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En Cuadrilla Nueva, pueblo de Chilapa de Álvarez, todos los habitantes se dedican a preparar, tejer y elaborar diversos productos derivados de la palma, planta que los dotó de un oficio artesanal, a su vez heredado de sus ancestros desde hace varios siglos.
Los hermosos paisajes de esta región de Guerrero contrastan con la pobreza lacerante de las familias, cuyos integrantes trabajan la palma de las ocho de la mañana a las ocho de la noche, cada uno con una aplicación distinta; pues mientras unos la tejen, la bordan o la pintan, otros la rajan, la trenzan, la tallan, estiran la cinta y le rasuran los hilos sueltos.
“Con ella andamos todo el día, la tejemos con paciencia y presteza mientras nos encaminamos a realizar nuestras labores del campo; pero con ella también tejemos sueños de un mundo mejor”, reportó a buzos una madre de familia que vende sus piezas artesanales en un tianguis recientemente instalado en el crucero Cuadrilla Nueva-El Limón de la carretera Chilpancingo-Chilapa de Álvarez.
Hasta este lugar llegan turistas e intermediarios que compran bolsas, sombreros, tapetes, alhajeros, tortilleros, abanicos, cestos, entre otros artículos, para revenderlos en los mercados públicos de otras ciudades y regiones del estado. Elaboran estas mercancías en sus casas mientras realizan otras actividades domésticas o en el campo.
En este pintoresco pueblo de Chilapa de Álvarez visitamos la vivienda-taller del señor Wences, quien tiene 60 años dedicado a este oficio que heredó de sus padres y él ha trasmitido a sus hijos y nietos. En la elaboración de un sombrero blanco o planchado se tardan aproximadamente 30 minutos, dependiendo de la habilidad de cada persona. Utilizan una máquina de coser a la que adaptan una placa, un regulador, un pisa-lienzo y un tallador de madera rústico para la palma, que lubrican con aceite.
El sombrero puede ser sencillo (es decir, de una vuelta de cinta) o recargado con doble cinta. Para teñir la palma usan pintura para zoyate. Venden a 15 o 16 pesos cada sombrero y sus compradores provienen de Puebla, Ciudad de México (CDMX), Toluca, Yucatán, Guadalajara, Chiapas y otros estados del país. También visitamos la casa-taller de Tomás Eligio, quien trabaja la palma desde hace más de 30 años, actividad con la que ha logrado sobrevivir y criar a sus cinco hijos, que también son artesanos y enseñan el oficio a sus hijos.
Mientras sus dedos se mueven con precisión sobre los lienzos de palma, dándole forma a sus ilusiones de progreso, cuenta con orgullo que, pese a que su labor es poco valorada, sus ingresos le han permitido subsistir y mantener el sueño de que algún día habrá mejores precios para sus piezas artesanales, de las que viven más de 100 familias. Informó que han solicitado apoyo al gobierno de Guerrero para adquirir nuevas máquinas y continuar haciendo lo que más les gusta: tejer palmas.
Una ardua labor de equipo
La elaboración de un sombrero, por ejemplo, comienza con la raja de la palma con una aguja o con las uñas; de la parte blanda se sacan las tiras mediante su “rasurado”, es decir, se retiran ambos bordes y enseguida empieza su tejido en la copa con el entrelace de las numerosas tiras de palma característico de esta prenda.
Una vez cosido el sombrero, es necesario blanquearlo, lo que se consigue introduciéndolo en el horno, un cuarto construido con tabiques donde hay un bracero encendido con azufre. Una vez blanqueado, se recorta al tamaño adecuado y se ribetea con palma verde o meca, que resulta más difícil de tejer.
Luego sigue el toque de gran calidad que distingue a los artesanos de tejidos Cuadrilla Nueva: el uso de colores intensos en los adornos del sombrero. Estos ornamentos son de uso común en todas las artesanías que se venden en el tianguis del crucero Cuadrilla Nueva-El Limón, cuyo horario es de las 8:00 a las 17:00 y sus precios son muy accesibles.
Aunque en Guerrero muchas personas viven y respiran con la palma, el exiguo pago que reciben por la venta de sus productos es irrisorio, pese al esfuerzo y la delicadeza de varios de sus quehaceres. Un rollo de metros de palma tejida se vende regularmente en seis pesos, la misma cantidad de un pasaje del transporte público a Chilapa de Álvarez.
Hay mujeres que se dedican a tejer “bolas”, cuyos costos varían de siete a 13 pesos, dependiendo del tamaño, y las más caras son las pequeñas, por su laboriosidad. Estas “bolitas” se tiñen con diversos colores de pintura para zoyate y son utilizadas en la elaboración de aretes, collares, rosarios y pulseras.
El teñido de la palma se realiza con técnica rústica: ponen a hervir agua, sal y jabón; posteriormente vierten la pintura para zoyate; mueven la mezcla con un madero hasta obtener el color deseado y, en este “caldo”, sumergen la palma y la dejan secar 24 horas. Mientras tejen la palma fantasean con la idea o el sueño de que obtendrán los recursos económicos con los que podrán acceder a una vida mejor, quimeras abruptamente interrumpidas por sus quehaceres domésticos y las labores en el campo.
