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Marie Jean-Antoine Nicole Caritat, marqués de Condorcet (1743-1794), fue el político más lúcido, limpio y progresista generado en la Revolución Francesa de 1789. Matemático, economista, historiador y filósofo, Condorcet formuló las propuestas sociales más avanzadas de su época, entre las que destacaron la defensa de los derechos humanos, el voto a la mujer; la educación universal, laica, gratuita y obligatoria; la eliminación de la esclavitud y la reivindicación socioeconómica de las masas. Escribió alrededor de un centenar de tratados “multidisciplinarios” entre los que destacan su Ensayo sobre cálculo integral. Veintiséis ensayos de análisis matemático y su Bosquejo histórico sobre el progreso del espíritu humano, libro póstumo (1795) en el que reseña la historia del hombre desde una perspectiva científica. Su oposición militante a la pena de muerte le costó la vida, pues los jacobinos lo enviaron a la guillotina por haber abogado en favor del rey Luis XVII con argumentos humanitarios.
A la pregunta ¿Es conveniente engañar al pueblo? –Debate Público, Madrid 2010– Condorcet responde categóricamente: No; y argumenta que ningún gobernante debe mentir a su pueblo y que ningún padre debe hacerlo con sus hijos, ya que el deber de las personas ilustradas es abrir la mente de sus semejantes a la realidad para que se liberen del “yugo de las tradiciones” fincadas en falsas verdades. Pese a su pertenencia al partido Girondino de la Revolución Francesa, Condorcet contravino las supuestas bondades de la “noble mentira”, que desde la Grecia clásica sustentaban jefes de Estado y filósofos como Platón, y que en el Siglo XVI actualizó Nicolás Maquiavelo (Italia 1469-1527) en su libro El Príncipe. Condorcet concibió su tratado como respuesta indirecta a un concurso de disertaciones sobre el tema que, en 1778, convocó el rey de Prusia, Federico II, donde participaron 42 intelectuales europeos, entre ellos el enciclopedista francés Jean D’Alambert.
“¡Qué moral esperar de un sistema en el que uno de sus principios consiste en apoyar las falsas opiniones del pueblo y otro en el que se sustenta que los hombres cultos tienen el derecho a engañarlo con tal de retenerlo en sus errores y en las cadenas de las que ellos han sabido liberarse!”, exclama indignado Condorcet. Sin duda, su cosmovisión científica lo indujo a conclusiones demasiado aventajadas, contundentes y agresivas para su tiempo: “Para que la opresión pueda ser útil para el opresor, es necesario que el oprimido sea presa de la superstición o esté privado de la razón: ésa es la razón por la que la sumisión imbécil de algunos pueblos era muy cómoda para sus sacerdotes y por lo que la sumisión de las bestias de carga proporciona tanta utilidad a los hombres”.
Tras un análisis minucioso sobre la procedencia moral, pragmática y política de la “noble mentira”, Condorcet concluye que “hay muy pocos casos en los que callar la verdad es útil”; que solo en alguno pudiera serlo y que de todas las mentiras, la “más perjudicial y peligrosa es la que asegura que es útil para los hombres”.
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Escrito por Ángel Trejo Raygadas
Periodista cultural