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La documentalista brasileña Petra Costa (hija de dos activistas que lucharon contra la dictadura militar brasileña que gobernó desde la década de los 70 hasta 1985; su abuelo fue empresario de la construcción) realizó un muy interesante trabajo en 2019 con el documental Al filo de la democracia que no solo narra el ascenso al gobierno de Luiz Inacio Lula Da Silva, su encumbramiento como el político más popular en Brasil, sino también nos describe las condiciones en que se fue fraguando su caída y su encarcelamiento. Me parece que conocer esa parte de la historia reciente de Brasil es algo a que nos obliga el hecho de que estamos a unos días de que ocurra la segunda vuelta en las elecciones para presidente de la República en el gigante del Cono Sur; la contienda electoral entre el izquierdista Lula Da Silva y el ultraderechista Jair Mesías Bolsonaro es una de las más disputadas por la poca diferencia en las preferencias que existe entre estos dos políticos.
El documental va desarrolla a través de la historia política de Lula y va mostrando el desenvolvimiento de la democracia brasileña, la radiografía de un orden social que, a decir de la realizadora, aunque se haya vestido de democracia, sigue siendo profundamente elitista, sigue siendo un orden en el que unas cuantas familias adineradas son las que realmente determinan quiénes son los que pueden dirigir a la nación. Según algunos críticos, lo que llevó a Costa a hacer este documental fue el hecho de que, en 2016, su abuelo fue involucrado en el caso judicial que se le instruyó a Lula al ser acusado por sus enemigos políticos de corrupción. Petra decidió dar una mirada al fondo político y social de ese hecho, que determinó que en 2018 Lula Da Silva, encarcelado, ya no pudiese competir por la presidencia de Brasil.
Algo que Petra Costa destaca desde el inicio de su narración documental es el gran carisma de Lula, descrito como un “escultor en la arcilla humana”. Sin embargo, para la cineasta el líder brasileño cometió un grave error: aliarse con la derecha, hacer coalición de gobierno con el Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), el cual urdiría la trampa en la que se consumaría el encierro carcelario de Lula.
Costa nos indica en su documental que los logros de Lula en el combate a la pobreza fueron muy notorios no solo en Brasil, sino en todo el mundo: sacó de la pobreza a 20 millones de brasileños con sus programas sociales como “Bolsa familia” (consistente en la entrega mensual de 30 dólares a millones de familias pobres); también triplicó el número de afrodescendientes que accedieron a la educación universitaria, logro que el desempleo cayera a niveles históricos y que Brasil, con el fortalecimiento del mercado interno al elevar los salarios de los trabajadores se colocara como la 7ª potencia económica mundial, cuando en años anteriores se había colocado apenas en el lugar número 13 (el “izquierdista” mexicano Andrés Manuel López Obrador tendría que aprender mucho del expresidente brasileño en materia económica, pues Lula no se conformó con programas sociales de entrega de dinero, sino que fortaleció por la vía de la elevación de los salarios en términos reales lo que permitió el fortalecimiento de la productividad de los trabajadores, su poder adquisitivo, lo cual fortaleció a su vez el mercado interno). El presidente gringo en aquellos años, Barack Obama lo calificó como “el político más popular del planeta”.
Cuando se descubrieron en territorio brasileño reservas de petróleo de las más grandes del mundo, aquella “bendición –señala Petra Costa– se convirtió en maldición”.
En Brasil, como en varios países de América Latina, la corrupción ha sido un fenómeno recurrente, pero no ha sido ni es la causa de la gran desigualdad social y de la pobreza de la mayoría de la población. Sin embargo, el combate a la corrupción ha servido como un pretexto para tratar de aniquilar políticamente a los opositores.
Escrito por Cousteau
COLUMNISTA