesinos no tienen otra opción que vender a ese precio, porque de otra manera perderían toda su cosecha. En esta temporada, el precio del elote llegó a menos de 20 pesos el litro, que no les resulta redituable; y para no tener más pérdidas, decidieron no vender, ya que para el corte del elote deben pagar peones y el flete para el traslado.
Juan Torres, uno de los campesinos afectados, reveló que los acaparadores acordaron pagar a un peso el elote, que ellos comercializan en más de 100 pesos el litro. En la temporada junio-agosto de este año, perdió más de media hectárea porque a su milpa le cayó el chahuixtle, plaga de hongo que seca la milpa y pudre el fruto, que le impidió madurar y utilizarse como grano.
También lo afectó el hecho de que él y sus vecinos, al igual que pobladores de Ocotito, no pudieron vender directamente sus cosechas en Chilpancingo y Acapulco, donde se enfrentan a mafias de comerciantes que les impiden vender en tianguis y mercados. A este problema se suma la delincuencia organizada que pretende cobrarles altas cuotas por vender sus productos en las ciudades, incluso a los policías que los infraccionan por carecer de permiso para vender en los municipios.
Los campesinos de Azinyahualco perdieron más de 10 hectáreas de elote que se pudrieron en esta temporada; las milpas serán cortadas y quemadas en los próximos días para empezar la nueva temporada de siembra, con la que esperan llevar el sustento básico a sus familias y ganar poco con los tres meses de trabajo bajo el Sol. “Los campesinos de la zona serrana de Chilpancingo no podemos seguir teniendo solo pérdidas de inversión, de cosecha y de esperanza para seguir produciendo. Necesitamos apoyo de las autoridades y ponernos de acuerdo para impedir que sigan tratándonos mal y llevándose nuestro producto a precio muy bajo, es una burla”, demandó Juan Torres.
Zoyatepec, productor de elotes
Situado a media hora de camino de terracería sobre la carretera Chilpancingo-Acapulco, a la altura de la comunidad Ocotito, se encuentra Zoyatepec, pueblo productor de elotes. En su territorio hay una unidad de riego que modernizó el actual gobierno del estado. Irriga 36 hectáreas, en contraste con las 100 hectáreas de temporal. Los acaparadores también llegan ahí para llevarse los elotes.
Alejandro López, productor del pueblo, informó que se necesitan aproximadamente 20 mil pesos para sembrar una hectárea de maíz, que si se da bien, producirá mil 200 litros de elote, cuya venta generará unos 30 mil pesos, cantidad de la que descuentan los insumos que requiere el cultivo: tractor, semilla mejorada fertilizante (se abona en tres ocasiones), herbicidas y pago de peones.
Ésta fue la tercera cosecha anual en que malbarató el elote para recuperar al menos un poco de la inversión. En Zoyatepec viven unas 200 familias, la mayoría dedicadas al campo, quienes aseguran que una buena venta es la que llega a 40 o 45 pesos por litro.
Alejandro López hizo un llamado a los productores de Zoyatepec y de Azinyahualco para ponerse de acuerdo en el precio del litro de elote “y a no permitir que continúen burlándose de nosotros. También debemos organizarnos para que las autoridades nos brinden espacios para vender y revertir la grave situación que viven los campesinos de estos pueblos”.
Luego de lamentar que no se valora el trabajo de los agricultores de la sierra de Chilpancingo, solicitó a las autoridades municipales la instalación de un tianguis campesino en Chilpancingo, capital del estado de Guerrero, al menos un día a la semana, para que ahí puedan vender sus productos. Esta propuesta no ha sido atendida por el nuevo gobierno estatal de Guerrero, mientras miles de mazorcas se pudren debido a la negligencia de las autoridades municipales, estatales y federales.
El Presupuesto de Egresos de la Federación 2021 (PEF-2021) eliminó 17 programas del sector agropecuario que disponían de un gasto global de cinco mil 300 mdp, entre los cuales se halla el de Crédito a la Palabra, Vinculación Productiva, Desarrollo Rural, Fomento Ganadero. Esta situación difiere de lo que el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) declaró, en el mensaje político de su III Informe de Gobierno, en el que aseguró que el campo está produciendo sin limitaciones y que el año pasado la producción agropecuaria aumentó dos por ciento.
También planteó acciones de apoyo al campo, la entrega directa de recursos a productores, la entrega de fertilizantes a los 340 mil 460 campesinos de Guerrero, del restablecimiento de los precios de garantía, la siembra de árboles frutales y maderables en un millón de hectáreas, etcétera. Sin embargo, muchos de esos aspectos no se apegan a los hechos, pues al menos 30 mil de los 340 mil productores de maíz guerrerenses no están inscritos en el padrón de beneficiarios del programa de fertilizantes y, en consecuencia, no reciben este insumo. Y los productores que lo reciben solo satisfacen el 25 por ciento de sus necesidades productivas, además de que deben invertir en la contratación de maquinaria agrícola, semillas mejoradas, pesticidas y asesoría técnica, apoyos que el Gobierno Federal eliminó, lo cual ha afectado a muchos de los productores de las 22 millones 663 mil toneladas de maíz en grano que cada año se producen en México.
La agricultura en Guerrero no está en su mejor tiempo; y a pesar de que, en estas dos últimas temporadas, la naturaleza ha beneficiado con buenas lluvias al campo, hay muchas limitaciones para producir el maíz. En igual situación se hallan los productores de jamaica, café y coco, que tampoco recibieron ningún apoyo del Gobierno Federal, ni del gobierno del estado, mucho menos de los municipios.
En Guerrero, las promesas del Presidente para el campo no han pasado del discurso y las pocas se limitan a la entrega de dádivas asistencialistas, mientras los campesinos más humildes de las siete regiones del territorio guerrerense están abandonados a su suerte y sembrando solo para el autoconsumo, incluidas las de Costa Chica y La Montaña.
En la zona serrana de Chilpancingo, la inseguridad pública es hoy en extremo peligrosa y los acaparadores están sitiando a los campesinos más humildes y poniendo en riesgo el cultivo de maíz, actividad que procede de los miles de años de la época prehispánica y es la base de la dieta diaria de la población mexicana.
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Escrito por Olivia Ortíz
Reportera