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Dos noches, de Heinrich Heine (I de II)
Fue el poeta romántico más aclamado en la Europa del S. XIX, gracias a la publicación de más de 20 poemarios y a sus actividades como periodista, ensayista, creador de novelas cortas de folletín y una militancia liberal, republicana y socialista utópica.
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Este escritor alemán (Dusseldorf, 1797-París, 1856) fue el poeta romántico más aclamado en la Europa del Siglo XIX, gracias a la publicación de más de 20 poemarios –entre ellos el Libro de canciones (1827)– y a sus actividades como periodista, ensayista, creador de novelas cortas de folletín y una militancia liberal, republicana y socialista utópica. Debido a esta ideología y a su ascendencia judía fue perseguido en Alemania y, a partir de los años 40, se exilió en Francia, donde abjuró del romanticismo porque según él derivó en una corriente literaria muy “sentimental y arcaizante”. En ese mismo periodo tradujo a su idioma natal El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel Cervantes de Saavedra.

La prosa de Heine se caracteriza por su sencillez, fidelidad en la descripción de personajes, paisajes y objetos y, asimismo, por su tendencia a satirizar y a reflexionar sobre dichos y hechos. En sus dos novelas más conocidas, Dos noches y Memorias del señor de Schnabelewopski, es frecuente advertir su propuesta estética de que la poesía escrita puede ser reproducida “literalmente” en obras de música, danza, pintura, escultura y arquitectura a pesar de sus lenguajes específicos. Es decir, que estas artes pueden decir lo mismo mediante el uso de alzas y bajas de sonido y tono; desplazamientos, pasos y saltos de baile; colores y trazos en telas, piedras y aun estructuras físicas más grandes y complejas.

En una página de la primera novela Maximiliano habla de Leyser, pintor sordo entusiasta de la música, que escribe de ópera en un diario de Hamburgo y en la cara y los movimientos de los músicos de la orquesta lee y evalúa la eficacia con que éstos interpretan los guiones musicales, Pero ¿qué hay de extraño en ello? En los signos visibles de la ejecución, el pintor sordo ve las notas ¿No hay hombres para quienes las notas mismas no son sino signos invisibles en los que oyen colores y figuras?, cuestiona este personaje en presencia de María, una amiga enferma a la que entretiene con este tipo de historias.

En otro de sus relatos, Maximiliano recuerda a un grupo de artistas callejeros franceses que actúan en el puente Waterloo de Londres, el conjunto está integrado por Lorenza, joven y bella bailarina; la anciana tamborilera Madre de Negro; el violinista enano Turlutú y el Perro Sabio, un can que con el hocico y letras de madera compone la frase “Wellington, el héroe”. La comparsa se mueve con música de los compositores italianos Gioachino Rossini y Vincenzo Bellini, que da ocasión a que Max repita la teoría estética de su creador (Heine) con el siguiente párrafo:

“…. en cada movimiento de arco de Niccolo Pagainini (el más famoso violinista europeo del entresiglo XIX-XX) pone ante mis ojos imágenes y situaciones visibles, y en una escritura plástica de sonidos me contaba todo género de historias estridentes, que desfilaban ante mí como un fuego coloreado de sombras, en que él mismo, con su música, era el protagonista…”.


Escrito por Ángel Trejo Raygadas

Periodista cultural


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