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Es un académico, poeta, dramaturgo y periodista tamil nacido en Sri Lanka en 1960. Es profesor en la Universidad de Windsor en Canadá. Es autor de más de 15 libros en tamil y su obra ha sido traducida a veinte idiomas. Sus poemas traducidos al inglés también han sido publicados en numerosas revistas literarias, como Bomb (Nueva York), Modern Poetry in Translation, Many Mountains Moving, Exiled Ink, Mantra Review y Talisman. Se vio implicado en el conflicto que enfrentó, en Sri Lanka, a los minoritarios tamiles hinduistas con los mayoritarios cingaleses budistas, de 1983 a 2009; miltante de izquierda y nacionalista tamil, fue detenido y torturado por la policía y finalmente obligado a exiliarse. Escribe como un testigo de la tumultuosa historia de su natal Sri Lanka; según sus palabras, su obra poética habla “del trauma histórico que hemos sufrido los tamiles, y que es el motor que hace que siga escribiendo”.
UN DÍA DE LLUVIA
¿Recuerdas
aquel día de lluvia?
El atardecer
empezó con un tono dorado,
y terminó con un aguacero.
Montabas tu bicicleta a mi lado,
a cierta distancia,
pero nuestras sombras, por alguna razón,
bailaban entre nosotros, entrelazadas,
mientras oscurecía el cielo
y moría el polvo
bajo una lluvia infinita.
Nos protegimos del agua
en una cabaña cercana, y nos secamos la cara;
nos goteaban las manos.
¿Recuerdas
aquel día de lluvia?
Completamente empapados, la tinta corrida,
nuestros apuntes de clase
quedarían sin revisar.
Azotando las ramas de las palmeras,
arrasando las hojas de las majagüillas,
aquel día el viento pareció aliarse con el propio mar.
¡Y cómo llovía!
Tú estabas junto a mí,
y la humedad saturaba la cabaña.
A través de la densa, llorosa oscuridad de la lluvia
en una sencilla línea, la luz
recorre el cielo, y se esfuma.
Un relámpago, exclamas,
pero ya no está cuando vuelvo a mirar.
Mientras acechamos el siguiente,
restalla un trueno.
Desde tu rostro surcado por el agua,
un mechón de cabellos húmedos
resbala hasta el cuello;
una oveja perdida.
La lluvia se torna una lenta llovizna;
regresamos a nuestro camino
retomando la calle.
Diablos humanos nos acechan,
sus miradas se dirían flechas,
lanzas que nos atraviesan.
Pero la calle se quiebra y se esfuma
cuando estamos juntos.
Y otra vez la llovizna;
tú y yo juntos, resguardados
tras la oscuridad de las nubes.
¿Recuerdas
aquel día de lluvia?
EL MAR
Contra la orilla
se elevan las olas, con crestas de espuma,
los brazos abiertos
para abrazar a la tierra.
Desde el evasivo horizonte
a la orilla más cercana forrada de arena
un pálido velo azul se desliza,
resbala, se desvanece.
A veces, milagrosamente quieta,
la vasta extensión se despliega,
mirando arriba hacia el cielo,
abajo a la tierra.
En la oscuridad de la última tarde,
como hojas de palmera
levantando y agachando la cabeza,
se elevan las olas
abrazando lo oscuro.
Abrazando lo oscuro
se elevan las olas.
Entonces, a veces,
los botes zozobran camino a tierra,
los remos salpican,
arrojando hojuelas de luz.
Las olas lamiendo la orilla
agrandan
dentro de mí
el mar.
UNA TARDE, MIENTRAS LLEGAN LOS BOTES
Sobre mis profundas huellas
hundidas en la arena dorada
las hojas de pandanus
se van extendiendo.
Mientras las hojas de cocotero
se bambolean con el viento,
el cielo se espeja en el agua,
y el azul en la distancia
se disuelve en otro azul.
Blancas velas
lentas se acercan a casa desde el horizonte
rasgando nubes opacas y protectoras.
La cortina de la noche aún no ha caído
sobre el atardecer,
pero la luz del Sol, suavemente,
se evapora.
Los botes canturrean camino a casa
hacia la orilla.
En el mar abierto
todavía
se deslizan las velas.
Hasta que el amanecer
se desperece y se eleve,
los botes descansarán en la orilla
bajo la media Luna..
SEPARACIÓN
Ramilletes de jazmín colgaban de las vides
y capullos de nenúfar poblaban el lago,
al borde de los ribazos
habían florecido los palofierros.
Y yo lo contemplaba.
«Así habría de ser la primavera»,
dijiste tú, y te fuiste. Aquel día.
Hoy
sobre la rama de un haya cobriza
un ave solitaria se estremece
encogiendo las alas,
una nube
lista para un errar largo como la vida,
y al borde de las orillas del lago,
erguida sobre una sola pata,
una garza solitaria
practica austeridades.
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Escrito por Redacción