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“Los avaros no creen en una vida futura, para ellos, el presente lo es todo. Esa reflexión arroja una claridad horrible sobre la época actual donde, más que en ninguna otra, el dinero domina las leyes, la política y las costumbres. Instituciones, libros, hombres y doctrinas; todo conspira para minar la creencia de una vida futura sobre la que se apoya el edificio social desde hace mil 800 años. Llegar per fas et nefas (por cualquier medio, sea justo o injusto, legal o ilegal) al paraíso terrenal del lujo y los placeres vanos, petrificar el corazón y macerarse el cuerpo en busca de posesiones transitorias, es el pensamiento general, pensamiento por otro lado escrito en todas partes, hasta en las leyes, que preguntan al legislador: '¿qué pagas?', en lugar de decirle: '¿qué piensas?'. Cuando esa doctrina haya pasado de la burguesía al pueblo, ¿qué será del país?”: Honoré de Balzac.
No hay mejor forma de reseñar la novela Eugenia Grandet que con palabras de su propio autor, quien en vida escribió La Comedia Humana, integrada por una serie de novelas en las que retrató fielmente a la sociedad de una época tan turbulenta de Francia que se vio marcada por la caída de la monarquía y el ascenso de la burguesía, que asumió el poder con la Revolución de 1789.
Esta obra es el reflejo de una clase que nació con la revolución que la protagonizó y desarrolló: la burguesía. Félix Grandet, el patriarca de la familia, representa al burgués en ciernes, cuya característica principal es la necesidad de atesorar todo lo que cae en sus manos y lo lleva al extremo de vivir en la austeridad para acumular millones de francos en el ático de su casa. Su hija Eugenia contrasta frente a esta conducta vil. Es ajena a las riquezas que posee su padre porque cree que viven en la más descarnada de las pobrezas, pues éste cuenta hasta el dinero que la familia gasta en la comida, en la tela que su madre compra para hacer prendas y en las velas que consumen al día.
Sin embargo, el pueblo conoce bien al señor Grandet y sabe –si no de cierto, a ojo de buen cubero– que por más que aparente pobreza y rectitud, es un hombre abusivo que regenta todos los terrenos del barrio, cobra todo; y que tiene por principio no dar ni mostrar sino guardar, guardar y guardar. La alta sociedad tampoco desconoce su posición; por ello las familias de vieja alcurnia –quienes para entonces se hallan en la miseria económica debido a que la aristocracia ha caído con la monarquía– se acercan a él para pedirle la mano de Eugenia, a quien llenan de elogios con el único fin de obtener las riquezas del padre.
Eugenia, finalmente, se rinde ante las palabras de un primo caído en la desgracia y quien será la fuente de su infelicidad, porque ella representa el amor más puro pero también el más ingenuo, ya que su encierro y las “previsiones” de su padre la incapacitaron para conocer a la gente. Su ingenuidad, la muerte del señor Grandet y la posesión de una gran fortuna, que desconoce, son la causa de su desdicha; pues se convierte en “blanco fácil” de una sociedad que está cimentándose sobre la base de la compra-venta de absolutamente todo, hasta del amor, como le ocurre con su primo, quien le vende su amor a cambio de dinero.
Por el estilo de la narración, las lecciones de vida que contiene y la actualidad de su trama, recomiendo ampliamente esta novela. Además, es conveniente leer todas las obras de Balzac, porque en ellas está impresa ya la realidad actual de una sociedad obsesivamente atrapada en crisis financieras y transacciones comerciales, en la que la ideología del rico ha permeado sobre el marginado, lo ha enajenado y lo ha embrutecido hasta el punto de que no es capaz de mirar sus cadenas. Una sociedad verdaderamente enferma que necesita curarse antes de que sea tarde. Es necesario leer a Balzac, en síntesis, porque sus novelas ayudan a despertar las conciencias de las personas para que adviertan con mayor objetividad el mundo que las rodea.
Escrito por Libia Carvajal
Colaboradora