La pandemia paralizó Tlalpizaco Aguazarca
Los miembros de las 25 familias de artesanos de la palma de Tlalpizaco Aguazarca tienen que caminar más de media hora sobre un sinuoso camino de terracería para llegar a Lodo Grande, donde toman un vehículo de transporte público que les cobra 10 pesos por llevarlos a Chilapa de Álvarez.
En este pueblo dialogamos con Yesenia Varela, quien nos informa que la mayoría de las mujeres se dedican al tejido de palma, cuyos productos venden a precios muy bajos en aquel municipio. Durante un día elaboran hasta tres cadenas, cada una con 100 bolitas de colores diversos, que venden en siete y 13 pesos; los rollos de 45 metros se venden en seis pesos.
Antes de la pandemia, todas las mujeres tejían palma, pero tuvieron que abandonar esta actividad porque cayeron las ventas drásticamente en Chilapa de Álvarez debido al cambio del semáforo epidemiológico; sin embargo, en las tiendas de bisutería venden sus collares hasta en 400 pesos, mientras a ellas les dan cualquier cosa a cambio de su mano de obra.
Para las autoridades federales y estatales es fácil decir “quédate en casa”, porque ellos tienen sueldo fijo que cobran cada quincena; pero los artesanos viven al día de su trabajo “y no tenemos apoyo de ninguno de los tres niveles de gobierno”, denunció Yesenia, quien como sus vecinos de Cuadrilla Nueva, a la que llaman “capital del tejido de la palma”, elaboran verdaderas obras de arte que son muy mal pagadas.
La falta de mercados de artesanías en Guerrero, donde los artesanos puedan vender directamente y a buen precio sus productos, es el principal problema de éstos, así como la ausencia de una política gubernamental para promover su venta en el exterior y continúen delimitados a su consumo popular en fiestas patronales.
Las artesanías de palma son verdaderas obras de arte manual y sus técnicas, útiles y diseños se han trasmitido de padres a hijos a través de muchas generaciones. También hay expresiones artesanales que han incorporado nuevas técnicas, materiales y diseños –dibujos, modas, telas, plásticos– y que han generado un nuevo concepto en artesanía, pero que mantienen su diferencial con la producción seriada o industrial.
En cada uno de sus productos, los artesanos no solo aplican destreza manual, sino hermosos diseños de sombreros, gorras, tapetes, servilleteros, cestos de variados tamaños, abanicos, sillas, etcétera.
“Contemplar un amanecer o el ocaso del Sol entre montañas, respirar aire fresco y observar nuestros paisajes nos impulsa a mejorar nuestros diseños y a adaptarlos al gusto de las nuevas generaciones. En Cuadrilla Nueva seguimos de pie, manteniendo viva esta tradición que ha resistido diferentes embates, como los de los acaparadores, la pandemia y el poco dinero que pagan por nuestras artesanías”, reconoció Tomás Eligio, quien reprochó la falta de apoyo de los gobiernos Federal, estatal y municipal para una actividad que se mantiene viva por el movimiento de los hábiles dedos de los indígenas que lo practican y que sobreviven en las montañas.
En Acuentla, otra comunidad del municipio de Chilapa de Álvarez, todas las mujeres combinan los quehaceres del hogar con el tejido de palma, que llevan a todos lados: al mercado y a la escuela, cuando llevan a sus hijos, a reuniones comunitarias o cuando esperan a alguna persona.
“Lo importante es avanzar para llevar los rollos de palma tejida a la cabecera municipal de Chilapa de Álvarez y convenga el viaje que se realiza en un vehículo de transporte público”, afirmó una señora, quien se queja de la falta de apoyo de los tres niveles de gobierno para sobrevivir a las crisis económica y sanitaria generadas por la pandemia de Covid-19.
En la elaboración de las artesanías de palma se requiere el conocimiento de la técnica tradicional de cultivo de la planta de zoyate, que también es transmitida de generación en generación. La palma es una planta silvestre muy común en Guerrero y de ella se aprovechan las hojas llamadas velillas, que miden entre 40 y 80 centímetros de largo. Su crecimiento se da en época de lluvias, de junio a septiembre y su recolección se realiza todo el año.
Su preparación lleva aproximadamente dos semanas después de cortarla: primero se le quitan los residuos, se hierve, seca y blanquea. Para esto último, se le hornea o estufa mediante su inmersión en una mezcla de agua, ácido oxálico e hiposulfato a una temperatura de 50 grados centígrados; posteriormente se quema azufre a altas temperaturas, el horno se cierra y se sella con periódico y finalmente la palma se coloca al Sol por varias horas.
La producción de artesanías con palma de zoyate es una actividad clave para el desarrollo económico de las familias indígenas del municipio de Chilapa de Álvarez, cuyos integrantes pueden tejer por semana de cinco a 30 rollos de cintas, que se convierten en obras de arte; pero lamentablemente lo venden a precios muy bajos, lo que ha obligado a algunos de ellos a emigrar a los campos agrícolas del norte de México o a Estados Unidos, para enviar recursos con los que pueda sobrevivir su familia.
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Escrito por Olivia Ortíz
Reportera