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Un documental que valora científicamente la importancia de El Día de la Victoria
En La Historia silenciada de Estados Unidos, los capítulos dedicados a la Segunda Guerra Mundial destacan el enorme costo humano y material que pagó la Unión Soviética en su lucha contra el nazismo.
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En La Historia silenciada de Estados Unidos, los capítulos dedicados a la Segunda Guerra Mundial destacan el enorme costo humano y material que pagó la Unión Soviética en su lucha contra el nazismo. Oliver Stone subraya cómo, mientras el pueblo soviético resistía una ofensiva brutal, las potencias occidentales actuaban con ambigüedad. A pesar de declararse aliadas contra el nazifascismo, estas potencias tardaron en abrir un frente occidental, dejando que la mayor parte de la guerra recayera sobre la URSS.

Este libro-documental expone que las agresiones a Rusia por parte de Occidente se remontan al Siglo XIII (1242), cuando los “cruzados” del Sacro Imperio Romano Germánico intentaron avasallar a los eslavos que vivían en Ucrania y Rusia. Se proyectan en este documental escenas de la película de Sergei Eisenstein, Alexander Nevsky, cuyo personaje central encabezó la resistencia de los eslavos hacia los invasores; se filmó esta cinta en 1938 para promover el nacionalismo soviético que contribuyó a la inmensa resistencia del pueblo ruso en la invasión germánica del Siglo XX. Las argucias de Hitler y los ideólogos del nazifascismo sostenían que los eslavos eran una mezcla de razas, por tanto, eran racialmente “impuros”; la mezcla de razas llevaba, según los nazis “al colapso de la civilización”. 

En un primer avance, Hitler lanzó a tres millones de soldados en un ataque “relámpago” que se desplegó desde el Ártico al Mar Negro (más de tres mil kilómetros). Rápidamente aniquilaron a dos terceras partes de la aviación soviética; tan solo en Kiev, los nazis asesinaron a más de medio millón de personas. La barbarie y el peor genocidio que conoce la historia cobraban vidas en cantidades jamás vistas en ninguna guerra. Lo peor es que al perder Ucrania, la URSS perdió su corazón industrial, su principal fuente de materias primas. 

En otoño de 1941, las hordas nazis se lanzaron sobre Moscú, la capital de la URSS. En esos días, los líderes norteamericanos y británicos calculaban que en cuatro semanas la URSS sería derrotada y el socialismo soviético caería. Stalin insistió a los aliados que abrieran el frente occidental para detener al nazismo en la Europa continental. Pronto se hizo evidente que, para las potencias occidentales, lo más importante era que la mayor parte de las tropas alemanas estuviesen absorbidas en el frente soviético. 

Roosevelt, en ese momento presidente de Estados Unidos (EE. UU.), ordenó que 100 aviones fabricados en su país fuesen enviados a la Unión Soviética, pero los halcones norteamericanos se opusieron a esa medida, pues muchos de los jefes militares estaban felices de ver “por fin a la URSS de rodillas”. Harry S. Truman, futuro presidente de EE. UU. hizo una cínica declaración en 1942 durante una sesión del Senado: “si vemos que Alemania está ganando la guerra debemos apoyar a Rusia, pero si vemos que Rusia le está ganando a Alemania, debemos apoyar a Alemania”. Si Alemania y sus aliados se hubiesen propuesto acabar con el control britanico en el Norte de África, todo el Mediterráneo y el Medio Oriente, hubiesen desbaratado el imperio colonial británico. Sin embargo, tanto para los nazis como para los aliados, el enemigo a vencer era la URSS.

La historia contada por EE. UU. pone a esta nación como la vencedora de la Segunda Guerra Mundial cuando lanzó la bomba atómica sobre Japón; los hechos, narrados en este documental demuestran que los norteamericanos nunca se aventuraron a una ofensiva generalizada que hubiese sido muy costosa e infructuosa. La obra de Stone invita a repensar la narrativa oficial sobre la Segunda Guerra Mundial; la URSS no sólo resistió el embate más crudo del nazismo, sino que fue determinante en su derrota. Sin embargo, esa contribución ha sido minimizada en muchos relatos occidentales. El documental plantea que esta omisión no es casual, sino parte de una tradición más amplia de rivalidad desconfianza entre Occidente y Rusia, que sigue marcando la política internacional hasta nuestros días. 

 


Escrito por Cousteau

COLUMNISTA


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