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Juan Antonio Corretjer, revolucionario y polígrafo
En "Poema para otro aniversario", hace un vertiginoso recorrido por los momentos más importantes de su vida y refrenda sus ideales, los mismos que lo llevaran, en varias ocasiones, a la prisión y al exilio.
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Invitación: Antología de poesía es un valioso esfuerzo de divulgación de la obra del puertorriqueño Juan Antonio Corretjer Montes (tres de marzo de 1908 - 19 de enero de 1985) y de interesar a los lectores en la obra de este revolucionario y combatiente por la independencia de su patria, orador, poeta, periodista, historiador, editorialista, crítico literario, narrador, ensayista y fundador de numerosos periódicos y revistas; es decir, un polígrafo en la perfecta extensión del término. Esta compilación de su obra poética corrió a cargo del colectivo de Casa Corretjer, y vio la luz el 1º de marzo del año 2000, coincidiendo con el aniversario del ataque al Congreso de Estados Unidos (realizado en 1954) “por los cuatro héroes nacionales: Lolita Lebrón, Irvin Flores, Andrés Figueroa Cordero y Rafael Cancel Miranda”.

En el prólogo, los compiladores señalan: “El Corretjer escritor publicó cerca de 20 libros, decenas de folletos y colaboró en cientos de publicaciones. Una carrera literaria –compartida con la de líder revolucionario– de cerca de 60 años que dejó miles de manuscritos, recortes de artículos publicados en periódicos en Puerto Rico, Estados Unidos, Cuba y varios países de toda América. Al fallecer, su viuda, Consuelo Lee Tapia, confió a La Fundación Corretjer todos los originales, manuscritos y archivos personales del cialeño. Este material se ha preservado (tal vez unas dos mil 500 páginas) para que estudios posteriores organicen mejor su obra”.

En Poema para otro aniversario, publicado por primera vez en Aguinaldo Escarlata (1974), el bardo de Ciales, depositario de la conciencia colectiva de su pueblo y figura destacada en la lucha antiimperialista y contra el neocolonialismo yanqui hace un vertiginoso recorrido por los momentos más importantes de su vida y refrenda sus ideales, los mismos que lo llevaran, en varias ocasiones, a la prisión y al exilio, y se declara un hombre universal, heredero de las grandes civilizaciones y un comunista que hasta el último aliento conservó “el deseo de ver a todos los obreros del mundo unidos y triunfantes”.

 

Quiero recordarles cuando nací, yo,

hijo pecador de Diego Candoroso y María Brígida Circunspecta.

Y hace mucho tiempo, ahora se cumplen no sé cuantos años,

esposo amantísimo de Consuelo La Rebelde.

El Balbas saltaba entonces tan espumoso y ancho

que parecía macizo, duro y en la callada noche

la Sonadora bramaba sobre la Plaza de Ciales como

si se dejara caer desde la vieja Torre de la Iglesia.

La gente sabia del pueblo –que la había–

pronosticaba cómo, un día,

el río correría por las calles

e invisiblemente llegada, la luz se haría en todo Ciales

con solamente apretar un botón, un botoncito negro y redondo.

Nadie sin embargo, nadie era tan atrevido

o sabio para dejarnos saber

que llegarían los tiempos cuando

oiríamos tronar en nuestras propias casas

los cañones de España,

los obuses de Coventry

y muchísimo menos contemplar

la luna pisoteada por los imperialistas.

(Y uno, así, poeta y combatiente y todo

sin poder siquiera decir jí.)

He vivido bastante para ver cumplidas

aquellas profecías, he vivido

para ver realizado lo no predicho

–yo, Juan Antonio Corretjer Montes, de 65 años

de edad en 1973,

pasado por desazones y traiciones,

penalidades y combates y

retrocesos y hambres;

jamás humillado, jamás herido ni aplazado,

atreviéndome siempre sencillamente a ser quien soy,

tal y como me lo aconsejó una tarde en Atenas olímpica

el más eminente de mis antepasados:

a mí, griego de Ciales,

africano de Loíza Aldea,

romano de Lares, catalán de La Jagua,

puertorriqueño desde Fajardo hasta Cabo Rojo

y comunista hasta sentir la tierra en que nací como si fuese una

hermana dolida, ultrajada, violada, abandonada, dejada

de la mano de Dios, tan triste que me obliga

a matar sin sentir odio ni ganas de matar;

a morirme del deseo de ver a todos

los obreros del mundo unidos y triunfantes.

Y a vivir, vivir, querer vivir

para vengar a Van Troi traicionado,

para combatir junto a Toño y a Manuel,

luchar junto a los que tienen dieciocho años,

hasta clavar el último dólar contra el paredón de Jayuya

y llegándome hasta la tumba de Albizu

–Ya está hecho, viejo, decirle.


Escrito por Tania Zapata Ortega

COLUMNISTA


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