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Un ensayo sobre la evolución
Desde que se publicó El origen de las especies, en 1859, la palabra evolución ha sido utilizada indiscriminadamente a diestra y siniestra.
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Desde que se publicó El origen de las especies, en 1859, la palabra evolución ha sido utilizada indiscriminadamente a diestra y siniestra. Sin embargo, su significado original o correcto en términos científicos es más difícil de explicar de lo que se cree. La evolución biológica ha sido propuesta, estudiada y replanteada por grandes pensadores. La evolución es un proceso de cambios biológicos inducidos por el ambiente que favorece la adaptación y sobrevivencia de los seres vivos. Las distintas definiciones y corrientes son tan complejas como la vida misma y debido a los cambios medioambientales que actualmente sufrimos quizá sea oportuno revisarlas.

En el principio, la teoría de la evolución propuesta por Charles Darwin (1809 - 1882) apuntaba que los cambios que tienen lugar en los individuos, provocados por el entorno durante un periodo considerablemente largo de tiempo, dan origen a nuevas y mejores especies en función de su habilidad para perpetuarse en la obtención de recursos (alimento).

Sin embargo, en las ciencias biológicas no hay verdades absolutas y diferentes críticas de los detractores de la teoría de Darwin han sido expuestas y seguidas por otros científicos. Una de las más importantes provino de Richard Dawkins, en 1976, quien afirmó que el factor importante en la evolución son los genes que forman unidades duplicadoras que modulan actos altruistas o egoístas.

Por ejemplo, se sabe que ciertas gaviotas anidan unas cerca de otras y que cuando sus polluelos nacen y están desprotegidos, otras gaviotas oportunistas aprovechan para darse un festín alimenticio con ellos, sin necesidad de pescar; esto, de acuerdo con el autor, representa un acto egoísta.

Por el contrario, un acto altruista puede ejemplificarse cuando las abejas protegen la comida de la colmena clavando su aguijón. Se sabe que diferentes órganos vitales del insecto están unidos a dicho aguijón, por lo que su desprendimiento puede provocarle la muerte. Desde el punto de vista de estas dos teorías, los individuos (Darwin) o los genes (Dawkins) que tienden a una “fortaleza egoísta” tendrán más posibilidades de sobrevivir, mientras que las especies con tendencias altruistas tenderán a desaparecer.

Si volteamos la mirada solo por un momento hacia la sociedad en que vivimos, nos motiva a pensar si nuestra conducta se relaciona con lo planteado y si explica en parte los ánimos de autodestrucción entre sociedades y naciones supeditado a la extinción de las buenas acciones.

Sea, o no, el caso, William D. Hamilton (1936 - 2000) formuló una teoría sobre las tendencias altruistas consanguíneas en pro de la evolución.  Dicho de otra manera: ayudar a “familiares” aumenta el éxito reproductivo del individuo ya que, aunque puede ser costoso para el altruista, los genes estarán presentes en los parientes beneficiados y serán transmitidos a las siguientes generaciones asegurando su lugar en el planeta.

Por ejemplo, existen ciertas aves que en presencia de un depredador simulan tener un ala rota con el fin de llamar la atención del “atacante” y alejarlo del nido, salvando de esta manera a su progenie. Hoy en día se sabe que diferentes procesos evolutivos pueden ocurrir en menos tiempo  y que no son necesarios cientos de años para que la evolución pueda ocurrir; tal es el caso de ciertos reptiles que, por peculiaridades ambientales cambiaron su alimentación y la forma de su boca para poder consumir el nuevo alimento y librarse de la extinción. Sin duda en la naturaleza existen más ejemplos como éstos incluidos en el reino vegetal que hace mas de 100 años no se podrían haber observado y sea cual sea la teoría o teorías correctas o el proceso por el cual se lleva a cabo, algo es verdad, nuestro planeta y todos los seres que habitamos en él, estamos en constante evolución.


Escrito por Luis Alfredo Herbert Doctor

COLUMNISTA


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